Por: Andrés Cañizalez
En cuestión de días el presidente Nicolás Maduro denuncia una guerra económica y poco después un intento de golpe de Estado. La guerra principal del gobierno, en verdad, es en contra de la información. De forma sistemática el presidente Maduro presenta una supuesta realidad que nada tiene que ver con lo que vivimos los venezolanos, asfixiados por una crisis que se manifiesta en una nefasta combinación de alta inflación y desabastecimiento.
El principal responsable de la tragedia que vive hoy Venezuela es Hugo Chávez: lo que tenemos hoy es la herencia directa de más de una década de expropiaciones, ataque a los empresarios locales, el montaje de un sistema corrupto de importaciones masivas, la política de controles y de falta de libertades para la empresa privada. La conjugación de los problemas que tenemos hoy son el resultado directo del modelo que implantó Chávez pero que Maduro no tendrá el guáramo de cambiar. Maduro ha perfeccionado la mentira como herramienta de la comunicación gubernamental. Por eso la guerra de Nicolás Maduro es contra la información.
El Estado es responsable de la producción de 40% de harina de maíz precocida, pero todo el foco de responsabilidad se coloca en la empresa privada que produce el 60% restante, el cual es el que efectivamente llega a la mesa del consumidor venezolano. Al Estado, a través del presidente, le incomoda ver gente en cola en la red privada de comercios, pero las colas kilométricas están desde hace tiempo en la red pública de distribución de alimentos sin que hasta ahora se produjeran acusaciones penales contra los gerentes o directivos de esas redes oficiales. El Estado dice que hará 400.000 viviendas en 2015 cuando en verdad no pudo, en 2014, cumplir siquiera con su meta de 200.000 viviendas. Cuando el petróleo estaba por encima de 120 dólares el presidente Maduro decía que su gobierno estaba preparado para cualquier caída de los precios del crudo, hoy cuando no llega ni siquiera a los 50 dólares se hace notorio que el país no ahorró cuando había bonanza.
La lista de cómo se distorsiona la realidad es interminable. Los estudios de opinión van mostrando cómo los venezolanos, en un número cada vez mayor, no se están conectando con ese relato y están viendo que el responsable del desastre tiene nombre y apellido. Es tarea urgente, desde el punto de vista político, que una oposición unida y coherente le hable a ese país descontento y que ya no se cree los cuentos oficiales.
Volvamos al esquema de la guerra a la información. En estos días hay dos ejemplos palpables. Estalla un escándalo mundial con las cuentas en Suiza, y la investigación periodística cooperativa a nivel internacional pone sobre el tapete que Venezuela es el tercer país con mayor volumen de dinero en cuentas opacas en la filial suiza del consorcio bancario internacional HSCB. La respuesta oficial es rápida, activa el nuevo sistema cambiario y al día siguiente en los medios impresos del país el asunto de las cuentas en Suiza ya se había evaporado.
El día en que se pone la tasa para el llamado dólar marginal, arrancando este sus operaciones en 170 bolívares por cada dólar, lo cual tiene serias implicaciones para la dinámica económica nacional, el jefe del Estado denuncia un presunto golpe de Estado y con ello intenta copar la escena mediática. El presidente hace tremenda denuncia pero luego sigue, como si nada, con su transmisión televisiva, e incluso se pone a bailar. Otro detalle: hay un presunto plan militar para derrocar a Maduro y brilla por su ausencia, como vocero, el ministro de la Defensa.
Y así pasan los días en Venezuela.