No nos confundamos. Negligentes, irresponsables, incompetentes, ignorantes. Pero brutos no son. Saben bien lo que está pasando en Venezuela. Saben que los programas sociales, basados en obsceno populismo, ya no son ni lo que una curita a una herida de cuchillazo. La ministro de Salud sonríe con insolencia mientras declara pomposamente que el 100% Barrio Adentro está “full” en 17 estados. Ella, con su exagerado maquillaje, su tinte chino y sus muchos kilos de más, sabe que lo que hay es pintas y carteles frente a ambulatorios y hospitales pero allí, como en todo el país, la salud está ausente.
Bernal, con su desesperante seseo, declara. Habla de los Clap como si fueran la panacea universal y no lo que en rigor son, un placebo para el hambre del pueblo y una oportunidad para
sórdidos guisos. Las cifras que da no resisten análisis y auditoría. Pero Bernal, que de bruto no tiene un pelo, nos obsequia sonrisas.
Y así en todo. Por donde uno voltea ve colapso, farsa, mentira. Y pueblo sufriendo, hambreado. Y país convertido en sepulcro. Pasado pisoteado, presente magreado, futuro en veremos.
La patria llora. Lágrimas de sangre. Está herida. Necesita que nosotros, el pueblo, la defendamos de un gobierno que la ataca inmisericorde. La patria no es del gobierno. Pero Miraflores, Fuerte Tiuna y el palacio de justicia la tienen encarcelada. Le pusieron grilletes. Y la sacan en procesión para que la veamos convertida en prisionera del salvajismo. El poder pudo haber sido usado para construir. Pero no. El poder prendió sus motores para atacar a la patria. Para engañarla, vejarla, humillarla, someterla, destruir sus campos y sus urbes, apagar sus industrias, bajar sus santamarías. Asfixiar a sus gentes. Condenar a sus jóvenes al destierro. Y lograr convertir a Venezuela en orfanatorio.
Si nosotros, el pueblo, no defendemos la patria nos quedaremos como ánimas en pena que deambulan por el éter.
La patria nos reclama, nos llama, nos convoca. Y le dice a los vecinos del hemisferio y allende los océanos que ellos también deben actuar, por deber humano.
La patria tiene esperanza. Cree en nosotros, sus hijos. Me pregunto y nos pregunto: ¿la vamos a abandonar? La responsabilidad, apunto, es indelegable.
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