La nueva Asamblea Nacional tiene varios mandatos del pueblo. Han sido elegidos los diputados para legislar, controlar y ser el principal foro político del país. No más. No menos. No se le debe pedir a la nueva AN que gobierne, aunque los resultados electorales la hayan convertido en “primus entre pares”. Gobierna el gobierno, es decir, el Poder Ejecutivo. Gobierna nacionalmente Nicolás Maduro. El es el Presidente Constitucional de la República.
El nuevo Parlamento Nacional tiene que hacer valer dos principios fundamentales del sistema democrático: la separación de poderes y el imperio del estado de derecho. Para tenerlo muy claro al rompe, no es competencia ni facultad del Poder Legislativo la convocatoria de un referéndum revocatorio del ciudadano Presidente de la República. Eso le toca sólo al pueblo y sólo por la vía que claramente establece la Constitución.
Hay algunos queriendo que la nueva AN haga caída y mesa limpia. Que haga pedazos todo el “stablishment”. Eso sería una torpeza descomunal. Lo que tiene que hacer nomás comenzar la legislatura es crear las leyes que necesitamos con urgencia, revisar las leyes que están vigentes hoy que ya sabemos son inútiles o nocivas, cumplir a pies juntillas los mandatos constitucionales en cuanto a su responsabilidad respecto de los otros poderes del estado, hacer Contraloría de la gestión y generar un debate de altura en su seno.
Estamos siendo sofocados por leyes que nacieron mal y mal han hecho. Leyes que coartan las libertades civiles, políticas y económicas y nos han sumido en este estado de mediocridad. Leyes que han destruido nuestro potencial productivo. Hay mucho que evitar, corregir y revertir. Y faltan leyes. Leyes que fomente la inversión privada nacional e internacional, que enciendan los motores de productividad, que como efecto secundario generen empleos de calidad. Leyes que le corten las barbas al estatismo y por consecuencia al clientelismo. Leyes que nos hagan a los venezolanos inversionistas en empresas y también propietarios y ahorristas. Necesitamos revisar las leyes que rigen a PDVSA, a los organismos autónomos, al tesoro nacional. Y hay que ejercer la Contraloría. Hay que acabar con el despilfarro, la malversación de fondos, el enriquecimiento ilícito y la corrupción. No es cierto que eso no es posible. Sí se puede.
El gobierno chilla. Es su reacción pueril a la derrota. Eso es irrelevante. Hay que dejar que grite sin engancharse. Más tarde o más temprano le caerá la locha. Entenderá que no le queda de otra que dialogar, debatir y llegar a acuerdos. Algo de paciencia habrá que tenérsele. Al fin y al cabo, en el ámbito nacional es la primera vez que el oficialismo es oposición y no sabe cómo serlo. Es una asignatura en la que es absolutamente novato. Aprenderá, a juro, porque simplemente no le queda de otra.
Es la economía, es lo social. Y es precisamente por ello que es el tiempo cuando más importante es la política. Entre los 112 de la Unidad y los 55 del oficialismo hay de todas las profesiones. Debe ser el mejor tren legislativo que hemos tenido en nuestra historia democrática. Muchos han estudiado y se han capacitado para la posición. Cuesta creer que entre tanta gente inteligente no sea posible gestar acuerdos y ofrecerle al país una Asamblea Nacional que no sea un problemón sino, antes bien, un espació de solución. Ese es el desideratum. Y eso es mucho más importante que las estridencias.
Los 167 jurarán. Fueron elegidos por el pueblo. Trabajen. Vayan más allá. Millones de venezolanos creen en ustedes. Cumplan. O, de lo contrario, que el pueblo y la Patria os lo demanden.
@solmorillob
Alguien dijo por allí que todos en la oposición democrática deberíamos adoptar a un Chavista, acompañarlo en esa etapa de asímilar el dolor por la pérdida de un proyecto fallido desde el nacimiento. Hablar, entenderlo y hacerte entender que nada es gratis en la vida y que la economía es lo que es. Espero que la tarea nos sea leve a todos.