Por: Ignacio Ávalos
I.
Parece que fue hace mucho cuando observamos ese chispazo de cordura política. Me refiero al encuentro televisado entre representantes del gobierno y de la oposición y al nombramiento, luego, de comisiones de trabajo para encarar nuestros problemas más gruesos. Parecía que se actuaba de acuerdo con el sentido común democrático, pero, más pronto que tarde, se esfumó la esperanza. El Gran Diálogo Nacional aterrizó en platiquitas intrascendentes y casi clandestinas, sin mayores (ni menores) consecuencias. Así, perdimos el diálogo, es decir, perdimos la política, o sea, perdimos la palabra. Sin embargo, la crisis permanece, terca como mula, y aunque las cifras se oculten o se acicalen, lo comprueba la vida diaria de cada quien, aun en los más mínimos detalles, por ejemplo, si te duele la cabeza y no encuentras una humilde aspirina.
II.
El gobierno no se da por aludido. Cree que los mensajes enviados por la realidad se pueden esquivar con un amague de cintura. Que no está pasando lo que está pasando. O que si pasa no es debido a un modelo político obsoleto y a una gestión administrativa poco atinada, sino por causas imputables a terceros a quienes hay que desenmascarar y reprimir. Ejemplo de ello, uno entre decenas, es la acusación que el gobernador de Aragua, Tareck el Aissami, le hace a médico Ángel Sarmiento –criminal, bandido, fascista, le dijo– por pedir que se declare la emergencia sanitaria, tras advertir signos de epidemia en ese estado. Se trata de una guerra biológica, declaró el presidente Maduro para no quedarse atrás del mandatario regional. La derecha se disfraza de epidemia, pues.
III.
La oposición, por su parte, pareciera mirar hacia el techo, mientras la realidad política le pide nuevos códigos para entenderla y encararla. Exagera el matiz de sus diferencias internas (por no hablar de ciertas ambiciones personales inoportunas). Mira al techo, digo, mientras las convicciones, las lealtades y los intereses políticos de los venezolanos mudan y se reacomodan. La disidencia chavista dentro del chavismo y la disidencia opositora dentro de la oposición se vuelven un dato fundamental, al tiempo que se hacen urgentes los acuerdos que traspasen las fronteras dibujadas bajo el esquema de la polarización. Se vienen, pues, cuajando cambios importantes. La escasez de aspirinas tiene sus efectos.
IV.
Nos encontramos, pues, en el peor de los mundos posibles. El gobierno atrapado en la telaraña de las Grandes Palabras de la Revolución, narrándonos un país que no existe y mostrando que mantener el poder es su principal y casi única preocupación; lo demás, apenas adornito y maquillaje ideológicos. Y la oposición yendo de un lado para otro, sin saber en cuál gaveta dejó la brújula.
No es bueno, dice uno, que en tiempos de crisis la gente sienta que no cuenta con una opción a la vista. La historia enseña que es caldo propicio para los peores disparates políticos.
Harina de otro costal
Mediante reciente comunicado, los consejos de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico de las universidades advierten la notable caída en el número de publicaciones científicas nacionales y piden al gobierno el necesario apoyo. Imposible no estar de acuerdo con esta solicitud: las publicaciones constituyen un elemento indispensable de la política de ciencia, tecnología e innovación. Siempre lo han sido y en esta época lo son aún más.
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