Publicado en Analitica
En los últimos años del siglo XX, y a inicios de este, muchas situaciones conflictivas internacionales fueron resueltas a través de la concertación internacional, a través de la cual, sin recurrir a las invasiones militares, se utilizó el mecanismo de las sanciones económicas para lograr cambios fundamentales en países que se han salido de lo que se considera la normalidad institucional aceptada.
El caso más emblemático fue el accionar internacional, casi global , en contra del Apartheid en Suráfrica, que culminó con una salida salomónica en la que fue designado presidente Mandela, y vice presidente su antiguo carcelero, De Clerck.
Un caso más reciente fue el de Myanmar, en el que la junta militar se vio obligada, por la presión económica y financiera impuesta por varios países, a tener que ceder el poder al partido de Aung San Suu Ku, después de haberla tenido por años como presa política en su residencia.
En el caso venezolano se observa cómo se está ejerciendo una presión progresiva internacional combinada de la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, el Grupo Lima y muchos otros países, que pareciera busca lograr cambios políticos en Venezuela, a través de elecciones libres, justas y transparentes, como fue expuesto y solicitado por los cancilleres el 2 de diciembre de 2017 en las negociaciones desarrolladas en Santo Domingo.
Esa presión se ejerce hasta ahora fundamentalmente sobre funcionarios del gobierno venezolano, pero no se excluye la posibilidad de que derive en otros mecanismos de corte diplomático, para acelerar un proceso de cambio en paz, como fue, por ejemplo, el proceso de Contadora en Nicaragua, a finales del siglo pasado.
Después de la Cumbre de las Américas que se celebrará en los próximos días en Lima, no sería descartable que surgiera de esa reunión, quizás algo parecido a una iniciativa de países amigos que se reunirían para presentar y convencer a las partes en conflicto sobre posibles vías de solución a la crisis política y humanitaria que azota a nuestro país.