Por: Carlos Raúl Hernández
La tarjeta única hizo desaparecer los partidos políticos y creó una amenaza contra la posibilidad de recuperar la democracia, equivalente al lago de lava del parque de Yellowstone en EEUU. Muchos llamaron a la abstención y denigraron de los que proponían participar en elecciones después ahorcaron los hábitos pero siguen los insultos, ahora porque no participan como ellos dicen. Vejámenes para la MUD porque “no sale a la calle”, aunque ellos tampoco lo hacen y las marchas convocadas son enclenques, pero sin rectificar continúan la prédica. Un general retirado traiciona y delata, crea escándalo porque el líder de la oposición hizo algo gravísimo: se lanzó de candidato siendo extranjero. Cualquiera podría suponer que para decir tamaña cosa se requieren argumentos y pruebas de máxima seriedad.
Pero se olvida que es un general del grupito amante de la guasa y cuya palabra pesa poco. Los fundamentos de su denuncia eran tan serios, que bastó con que le dijeran que no era así, para que se considerara satisfecho. Cervantes dijo que después de la caída cualquiera ve la piedra, pero se nota que el pobre no tuvo idea de que lo pasaría en la Capitanía General de Venezuela. Por increíble que parezca, a la casa del ahorcado llegaron en masa los vendedores de soga. Apareció en los medios un documento que llamaba a elegir una constituyente, salida salvadora y única a los males. Lo firma alguna gente relativamente nueva e inexperta, lo que se excusa, pero también varios de los principales culpables de la última “constituyente” que le entregó todos los poderes del Estado al Galáctico. ¿Volverá ese debate en su plenitud? Vale la pena imaginarse el espectáculo buñueliano.
La mujer barbuda
El país desabastecido, turbulento, escaso de alimentos, colas para comprar leche, la inflación más alta del mundo -las calificadoras de riesgo anuncian un inminente colapso económico- mientras el liderazgo político se ocupa de discutir como decía aquel abogado trepador que después se tragó el sistema de drenaje, que la “magna asamblea era originaria”, “sólo por debajo de Dios y el derecho natural”. La antipolítica y sus amigos configuran la concentración más grande de irresponsables que se conozca en el hemisferio desde que los neandertales quisieron exterminar al homo sapiens sapiens. Han dicho y escrito las más trágicas memeces que se conozcan, producen desastres y después vienen con su cara lavadita, sin dar explicaciones, como quien no quiebra un plato. Y parece que no se dan cuenta. Sieyés fue “el oráculo de la revolución” para los franceses de su época, redactor de la introducción a la Declaración de los Derechos del Hombre y padre intelectual de las ideas de la Constitución de 1791.
Sería divertido ver a estos jacobinos tropicales, conjugando eso de “los imprescriptibles, inalienables derechos” con el precio de la gasolina, la papa, la cebolla, la ausencia de harina. Lenin dijo que “cada país tiene el gobierno que se merece” ¿Será que cada gobierno tiene la (anti) oposición que se merece? Vendrá la solución del problema eléctrico y el de jubilados y pensionados con la constituyente, igual que la debacle de la educación, el déficit fiscal, que amenaza ser el más grande del mundo. “Hasta que se elija la constituyente” Venezuela no conocerá la felicidad. De nuevo una opereta de voces destempladas. Una novillada de feria, a cuya entrada está el escupe fuego, el tragasables, la mujer barbuda, el-hombre-que-arrastra-un-carro-con-los-dientes, el enano siniestro, una falsa gitana que lee la mano.
Una camisa de fuerza
Y en la arena el “piloto-torero”. El lugar común enseña que en cada una de las almas que hacen reír en el circo hay un drama y no hace falta que recomienden ver a Garrit. Pero este circo en particular tiene demasiados que ver. El país está virtualmente paralizado esperando -con el resuello de aliento que le queda- la gran solución, el abracadabra, la piedra filosofal, el vellocino de oro, la panacea, o como se le quiera llamar a la susodicha “constituyente”, con una inconveniencia: que ella además que no puede resolver nada, lo agrava todo y lo lleva al punto de lo desconocido ¿De qué manera supone que la susodicha constituyente exorcice problemas como la quiebra masiva de empresas y la informalización de la mano de obra, el bajo rendimiento académico y estudiantil, ínfimos salarios, número inflado de empleados y descenso de la calidad del conocimiento impartido?
¿Cree alguien que con ella se enfrenta la destrucción de Pdvsa? ¿Piensa que hay una vía posible distinta de la universal, de la que se ha ejecutado en todas partes, como es la racionalizar el ejercicio de gobierno, para salir del populismo? ¿Cómo cree que van a reaccionar ciudadanos sometidos a salarios de miseria cuando, después de años de insen sateces, de Mi delirio sobre el Chimborazo y promesas, las cosas estén peor. El país se mantiene tan sereno, que le hablan de eso y no entra en pánico, como sería lo normal, tal vez porque los que defienden semejante adefesio lo hacen con esa temible coherencia que retrata Buñuel en La vía láctea. Un señor muy serio disertaba sobre diversos temas ante un auditorio arrobado por la elocuencia que exhibía. En medio de la charla se presenta una ambulancia y cuatro enfermeros le colocan una camisa de fuerza y se lo llevan.