Publicado en ALnavío
Por: Pedro Benítez
A excepción de las elecciones presidenciales de 1998 (la primera que ganó el expresidente Hugo Chávez) y de 2006 (la que lo reeligió en el cargo) todos los demás procesos electorales ocurridos en Venezuela en lo que va de siglo (es decir, en la era chavista) han agravado en vez de resolver los conflictos políticos.
Anoche esa constante se repitió. Con una mezcla de sorpresa e incredulidad la oposición venezolana recibió unos resultados de las elecciones a gobernadores de estado por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE) que contradecían todas las expectativas previas.
El CNE le adjudicó a la alianza opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) cinco de los 23 estados en disputa. Zulia, Táchira (fronterizos con Colombia), Mérida, Anzoátegui y el insular Nueva Esparta. Avanzada la madrugada se le reconoció la victoria al opositor Andrés Velásquez en el estado Bolívar, al sur del país y fronterizo con Brasil. Pero esos seis estados están lejos de los 13 que los estudios de opinión pública pronosticaban como el resultado menos optimista.
Y no sólo eso. Siempre según los números difundidos por el CNE, la elección favoreció al oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en más de 700.000 votos: 5.500.000 para el PSUV contra 4.800.000 para la suma de todas las candidaturas de la MUD. Con lo que, según esos resultados, el partido de gobierno recuperó (en comparación con las parlamentarias de 2015) 600.000 votantes y la oposición perdió 2,3 millones.
Hay que acotar que esos resultados del chavismo están lejos de los más de ocho millones que aseguran haber obtenido en la cuestionada elección de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) el 30 de julio pasado.
No obstante, con un porcentaje de participación mayor al de todas las elecciones regionales efectuadas en el país desde 1989 y con un rechazo al gobierno de Nicolás Maduro superior al 70%, según la mayoría de los estudios de opinión pública y en medio de la mayor crisis económica y social que ha padecido ningún país del continente que no haya sufrido una guerra, los candidatos del oficial PSUV se adjudicaron 17 gobiernos regionales, incluidos los del corredor electoral del centro-norte del país, Carabobo, Aragua y Miranda, donde está el grueso de la población de Venezuela.
Este último ha sido el tradicional bastión opositor que hasta ahora gobernaba el excandidato presidencial Henrique Capriles.
Queda ahora por explicar cómo, con un Gobierno con tales niveles de rechazo y una economía al borde de la hiperinflación, los candidatos oficialistas se imponen en el 75% de las gobernaciones. Los monitoreos a boca de urna de la oposición acertaron en sus proyecciones de participación (62%) pero no en los resultados.
Se aleja la posibilidad de un cambio político
Los expertos en opinión pública aseguraban que el principal enemigo de la oposición era la abstención de su base. Que a mayor participación mayores eran las probabilidades de ganar, pero según los resultados del CNE fue exactamente al revés.
Más allá de los resultados anunciados, la desazón opositora es alimentada por las condiciones en las cuales se realizan las elecciones en Venezuela bajo el chavismo, con niveles crecientes de ventajismo de todo tipo, en los que en cada elección se agregan nuevos elementos, como en esta ocasión, dejando la sensación de haber perdido injustamente.
En particular esta elección deja una duda en el ambiente: ¿El chavismo está dispuesto a abandonar el poder por la vía electoral el año que viene?
A primera vista la respuesta pareciera ser que no. Por lo visto un candidato opositor sólo puede asegurarse la victoria si tiene una gran ventaja en votos, como ocurrió con el dirigente opositor Juan Pablo Guanipa, al que se le reconoció la victoria en el estado Zulia, el más poblado del país y tradicional centro de la industria petrolera.
La mayoría de las exigencias que la comunidad internacional le hizo al gobierno de Maduro para asegurar en esta ocasión unos comicios medianamente justos, libres y transparentes no se cumplieron.
Al hacer menos probable la posibilidad de un cambio político en el futuro cercano, las expectativas de una recuperación de la economía también se alejan, con efectos muy negativos en lo inmediato. Es previsible que una nueva ola emigratoria de venezolanos cruce la frontera hacia Colombia en las próximas semanas.
En las democracias los procesos comiciales son el mecanismo principal para dirimir los conflictos de poder en la sociedad. En Venezuela no ha sido así.