En mi remota adolescencia -hago hincapié en lo de remota porque algunos tuiteros creen que me insultan llamándome vieja, aparte de adeca- era adicta al beisbol y fanática del Magallanes. Como tal solía asistir a los juegos de pelota primero en el Estadio de San Agustín que quizá la mayoría de los lectores no conoció, y luego en el Universitario. Una de las situaciones más comunes y a la vez fascinantes eran los managers de tribuna, es decir aquellos conocedores a fondo del deporte que criticaban cada jugada atribuyéndole errores garrafales al manager de su equipo, por lo cual éste perdía. La política venezolana, especialmente desde la aparición del Twitter, se ha transformado en una especie de campo de béisbol virtual (frecuentemente campo de batalla) en el que infinidad de tuiteros saben que es lo que se debe hacer para salir del régimen de Nicolás Maduro y le imputan traiciones, componendas, debilidades, marramuncias y toda suerte de maldades y errores a los dirigentes que han asumido la conducción de la Venezuela opositora desde la llamada Mesa de la Unidad Democrática mejor conocida como MUD.
La cuestión sería risible si no fuera trágica. Antes del 6 de diciembre de 2015, la MUD no se cansaba de cometer errores y algunos de sus dirigentes recibían dinero del gobierno. El 7 de diciembre la MUD era lo máximo, ¡Viva la MUD! Se instaló la Asamblea Nacional con mayoría opositora y allí si es verdad que los managers de tribuna, tanto del Twitter como de algunas columnas de prensa, se desataron en consejos, recomendaciones y hasta órdenes, Que si sacar a Maduro por colombiano, o pedirle la renuncia o destituirlo por incapaz. Como la AN no siguió esas instrucciones, comenzó a perder apoyo. ¿Para que elegimos a esos tipos lerdos y sin aquello que los hombres deben tener bien puestas? ¿Para qué sirvió el 6 de diciembre?
Los ataques a la MUD fueron in crescendo, había perdido poder de convocatoria, a sus concentraciones no iba nadie. Los managers de tribuna y especialmente algunos y muy señalados columnistas, parecían tener un orgasmo con cada fracaso de la MUD. Hasta el 26 de octubre cuando hubo la gran toma de Venezuela, entonces la Mesa de la Unidad paso a ser estupenda, justo lo que necesitamos, con excepción de Henrique Capriles que se negó a seguir a los managers de tribuna presentes en la concentración que le gritaban ¡ A Miraflores!, como en el trágico 12 de abril de 2002.
Surgió entonces el tema del diálogo y se formó el aquelarre: sentarse con esos asesinos, canallas, corruptos, dictadores, narcos, mentirosos (por cierto, puras verdades) que vergüenza o desvergüenza. Los insultos, descalificaciones, sospechas y acusaciones proliferaron. Que por qué se suspendió la marcha a Miraflores, que como es qué se olvidaron del referéndum revocatorio, que qué riñones abandonar la calle, que si acaso el hambre y la falta de medicinas y los presos políticos podían esperar por un diálogo de resultados inciertos. ¡Ahh y que el Papa es comunista por lo que su enviado a la Mesa de Diálogo no es de fiar! Era como si al levantarse la MUD de la Mesa de Diálogo, saldrían en libertad todos los presos políticos, iban a aparecer por arte de magia alimentos y medicinas y el CNE fijaría la fecha de la recolección de firmas para el RR.