Las recientes actuaciones de la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, han demostrado que no todo es tranquilidad en la granja roja rojita. Hay otras manifestaciones públicas en la órbita del chavismo originario, y, probablemente, cientos de “nanoinfartos” internos de los cuales no nos enteremos. La embestida de la fiscal en contra de los exabruptos jurídicos del gobierno, mostró una falla geológica importante –en los próximos días veremos su profundidad y alcance real– que, por lo pronto, disparó las alarmas de la nomenclatura gobernante y desquició su sistema defensivo de descalificación y represalia.
Pero, la onda sísmica también alcanzó los suelos de la oposición y puso al descubierto –una vez más– la inmensa reserva de animosidad que tiene su sector más crítico hacia la dirigencia reunida en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Sus dirigentes, son ciudadanos bajo sospecha cualquiera sea su actuación, sus logros, o su porosidad para dejar pasar algunas de las posiciones adelantadas –fuera de juego– a las que son tan aficionados, los aficionados de la hipercrítica destructiva.
La reacción inicial con los primeros escarceos de la fiscal fue la del tarde piaste pajarito, para indicar que en la liturgia de los indómitos no se permite el arrepentimiento, y que por más Ave Marías que se murmuren, el pecado original jamás será redimido. La autarquía como credo político, la moralina de los autosuficientes, han sido características de todo tipo de sectas irredentas, satisfechas de sí mismas, siempre suspicaces con aquellos que viven en los extramuros de su pretendida probidad.
Cuando la fiscal pasó a mayores solicitando ante la Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) un antejuicio de mérito contra ocho magistrados de la Sala Constitucional, explotó en dosis nucleares la interpretación urológica-machista de la acción política.¡Esa fiscal si tiene cojines,no jose! ¡Debería darles vergüenza a los diputados eunucos de la Asamblea Nacional! (En este caso se entiende que las diputadas están exentas de dicha falencia). Y así volaban todo tipo de recriminaciones feroces en contra de la Asamblea Nacional (AN), desconociendo –muy convenientemente– las acciones ya emprendidas por ésta y consecuentemente desestimadas por el TSJ. Al fin y al cabo, los juicios de inspiración divina suelen ser sumarios.
La insurgencia de la fiscal, lejos de ser valorada como un nuevo logro del empeño de la MUD, ha sido utilizada para minar la relevancia de uno de los mayores logros de la oposición democrática: haber obtenido la mayoría en la AN. Al asedio del gobierno para anularla, para intentar sepultarla con una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), hay que añadir la labor de zapa que realiza un sector minoritario –pero muy corrosivo– de la oposición para desprestigiar a sus miembros y descalificar a la única institución democrática que todavía queda en pie en Venezuela.
Hasta hace nada dedicaron todos sus desvelos a demoler a la MUD, a enlodar a sus principales líderes con el mismo arrebato de la antipolítica de los años noventa. A por la AN, parece ser la consigna de hoy día.