La víspera y después – Ismael Pérez Vigil

Por: Ismael Pérez Vigil

Escribo esto un par de días antes del proceso electoral programado para el 20M, consciente de que la mayoría de quienes lo lean lo harán después de concluido el acto de votación, con los resultados ya publicados, por lo que les solicito que según convenga a la idea en desarrollo, se desplacen al tiempo pasado correspondiente. En todo caso, se trata de mi apreciación personal, mi especulación con base en los resultados de procesos electorales anteriores, la información de encuestas realizadas hasta la primera semana de mayo, la opinión de muchos expertos, comentaristas y analistas y, sobre todo, en la gran cantidad de conversaciones con ciudadanos comunes y corrientes. No pretendo ser ningún oráculo y mi margen de error es infinito, como toda opinión política

Lo primero es dilucidar esa angustiosa pregunta que se ha hecho el ciudadano común infinidad de veces en los últimos meses: ¿Votar o no votar?; y la respuesta que recibió, en la mayoría de los casos, es que se trata de un “falso dilema”, que ese no es “el problema de fondo” y siguen entonces los argumentos y descripciones de cuál es, según quien responde, el problema de fondo.

Pero, esa afirmación es una verdad a medias, en algunos casos retórica, porque para el ciudadano común, para el opositor común, votar o no votar si es un dilema; y un dilema angustiante. Yo tampoco lo voy a resolver, pues recurriré al manido recurso de que se trata de mi posición, personal, la que yo asumiré ─ o asumí, para los que lean después del 20M─, sin que ello signifique que deba ser la respuesta colectiva. Mi respuesta se sintetiza así: yo no voy a votar.

Las razones abundan; todas las que en estos meses se han señalado, desde lo ilegítimo del proceso al ser convocado bajo exhorto de la también ilegítima ANC, pasando por las irregularidades que hacen que el proceso no reúna las mínimas condiciones democráticas o de equidad que tan siquiera permitan competir, hasta llegar a que la decisión mayoritaria de la oposición fue la de no participar.

 Por lo tanto, y visto que esto será leído probablemente después de concluido el acto de votación del 20M, desarrollo brevemente solo dos de las razones que explican mi posición y que me permiten abordar la segunda parte del artículo, asumiendo, ahora sí, que quienes leen ya conocen los resultados:

Primero, aunque no compartí la decisión de no participar y la consideré errada, fue la política decidida por la unidad y creo que la unidad es una pre condición política estratégica y nuestra fortaleza de base para salir de la dictadura y está por encima de cualquier objetivo personal particular. En ese sentido, cualquier candidatura de oposición y su participación en el proceso del 20M era una ruptura de la unidad y debilitamiento de la mayoría.

Segundo, fragmentada la oposición con la decisión de “no participar” de un importante sector opositor, con el alto porcentaje de abstencionismo que arrastramos de los procesos electorales anteriores y además con el caso particular de una candidatura opositora disidente, creo que la oportunidad de sacar del poder por la vía electoral a la dictadura estaba perdida y en estas condiciones ninguna opción opositora tenía oportunidad de ganar. Simplemente, los números no daban. Con el comprobado 32% de piso electoral que tiene la dictadura y la abstención que como mínimo se calculaba en el 45%, quedaba un 23% a repartir entre los demás candidatos; nadie tenía oportunidad de ganar, de sacar más votos que el candidato oficialista; y si bien en un proceso electoral se puede asumir la postura quijotesca de competir aunque no se tenga posibilidad de triunfo, en estos momentos la oposición no estaba para recibir más derrotas electorales compitiendo en un proceso que no era equitativo ni democrático, como si en efecto lo fuera, de allí que tenía algo de sentido no participar.

Solo supongo un escenario para el lunes 21 de mayo: el CNE proclamará la victoria de Nicolás Maduro, para un nuevo periodo de seis años, a partir de enero de 2019. Pero si la cifra que se anuncia de los votos obtenidos por el presidente electo es superior a 6 millones 400 mil, estamos ante una manipulación de cifras.

En el mejor de los casos ─por simpatía, bajo amenaza, chantaje u ofrecimientos populistas─ y sí la dictadura logra movilizar a todos sus votantes, los votos que obtendrá estarán entre 5 millones 700 mil o la cifra máxima ya señalada de 6 millones 400. Cualquier número superior a estos será producto de la manipulación o traslado de votos en aquellas mesas, que serán muchas, en las que sus opositores no tuvieron testigos. La fantasía de una victoria por 8 millones que se manejó durante la campaña, era eso, una fantasía; no digamos lo de 10 millones. Eso supondría un incremento de más del 10% en la votación por el oficialismo y una disminución de la abstención en igual proporción, cosa que es de dudar. La votación oficialista puede disminuir, pero difícilmente crecer. Esa cifra de 8 o más millones de votos solo es posible en una situación como la del 30 de julio de 2017, cuando la dictadura concurrió sin opositores, sola, a designar su ilegítima ANC, en un proceso cuyos resultados al detalle aún no han sido publicados. Apenas conocemos una cifra global que vergonzosamente dio el CNE, para una votación que era nominal y por tanto se debió conocer y publicar los votos obtenidos de cada integrante de dicha ANC.

El resultado del 20M estaba cantado, era el esperado. La campaña ya pasó, se confirmaron todos los malos augurios, los errores que se cometieron ─de no participar con un candidato, o de participar parcialmente con uno fuera de la unidad─ ya están cometidos, el dilema de votar o no votar se habrá resuelto, la fragmentación opositora ya se consumó, ahora es tiempo de pasar la página, restañar heridas, reagrupar a la oposición, organizarnos y prepararnos para nuevas confrontaciones, que serán muchas.

La dictadura no tiene condiciones económicas, sociales o políticas para consolidarse en el poder; pero a las dictaduras se las enfrenta, con votos, en la calle, con denuncias y sanciones internacionales, pero sobre todo con unidad, ejerciendo una mayoría que no desiste, que resiste, que lucha y no se resigna; las dictaduras no se van solas, hay que sacarlas.

@Ismael_Perez

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