Publicado en Analítica
El primero de mayo de 1957, todos los curas de entonces leyeron en sus respectivas parroquias la Carta Pastoral, que proclamó el entonces Arzobispo de Caracas, Monseñor Rafael Arias Blanco, en la que se analizaba la crítica situación de la clase obrera y se evocaba la doctrina de la iglesia. En su época ese acto fue considerado como un grito de libertad en una dictadura en la que nadie se atrevía a hablar, y los medios tenían que pasar por la censura previa de sus contenidos.
Esta Pastoral enfureció al dictador y este arremetió contra la Iglesia Católica, poniendo presos a varios sacerdotes. Muchos piensan que ese fue el toque inicial de la caída de Perez Jiménez, secundado por el fraude a finales de año en el plebiscito.
Ahora vemos una reacción similar, cuando se pretende aplicar la ley del odio contra los obispos venezolanos, por el presunto delito de haber manifestado públicamente que hay que acabar con el hambre y la corrupción en nuestro país. ¿Acaso es un invento mediático que gran parte de la población tiene hambre? Y en materia de corrupción ¿no es cierto que Tarek William Saab acaba de denunciar la inmensa corrupción que existió en PDVSA cuando la dirigía una de las entonces más altas figuras del oficialismo?
Nunca ha sido exitoso enfrentarse frontalmente a la Iglesia. Vale la pena recordar el comentario sarcástico de Stalin cuando se preguntó en alta voz ¿Cuántas divisiones posee el Vaticano? Y, claro, él ya había muerto, pero Karol Wotzilla, le mostró que no hacían falta divisiones para derrumbar la cortina de hierro.
En el estado de acelerada hiperinflación que vive el país, la peor medicina que hay para detenerla es continuar dividiendo, agrediendo, cuando es notorio que la cura es la unión y el esfuerzo constructivo de todos los venezolanos.