Para qué gastar millones en tanto cachivache ruso y chino, cuando el Tribunal Supremo de Justicia, el Consejo Nacional Electoral y la Contraloría General de la República despliegan gratuitamente el único dispositivo que necesita la revolución para sobrevivir: el escudo anti-sufragio.
El presidente Nicolás Maduro dijo una gran verdad en su discurso de memoria y cuenta. “Otro Gobierno no hubiera sobrevivido al año 2016”, se jactó ante sus magistrados. Tiene razón. Sobre todo si ese “otro Gobierno” fuera democrático y respetara las leyes. Hace un año muchos se preguntaban qué haría Maduro ahora que la mayoría de los venezolanos lo rechazaba y tenía que enfrentar a una Asamblea Nacional opositora. Pues muy sencillo: desconocer la voluntad popular y disolver de facto el Parlamento. ¿Cuál es el problema? El régimen chavista corre con ventaja. O con ventajismo. Perdió los votos, pero conserva la fuerza. “La revolución está armada”, repetía constantemente el finado. Con los últimos ejercicios militares trataron de demostrarlo. “Todo aquel opositor que deje el rabo afuera, se lo vamos a quemar”, identificó el capitán Diosdado Cabello el blanco hacia donde apuntan sus fusiles. Ya lo dejaron claro en 2016. Para preservar la revolución, están dispuestos a sacrificar la vida. De los demás.
En el chavismo nadie habla de elecciones. Salvo Juan Barreto, para advertir que la cúpula roja no quiere contarse. El exalcalde sostiene que la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia que coloca a todos los partidos -menos al PSUV- al borde de la ilegalización, “es una estrategia para suspender o retrasar las elecciones”. Otro que adivinó. El Gobierno monta un comando, aunque no de campaña. O sí, pero a su manera. Mientras los órganos represivos hostigan y encarcelan a dirigentes de la oposición, la Contraloría General de la República afila la guadaña. Pronto la única división que existirá en la Unidad será entre inhabilitados y presos. El ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, exhibe orgulloso sus Pechora, Buk, Sukhoi y Dragunov. Pura chatarra en comparación con el TSJ, el Consejo Nacional Electoral, la Contraloría General de la República y el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional. Esas son las armas de destrucción masiva que liquidan el voto y protegen a la revolución.
Líderes de la oposición le piden a la Fuerza Armada que no se convierta en lo que ya es. Difícil. “Somos la columna vertebral de la soberanía popular”, respondió Padrino López al presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges. No es el sufragio, son los fusiles. Antes de despedirse con sus acostumbradas consignas partidistas, el general en jefe se permite en la carta dirigida a Borges hablar en representación del pueblo para rechazar los “fatuos argumentos” de los diputados. ¿Y quién votó por este señor? Los mismos que lo hicieron por los magistrados aplaudidores. Bayonetas y sentencias judiciales, el sustento de la vibrante democracia participativa y protagónica. Sin duda, es más fácil sobrevivir silenciando al pueblo.