Publicado en: El Nacional
Por: Ángel Oropeza
Las dictaduras son el reino de la incertidumbre. En ellas la constitución y las leyes no existen, solo la voluntad y el capricho del hegemón. En las dictaduras no hay reglas, derechos ni garantías. Por eso la lucha contra ellas no es convencional y predecible, como si se tratara de sustituir un gobierno democrático por otro. Pedirle fechas, plazos y ordenada certidumbre a la lucha contra la dictadura es un contrasentido, porque si los hubiera, no sería tal.
Las luchas contra las dictaduras, por la razón anterior, más que lineales y ordenadas se caracterizan por la presencia de ciclos, y no entender que esto es así provoca en algunos frustración, desmotivación y falsas conclusiones. Dos meses antes de la caída de Pérez Jiménez algunos pensaron que el régimen se había salido con la suya, sobre todo tras su fraudulento triunfo en el ilegal plebiscito de diciembre del 57. Se hablaba del fracaso de la oposición democrática y de la invencibilidad de la dictadura. Pero la lucha siguió su rumbo, y el país y su dirigencia sabían que no era un asunto de sentarse a esperar que las cosas ocurrieran, sino de organizarse y unirse para hacer que pasaran. El ciclo continuó su curso y Venezuela terminó triunfando sobre la tiranía.
60 años más tarde, y frente a una nueva dictadura, el ciclo de altas y bajas en la lucha se repite. Hasta hace pocas semanas, muchos opinadores reforzaban –seguramente sin quererlo– la desesperanza entre la población con unos análisis que partían de 3 premisas falsas y de un error fundamental. Las premisas eran que los venezolanos habían ya tirado la toalla, que la dirigencia política y social había renunciado a su papel y que Maduro, a pesar de no contar con apoyo popular, cobraba cada vez mayor fortaleza. Además de basar sus afirmaciones en estos 3 supuestos, demostradamente falsos, incurrían en un error fundamental que era olvidar que las luchas contra las dictaduras son esencialmente cíclicas, adaptativas a los cambios del entorno, no lineales, lejanas de los dogmatismos de las reglas preestablecidas y, sobre todo, provistas de una dinámica que no siempre es evidente y visible.
Hace un mes, y muy influidos por tales interpretaciones, muy pocos podían imaginar un escenario con los venezolanos volcados a las calles, la dirigencia social y política en proceso de reencuentro efectivo y un régimen acorralado y confundido, aferrado al poder por la única vía que le queda, que es la amenaza con la represión y la fuerza bruta. Pero este escenario era previsible. Cuando el Frente Amplio Venezuela Libre comenzó a finales de 2018 a organizar los congresos regionales en todos los estados del país, la respuesta de la gente fue masiva y entusiasta, al punto de sobrepasar con creces los cálculos de participación esperados. La población no estaba dormida ni entregada, como suelen afirmar algunos con no poca ligereza, solo esperando su momento y que se le abrieran cauces concretos para organizarse, activarse e incidir. Además, el trabajo de diseño y realización –ciertamente arduo– de estos congresos sirvió no solo para la reunificación de la dirigencia política entre sí y de ella con el liderazgo social, trabajando todos sin distingo partidista o sectorial en estas tareas, sino para el reencuentro con una sociedad que demandaba la necesidad de articulación efectiva.
Cuando, con toda razón, muchos preguntan qué viene ahora, una de las primeras tareas es aprender de los ciclos. No engolosinarse con las alzas ni hipertrofiar las bajas. Lo importante es que, más allá de estos vaivenes propios de las luchas contra la dictadura, el saldo sea de mayor organización, más unidad y avances concretos en la tarea. Entender que no se trata de adivinar qué es lo que viene, sino de preguntarnos todos qué nos toca hacer.
Cualquier balance de la lucha contra la dictadura demuestra que hemos avanzado mucho, pero no es suficiente. Ya se ha iniciado, con la Asamblea Nacional a la cabeza, el proceso político para hacer viable institucionalmente la transición. Pero esta es una labor de todos, porque de todos es el país. Es necesario reforzar la organización popular, multiplicando y consolidando los grupos de trabajo en las comunidades. Los cabildos abiertos no solo no pueden abandonarse, sino que ellos van a servir ahora para soportar y legitimar los actos de gobierno de la AN. Es imperioso igualmente construir redes de comunicación locales que superen el cerco de censura de la dictadura. Que cada quien se incorpore y asuma una tarea. Los frentes amplios regionales y locales están para eso.
Este es un momento en el cual la diferencia la van a hacer la organización y la inteligencia social. Si seguimos actuando con firmeza y sentido de responsabilidad histórica, podremos lograr pronto el cese de la usurpación, primer paso en la tarea de empezar a construir la Venezuela que nuestros hijos merecen. Que nada nos saque de este camino.