No deja de resultar curioso el hecho paradójico de que dos propiedades tocadas por la magia del cine sean al mismo tiempo las más codiciadas y las más rechazadas. Así ocurre en estos días con los apartamentos del edificio Dakota, en Nueva York, y una casa victoriana, en Pensilvania.
El edificio Dakota, frente a Central Park, donde se filmó la película El bebé de Rosemary, de Roman Polanski, esconde una larga lista de maldiciones, pero celebridades y gente de mucha fortuna dan la vida por adquirir un apartamento allí.
Todo lo contrario ocurre con una residencia en el pueblo Layton, en Pensilvania, donde Jonathan Demme filmó la novela de Thomas Harris, El silencio de los inocentes, sobre asesinatos seriales que ayuda a descifrar el psiquiatra Hanibal Lecter. Han tratado de venderla y no han podido. Le han bajado de precio y la casa sigue allí, solita.
El edificio Dakota fue diseñado por la firma de arquitectos Henry Janeway Hardenberg. No construyeron un edificio, sino una utopía. Casi ningún apartamento era igual a otro. De las 65 propiedades originales, los más pequeños tenían cuatro habitaciones. Y los más grandes 20. Los ascensores para los propietarios estaban en las esquinas del edificio y el servicio entraba y salía por accesos en el corazón de la infraestructura.
Fue uno de los primeros edificios en Nueva York con ventanas en todas las habitaciones. Las comidas podían ser trasladadas a las habitaciones principales por ascensores complejos. Tenía planta de electricidad propia, calefacción central y en las buhardillas, zonas de juego y gimnasios. Hay salas de estar que tienen 15 metros de largo y todos los techos 4.3 metros de altura. Los techos fueron entarimados en roble, cerezo y caoba.
No tardó en convertirse en residencia de celebridades: Boris Karloff, Lauren Bacall, Judy Garland, Robert Ryan, Jason Robards, Steve Gutenberg, Roberta Flack, Leonard Bernstein, Rudolf Nureyev y Carson McCullers. Aquí fue asesinado uno de los músicos populares más famosos del planeta, John Lennon.
La casa victoriana de la familia Lloyd, ubicada en Layton, Pensilvania, data de 1910 y hace 25 años fue remodelada por el equipo de producción del director Jonathan Demme para convertirla en la residencia del asesino serial Búfalo Bill. En esa morada ingresa la oficial Clarice Starling y protagoniza una de las escenas más escalofriantes al enfrentar al hombre que sueña con hacerse un vestido de piel humana. El mismo que coloca capullos de mariposas en la garganta de sus víctimas.
Por años los Lloyd disfrutaron de la remodelación cinematográfica y de los ingresos que produjo alquilar la casa. Los problemas aparecieron cuando decidieron venderla. Tiene dos pisos, cuatro habitaciones, desván, sótano, porche, garaje y jardín con piscina. Y fue tasada en $300.000, que nadie quiere pagar. La rebajaron a $230.000 y nada.
Todos los miedos que se relacionan con el edificio Dakota tienen que ver con brujos, una suerte de maldad pasada de moda. Incluido Polanski. Por lo menos en el imaginario de los terrores humanos actuales. En cambio, en la casa victoriana de Layton respira uno de los miedos contemporáneos más temidos por las grandes audiencias, el psicópata serial que se obsesiona con cierto tipo de ser humano y comienza a exterminarlo.
Ahora que muchos enchufados buscan propiedades en el exterior para alejarse del infierno que ayudaron a construir en 17 años de espanto robolucionario, lo más recomendable es alejarse de casas y apartamentos que hayan sido utilizados como escenarios para el cine. No es bueno invocar a brujos y psicópatas cuando uno lleva tanto horror adentro.