Por: Jean Maninat
Salvo aquellos a quienes les corre plomo en las venas y en el pecho acunan una roca de kriptonita, nadie pudo dejar de sentirse emocionado con la muestra de valor cívico y democrático que dieron los venezolanos en las estropeadas calles del país y en las difíciles avenidas de nuestra diáspora. El 16/J fue una fiesta democrática, que, en medio de todo, alegró la lucha y dejó constancia de la gran tenacidad que tienen los demócratas venezolanos para no dejarse vencer por un régimen autoritario y cada día más aislado.
La Mesa de la Unidad Democrática (MUD), merece un reconocimiento por su creatividad política y su capacidad organizativa para concretarla en un hecho público y notorio. Sus detractores de oficio, una vez más, mordieron el polvo de su inagotable maledicencia.
Ya cada quien ha arrimado ese domingo a su candela, (el pueblo nos ha dado un mandato claro, y es…), como todo éxito que se respete le han saltado encima los más diversos progenitores, cada uno con su lectura propia del ascua que recogió en la mano. Hay quien quedó insatisfecho con la votación obtenida porque las expectativas se inflaron gracias a la encendida retórica de nuestros días. Aún así, y gracias a ese número de votantes, los jerarcas del gobierno pasaron dos días groggy tratando de negar infructuosamente lo que todo el mundo había presenciado. Mientras más lo negaban, más lo recalcaban.
Voceros de la oposición se han apresurado a anunciar la llegada de una “hora cero” que habría empezado a marcar su tic-tac tan pronto se conocieron los resultados de la consulta popular. Hoy miércoles, cuando esta columna todavía trastabilla, no tenemos muy claro en qué consiste y cuánto dura una “hora cero”. Sospechamos, eso sí, que esconde un aliento épico, que anuncia “el momento de los valientes”, y sugiere que una vez más la testosterona podría nublar el juicio político. Sin embargo, en la MUD confiamos, y le rogamos a sus deidades protectoras que le permitan contar hasta diez y reflexionar bien sobre los pasos que va a tomar en los días por venir.
Habrá que administrar sabiamente el reload que se obtuvo el 16/J, urge calibrar, sopesar; quienes dirigen a la oposición democrática no deberían lanzarse por un tobogán sin fin para calmar los rugidos de la primera fila. De ser cierto que el fin está cada día más cerca, que en Miraflores hay un helicóptero con las aspas en permanente rotación dispuesto a partir, de ser así, pues entonces lo más eficaz sería no armarle un infranqueable “trancazo” político para impedirle su despegue. ¿O no?
Si algo queda claro del pasado domingo, de entre todos los “mandatos del pueblo” que de ese día emergieron, es que el instrumento más eficaz que tienen los demócratas venezolanos es su capacidad de movilizarse pacífica y democráticamente para ejercer su derecho -hoy conculcado- a escoger su futuro mediante el voto. A eso, y a más nada, le teme el régimen. Y en eso hay que insistir.
Hay que obligar al régimen a retomar el calendario electoral, a sentarse a negociar una salida democrática y pacífica a la crisis política, económica y social que vive el país por su empeño en aferrarse al poder a como de lugar, así sea repartiendo hambre. Este es el momento, luego podría ya ser muy tarde.
¿Hora cero? Sí, es la hora de cometer cero errores.