Eran las 5 y 17 pm. Estaba viendo por CNN en español un reportaje sobre la inédita luna de miel entre Donald Trump y Netanyahu, el líder de Israel. Dos periodistas intercambiaban puntos de vista, analizaban escenarios y de pronto la señal se fue a negro. Fue un chasquido insonoro. La pantalla quedó muda y negra. Muerta. Era la respuesta oficial del gobierno venezolano al reportaje de investigación de CNN (“Pasaportes en la sombra”) sobre el muy delicado caso de pasaportes concedidos, presuntamente, por funcionarios del régimen a miembros del Hezbollah, es decir, a integrantes del terrorismo islámico. Se había concretado la amenaza que, desde dos años atrás, Maduro empuñaba a cada tanto contra CNN. Otro medio de comunicación ha sido colocado en el paredón de fusilamiento de la revolución. Aquí no se habla mal de Chávez, de Maduro, de Delcy, de Tareck, ni de nadie que merezca el título de camarada mayor. La prensa libre siempre ha sido un estorbo monumental para las dictaduras.
Basta girar el rostro hacia todo lo que han hecho, sistemáticamente, contra la libertad de expresión. Cierran RCTV. Compran El Universal. Compran enterita la Cadena Capriles. Desmantelan Globovisión (aquella, la que ladraba verdades). Arruinan a El Nacional. Obligan al exilio a tres editores (Miguel Henrique Otero, Alberto Federico Ravell, Rafael Poleo). Le prohíben la salida del país a Teodoro Petkoff, director de Tal Cual, diario que posee ya una disminuida presencia. Apagan decenas de emisoras de radio de línea independiente. Asfixian hasta el cierre a decenas de periódicos del interior, demoliendo a instituciones como El Carabobeño o El Siglo. Condenan a cuatro años de cárcel al director del Correo del Caroní. Acaban con 6to Poder. Obligan al cambio de línea editorial de otros medios. Chantajean a decenas de periódicos a través de la ecuación: “te doy papel, me das silencio”. Canjean la renovación de la señal radioeléctrica de los canales de TV a cambio de noticieros domesticados y novelas inocuas. Destierran de las cableras a NTN24, canal colombiano de noticias, por trasmitir exceso de verdades venezolanas. Prohíben transmitir en el país El Comandante, la serie de Sony sobre la vida y “obra” de Hugo Chávez. Deportan a periodistas brasileños que investigan el alcance en tierras nacionales de la olla podrida de Odebrecht. Le prohíben la entrada al país a un periodista español que trabaja para la radio alemana. Cancelan la visa de trabajo a periodistas de radios europeas. Deportan al equipo de comunicadores de Al Jazeera que vino a cubrir la marcha opositora del 1 de septiembre del 2016. Hackean las redes de periódicos digitales que pecan de sinceridad comunicacional. Culpan a un simple portal digital (Dólar Today) de destrozar la economía del país con las mayores reservas de petróleo del mundo. Hostigan a periodistas del patio en las zonas de inmigración aeroportuarias. Arrojan a un calabozo a Braulio Jatar, periodista director de Reporte Digital por publicar el célebre video del cacerolazo de la población de Villa Rosa a Nicolás Maduro. Ordenan a colectivos atacar a reporteros y sustraerles sus equipos de trabajo cada vez que van a registrar una marcha o protesta popular. Obligan a borrar videos y fotografías a los reporteros. Silencian noticias que perturben su ya espantosa reputación. Y, lo más reciente, se anuncia que el Minci tomará nota de todos los medios que publicaron la nota sobre las sanciones económicas que Washington le impone al Vicepresidente de Venezuela y los gravísimo delitos que le señalan.
Solo en 2016 Ipys Venezuela documentó 123 casos de ataques contra la integridad física de periodistas y trabajadores de los medios de comunicación. Esta lista es apenas una foto rápida de la devastación ocurrida contra el periodismo. Y, obviamente, el régimen se ocupará de engrosarla.
Así está la prensa libre en Venezuela. Presa. Secuestrada. Herida de muerte. Y hablando de muros, que ahora están de moda, habrá que ver cómo la prensa internacional sortea el muro cada vez más alto que erige el régimen para impedir que se reporten las verdades incómodas que el mundo debe saber. Le toca a cada ciudadano de este país reclamar su derecho al libre acceso a la información. Le toca exigir respeto por sus periodistas. En todo caso, es bueno que el régimen lo sepa: por más que apaguen las pantallas, las rotativas y los micrófonos de los periodistas, la verdad siempre termina escribiendo los últimos párrafos de la historia.
Leonardo Padrón
POR: CARAOTADIGITAL – FEBRERO 17, 2017