Publicado originalmente en konzapata
Maduro, Jorge Rodríguez y toda la elite de poder chavista andan en plan de provocar a todo el país todos los días. ¿Qué será más importante, celebrar los carnavales con un festival de salsa o suministrar los medicamentos para la tensión arterial que no se consiguen en Venezuela? Cuando un grupo que ejerce el poder político sobre una nación se desconecta de tal manera de la vida cotidiana de sus gobernados es cuando verdaderamente corre peligro.
Las garotas del carnaval de Rio de Janeiro tienen más pudor que la elite de poder chavista. Cuando en medio de una situación de generalizada penuria material que obliga a millones de venezolanos a padecer hambre (allí está la nueva Encuesta Condiciones de Vida de las universidades nacionales) el presidente Nicolás Maduro y el alcalde del municipio Libertador de Caracas, Jorge Rodríguez, informan que los carnavales de este año se desarrollarán junto al festival Salsa Caracas, con la presencia de artistas de la talla de Tito Rojas, Jorge Celedón, Jerry Rivera y Bonny Cepeda que, no es que estén precisamente de moda, pero obviamente no cobran en bolívares. Cuando los altos funcionarios del gobierno o diputados oficialistas no tienen ningún tipo de reparos en exhibir relojes de pulsera que nunca nadie podría pagarse con el sueldo de la administración pública. Cuando ex altos cargos u “hombres de negocios” vinculados históricamente al chavismo no hacen ningún esfuerzo por ocultar sus riquezas y lo voceros del régimen mucho menos en desvincularse de ellos.
Cuando la Fiscal General y el Contralor de la Republica no se toman ninguna molestia en al menos negar la acusación realizada por cuatro exministros de Chávez sobre la malversación y apropiación de 256 mil millones de dólares en la última década.
Cuando todo lo anterior se sopesa, no queda otra opción que concluir que esta gente está totalmente fuera de la realidad o han perdido todo rastro de recato. Es decir, ya no les importa lo que piensen los demás. Las dos situaciones, por cierto, suelen ir aparejadas; perder el recato y el sentido de la realidad.
Aun en sus peores momentos de desprestigio público, la dirigencia adeca de la última etapa de los 40 años se preocupaba de guardar las apariencias…y algo más. Por ejemplo, Luis Alfaro Ucero, con todo el poder que llegó a tener en los años 90 del siglo pasado, era un hombre austero en su vida personal. Se le podrían criticar otras cosas, pero nunca el de exhibir groseramente las ventajas personales del poder. Y lo mismo puede afirmarse de todos los expresidentes y de la mayoría de los exministros de todos los gobiernos desde la huida del general Marcos Pérez Jiménez hasta que Hugo Chávez tomó la banda presidencial.
La manera poco austera como CAP tomó su segundo mandato presidencial fue probablemente uno de sus errores más caros.
Normalmente el ejercicio del poder (del verdadero poder) viene acompañado de cierta discreción y mesura del que lo ostenta. A Manuel Caballero le gusta recordar en sus textos que: “la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud”.
Por supuesto, en esta elite de poder ya no hay conciencia de pudor, de mesura, de moderación personal o al menos de algo de hipocresía. Lo de ellos es por la calle del medio. La exhibición grotesca de sus respectivos trenes de vida que obviamente no heredaron, ni se labraron en actividades particulares lícitas. Parece que tienen cierto gozo en enrostrarle en la cara de los venezolanos que subalimentan o padecen por falta de medicamentos el derroche de los recursos públicos.
¿Qué será más importante, un festival de salsa o suministrar los medicamentos para la tensión arterial que no se consiguen en Venezuela? En todo esto predomina un olímpico desprecio a los venezolanos.
Pretenden seguir aplicando las mismas tácticas de Chávez, sólo que si él estuviera vivo tampoco le servirían hoy.
¿A dónde nos lleva todo esto? Cuando un grupo que ejerce el poder político sobre una nación se desconecta de tal manera de la vida cotidiana de sus gobernados es cuando verdaderamente corre peligro. Hay una escena previa al estallido de la Revolución Francesa que los historiadores suelen presentar como ilustrativa: El pueblo de Paris protesta ante el palacio de Versalles por falta de harina y trigo para preparar pan. La reina María Antonieta pregunta el porqué de la protesta. Cuando sus sirvientes le explican el motivo, ella replica: ¿Y por qué no comen pasteles? Aunque es probable que jamás dijera tal cosa, sin embargo, se considera que su comportamiento frívolo y superficial ayudó a aumentar la agitación que la llevó al desastre.
Maduro, Jorge Rodríguez y todo el combo andan en plan de provocar a todo el país todos los días. De tanto invocar al Diablo este termina viniendo.
Publicado originalmente en Konzapata.com