Yo estudié Humanidades, pero de las poquísimas cosas que recuerdo de las clases de Física de tercer año de bachillerato es aquello de “V = E/T”. Eso, que pensé no me sería de utilidad intelectual en mi carrera, resulta hoy una herramienta maravillosa para explicarme. Creo que el régimen saca muy mal las cuentas. Está creyendo que las crisis, incluso las creadas por él mismo como reacción, van todas a la misma velocidad. En Venezuela todo está en crisis. Mientras la política va rauda, la económica, la financiera y la social van a velocidad supersónica. Es un problema de espacio y tiempo. Y de aceleración.
9:30 am. Avenida Luisa Cáceres de Arismendi, Isla de Margarita. Un hombre, de unos treinta y pocos años, con franela roja de esas que tienen impresos los ojitos del difunto y un morral con el pabellón nacional, registra la basura. La zona que escoge para “hacer el mercado” es de una deteriorada clase media, pero clase media al fin. Ello le hace pensar que ese recipiente de desperdicios debe tener algo rescatable. Es así. El hombre come directo. Pero también consigue algo para hacerle “delivery” a su familia. Desde donde lo veo no distingo qué es. Pero observo que lo mete en su morral. Desayunó en la basura y de ella lleva a su hogar quizás el almuerzo para a saber cuántos triponcitos.
A ese hombre la crisis política, los lecos destemplados de Maduro y sus camaradas, les saben a carato de parcha. La Constituyente no es para él sino un truco más para que esas sanguijuelas sigan pegados en el poder, chupando sangre, la sangre del pueblo. Para ese hombre Maduro es un 0 a la izquierda. No tiene tiempo ni energía. No le queda ni una ñinga de paciencia para ofertas necias llenas de palabras heroicas de gente que sale en la televisión exhibiendo su gordura. El hombre tiene hambre. Su familia tiene hambre. El hambre duele y hace muchos ruidos. Él hambre mata.
El colapso económico y por ende social es mucho más grave de lo que parece y muchísimo más severo de lo que los voceros del régimen aceptan. Vamos por mayo de 2017. La inflación hace que lo que hay en los mercados no tenga salida. Esa mala palabra, esa grosería, inflación, pasó de ser un concepto académico a una realidad tirana. “Pero para esos tipos no hay problema. Con lo que se roban les sobra para comprar lo que sea”, me apunta una doñita frente a la caja de la que devolvemos productos que no podemos pagar. “Mi hijo y mi nieto están en las protestas. Han tragado el humo parejo. Pero a estos tipos no les importa nada, sólo que si tumbaron unas estatuas de Chávez”, dice un señor mayor con la cara surcada por arrugas que hablan de años de trabajo duro, tesonero, honesto. El también devuelve artículos. Se queda con un paquete de pasta de 500 grs., cuyo precio es de 2.900,00, un sablazo a su exigua pensión de jubilado de 84.527,40.
Mientras Maduro y su cogollo arman este nuevo trajín, el constituyente, los estudiantes prefieren correr el inmenso peligro de ser heridos, asesinados o detenidos antes que calarse el “esbirrato” y “pranato” que son las promesas básicas de Maduro. La gente les grita “¡Valientes!”. Y la sociedad estructura una compleja y eficiente red de ayuda a ellos. Con lo que consiguen en sus despensas, miles de amas de casa arman paquetes de comida preparada para los muchachos. Les organizan combos con agua, alimentos nutritivos y paqueticos de primeros auxilios. Agregan una tarjetica de la Virgen o algún santo. Y una nota a mano con un amoroso “gracias”. La resistencia es mucho más grande de lo que creen en esos palacios y cuarteles donde se esconden cobardemente los capos de esta mafia que desgobierna y quiere degollar a Venezuela.
Algún funcionario de alto nivel ve la escena. Ve la realidad. Ve las velocidades de las crisis. Sabe que antes que explote el pandemónium político estallará el despelote económico y social. Ese funcionario hace dos cosas: prepara una muy colorida y detallada presentación en PowerPoint en la que va a explicar a los súper capos las próximos fases del colapso y cómo apaciguar la situación. Y también ese funcionario arma su escape. Si no le hacen caso, se irá, a ese paraíso asiático en el que ya tiene todo promediado. Ni de broma va a ser el “paganini” de esta historia. Tiene nombre y apellido. El conoce bien las Leyes de la Física Social. Sabe bien que le hablo a él, aunque no ponga en estas líneas su nombre y datos. Sabe que puede atajar el horror. ¿Lo hará?
@solmorillob