Nomás arrancada (in)formalmente la carrera electoral y con estreno de presidente de Fedecámaras, la revolución decidió que ahora sí es hora de sentarse en reunión con los empresarios no enchufados. La inquina de Maduro contra Roig era de antología, una absurda y personalísima “culebra”, como se dice coloquialmente. Ante la cercanía de las parlamentarias y sin estar la masa para bollos, la revolución decide al fin sentarse en una mesa a darle a la sinhueso. De mucho traje y corbata, se asillan para un tête-a-tête. El emisario rojito más relevante es Rafael Lacava, alcalde de Puerto Cabello, visto a ojos de rojitos y tricolores como un ser pensante, razonable, poco dado a las vulgaridades y lecos. Equivocado, pero político con seso.
¿Podrá Lacava hacer que en el cogoyo rojito se entienda que con gritos, insultos, mentiras y payasadas nada se logra? Quizás. Ojalá. Lacava es hombre de habilidades lingüísticas y de gestión pública. Tanto, que nunca ha parecido un rojito, por lo cual le bloquearon la gobernación de Carabobo en aquellas elecciones regionales con olor a pasado.
A Lacava le sueltan la verdad, sin anestesia: que en semanas o días nos quedaremos en la insiforia, una peladera profunda y negra en todos los rubros y sectores. Léase, colapso y caos. Cuidaíto, le apuntan, que el escenario se puede poner candela. La calle está brava. Lacava, alcalde de una ciudad con un puerto muy importante, sabe de la gravedad de la situación. Sabe que entra poco. Sabe que lo poco que entra es objeto de trashumancias, abigeato de latas, sacos y containers y bachaqueo prenegociado. Sabe que el crédito internacional está bloqueado. Que los proveedores dicen que si no hay pago no hay suministro. Luego de la reunión, la fotico de rigor. ¿Habrá cambio?
Creo que los rojitos se preparan para “el cambio”. A los interlocutores del gobierno en esa junta les asiste la monedita de saberse de los que quedarán cuando todo cambie luego del 6D2015. Lacava seguirá siendo alcalde; Amoroso va en puesto salidor en la contienda. Arreaza ni sale en las fotos; se quedará hasta que a Maduro le resulte más estorbo de lo que ya es. El Vice siente que como segundo abordo tiene los días contados. El amuleto de ser el marido de la hijísima tiene fecha de vencimiento.
La quimioterapia económica de la brava es inevitable. El retraso en aplicarla agravó la enfermedad. Sólo se salvan los enchufados, esos salvajoides ampliamente conocidos de nombre y pellide que se magnatizaron en este despelote y llegan a la crisis buchones. Y abundan los países donde refugiarse a todo trapo y sin acuerdo de extradición. Me cuentan que en la conversa escaseó la palabra “camarada”. Sobraba en una reunión desesperada. Los rojitos obviaron el tema de la presunta “guerra económica” de la cual tanto se cacarea cuando se encienden las cámaras y los micrófonos. Los empresarios cantaron verdades; nada de lloriquearse mentiras.
En TV, dos candidatos rojitos, aspirantes en puestos salidores, dan por sentado que habrá PRE, Plan Revolucionario de Estabilización -así lo llaman para edulcorar el asunto-, lo cual luce muy revelador. La liguita no estira más. Saben lo que se viene y más vale ir pavimentando el camino. Eso importa más que los alaridos de ciertos candidatos que la tienen fácil para obtener la curul pero a quienes los resultados electorales les restarán poder y piso político, vg, el inigualable Diosdado, próximo ex presidente de la AN.
Me apuntan que la transición arranca luego de las parlamentarias. Coincido. Como va, este país es inviable, ingobernable. Venezuela es hoy país de casas, campos, industrias y comercios muertos. De racimos de presos políticos. Maduro no quiere terminar de sopetón el mandato y aspira a la reelección. Necesita que el “PRE” arranque como tarde en enero, para que le alcance el tiempo para hacerse de alguito de mérito en los resultados. Apuesta al olvido. Sabe que la gente tiende a darle “delete” a los recuerdos amargos.
En la reunión se dijeron verdades crudas, rudas, sustentadas. Los emisarios rojitos sudaron tinta china. Hay realidades que arden y más si son consecuencia de errores y horrores cometidos durante estos casi 17 años de populismo, estatismo, templete, despilfarro, corrupción, injusticia e incapacidad para la gestión pública. Y todo por conservar el poder. Si los rojitos ganan las parlamentarias, Maduro y el país no tienen vida. Si los tricolores ganan hay esperanza para Venezuela y para Maduro. Así de paradójico es todo el asunto. Maduro lo sabe.
Se cumple el maleficio que detectó el brillante historiador Tomás Polanco: que en Venezuela se verifican ciclos de 30 años. Para enero de 2016, este pegostoso menjunje, que comenzó con los horrendos sucesos de febrero de 1989, contabilizará 27 años. El maleficio termina cuando Maduro entregue la banda presidencial en 2019. Democrática y electoralmente habrán concluido los años trágicos. Es así. O Venezuela no será. Otra vez, 30 años. Polanco tenía razón.
Del desespero sólo queda el cansancio. Recorremos el camino de las pailas de nuestro criollo infierno de Dante. Si lo hacemos bien, tendremos una democracia decente, eficiente, desarrollada, responsable. Hay todavía “facturas por pagar”. El triunfo tricolor el 6D2015 nos saca de un infierno. Falta transitar otros. En 2016, comicios regionales; en 2017, municipales; en 2018, presidenciales. Ese es el único sensato mapa de ruta. No se puede romper a juro el maleficio. Nada de atajos; ni hablar de saltarnos etapas a la brava; hay que pagar los peajes, aunque nos dé rabia y nos sintamos inocentes porque nunca votamos por este desmadre. Nos ganaremos la democracia a pulso, sudando el calorón de cada paila. Ya habrá tiempo para juicios, sentencias, cárceles, penalizaciones e inhabilitaciones, trabajo de un sistema judicial decente. Ojalá hayamos aprendido que los infiernos existen.
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