En lo que, en mi humilde juicio, fue un enorme yerro en estrategia política y eventualmente electoral, por años ya, el Presidente Maduro ha venido protegiendo a Caracas de los rigores de la crisis económica y social. A Caracas no se le racionaban los servicios tanto como a la provincia, se le otorgaban y cancelaban recursos para su funcionamiento (aunque se hayan robado gordas tajadas de esos dineros públicos), se la perfumaba con esencias baratonas para que no luciera frente a propios y extraños como lo que lleva años siendo: la capital de un país en debacle. Ese manto de protección, absurdo pero existente, hizo que las penurias que vivimos en el interior no aparecieran tan dramáticas en la ciudad sede del poder. El manto terminó siendo traslúcido y lleno de orificios, un “por donde pasa la reina”.
Maduro hace cierto aquello de “ni pare, ni pone, ni deja anidar”. No tiene ni la menor idea de en qué consiste el ejercicio del gobierno. Carece de los mínimos conocimientos de la gestión pública pero no busca el buen consejo. Su único acto acertado fue la designación de Aristóbulo en la Vicepresidencia pero es más que obvio que poco o ningún caso le hace. Jorge Rodríguez se ha tornado en suerte de ángel perverso que le da a Maduro las peores ideas. Absurdo. Rodríguez tiene todo que ver con la paliza que la oposición le dio al oficialismo en la entidad capital el 6D. Mal puede ser visto como consejero superior. Pero Maduro no da un paso sin consultarlo con el mal encarado alcalde, aunque esté de anteojito que el adulón siquiatra tiene su agenda personal guardadita bajo la manga.
Hoy esos privilegios que se le otorgaron como gracia especial a Caracas son simplemente incosteables. Los caraqueños viven hoy, a cara abierta y sin pañitos calientes, las calamidades de esta debacle. Eso es ostensible en las largas colas para adquirir cualquier cosa. Pasó algo grave. Para los caraqueños esto no ocurrió gradualmente. Fue de sopetón. En enero la cosa no era como es hoy. No hubo entonces tiempo para el necesario aprendizaje social y los ciudadanos no saben cómo enfrentar la situación con sentido de integración. En Margarita, por ejemplo, hacemos equipo, no mero grupo. Entendemos que o nos ayudamos todos o nos fregamos todos. La agresión que recibimos día con día de parte del gobierno nacional y regional es enfrentada con sentido de cuerpo solidario. Porque la solidaridad no es apenas un bonito gesto, es un instrumento de supervivencia. Por años el gobierno le tuvo pánico a Caracas. En la capital está el poder híper concentrado y centralizado; está el “headquarters” nacionales de la mayor parte de las empresas públicas y privadas, medios de comunicación, bancos, gremios, grupos sindicales, fuerzas armadas, etc. En Caracas, con no poco desprecio por la provincia que la mantiene, se decide todo. A pesar de sus orígenes, Maduro es un presidente para quien “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebras”. Por eso se le nota incómodo en todas las ocasiones en las que tiene que estar en el interior de la República. Su desconocimiento de los mínimos saberes geográficos y culturales hace que cometa errores que se tornan en insultos ante los ojos provincianos.
Esta estrategia de privilegiar a Caracas, bajo la banal excusa de ser centro del poder, hizo que Maduro no logrará construir jamás vinculación alguna con los ciudadanos de provincia, quienes constituyen abultada mayoría electoral. Cualquiera de los liderazgos nacionales de oposición, sea Capriles, López, Falcón, Ramos, Borges, Solórzano, Machado y otros, le ha dado la vuelta este país varías veces. Cuando estos líderes van a provincia, lo cual hacen con regularidad y frecuencia, no exhiben esa cara de turista que Maduro no puede disimular. Este equivocado procaraqueñismo provocó el desguace electoral en provincia en diciembre 2015, sin que produjera réditos electorales en la capital. Hoy se penaliza a los caraqueños por su “traición”. Miraflores impone castigos ejemplares. Se acabó el sortilegio. Y a los caraqueños les cayó la locha. O acaso la “magnífica”. Padecen ahora lo mismo que los provincianos llevamos años cargando sobre nuestras espaldas como el bacalao de la emulsión de Scott. ¿Entenderemos los ciudadanos de toda la Nación que la república (res pública) es una y es de todos?
Siento el tictac de un reloj que no se detiene.
soledadmorillobelloso@gmail.
@solmorillob
Excelente artículo !