Por: Karl Krispin
Soy de derecha y liberal. Cuando el régimen descalifica a la oposición acusándola de derecha, nadie reacciona. Y no existe porque no hay aludidos. El espacio ideológico de la derecha es el liberalismo: libertad política y económica. La extrema derecha es otra cosa: fascismo o militarismo. El Estado no debería orientar su política económica sino hacia la competencia, el desmontaje del proteccionismo y la lucha contra los monopolios. No existe mejor fundamento que el del capitalismo porque implica la más profunda defensa de la libertad en todos sus sentidos. Capitalismo salvaje existió en la Inglaterra del siglo XVIII y el XIX. Luego los gobiernos conservadores europeos, como los de Disraeli y Bismarck, encontraron que la protección social era un modo de contener la expansión del socialismo. Nunca he creído en las fantasías de la izquierda marxista porque niega lo más preciado de la modernidad: la libertad. Contrariamente a los pontífices de la igualdad, la desigualdad forma parte de la naturaleza humana desde la distinción de nuestras huellas digitales hasta nuestro pensamiento. Lo que sí es irrenunciable es la igualdad ante la ley y disponer de las mismas oportunidades para la realización plena de la personalidad individual en sociedad.
Para el liberalismo las funciones del Estado son la seguridad, la educación, la salud. Si usted sufre un ACV en el Reino Unido o se le encaja una uña, el Estado vela por su salud de forma gratuita. Si eso mismo sucede en Estados Unidos, usted entrará en cualquier clínica porque tiene la obligación de atenderlo, pero prepárese para la factura. Son dos concepciones de la salud pública. En lo que no concuerdo con los estatistas, que son todos los políticos venezolanos, es que el Estado deba ser empresario. Creo con convicción en la privatización de todas las empresas estatales y que el Estado se dedique a la recaudación de impuestos para su redistribución en seguridad, educación y salud. ¿Y dónde queda la responsabilidad social? Una obligación del Estado y una elección para los privados.
Nadie defiende el liberalismo debido a nuestra tradición histórica. De la Corona española, un Estado fuerte, interventor y repartidor, pasamos a la república que repitió el modelo económicamente hablando. Desde López Contreras hasta Maduro se ha creído en un papel preponderante del Estado. El proyecto político republicano, independientemente de sus colores, ha visto en el Estado la forma de materializar su dogma económico. Hemos tenido excepciones: el entrañable modelo liberal de Páez y sus godos entre 1830 y 1847 y la segunda presidencia del también entrañable Carlos Andrés Pérez. Pregunten a cualquiera de nuestros políticos si cree en la privatización de Pdvsa. Todos tienen la respuesta preparada.