Por: Elí Bravo
Emigrar es de esas cosas que solo entiendes si las has experimentado, como un dolor de muela o un orgasmo. Te lo digo con conocimiento de causa. Empezar una nueva vida, crear una identidad, sentir el desarraigo y alejarte de los afectos es un profundo tránsito que llega al alma. Cada quien cruza a su manera el puente colgante entre el país natal y la nueva residencia, pero no importa de dónde vengas ni hacia dónde vayas, pues encontrar un lugar en el nuevo mundo que habitamos es quizás el reto más grande.
Hace unas semanas en Madrid compartí con casi doscientas personas mi conferencia Activa tu inspiración. Para la mayoría de mis coterráneos en España (lo mismo que en Colombia, Australia, Estados Unidos o donde sea, pues los venezolanos estamos dispersos por todo el planeta) la vida se ha convertido en un complejo proceso de reinvención. Un reto inesperado, una crisis no solo económica, sino sobre todo existencial. Emigrar ha significado encontrarse en una posición vulnerable por la obligación de replantearse el juego. Para muchos el presente no se desenvuelve en lo que quiero hacer sino en lo que consigo hacer. Si es que hay algo que hacer.
No es fácil. Para el emigrante construir una vida es más que una expresión. Es un parto cotidiano.
¿Tiene sentido hablar de inspiración y hacer realidad los sueños cuando una persona está en modo supervivencia? Claro que sí. Porque si algo nos brinda la fuerza interna capaz de sobreponerse a los obstáculos es tener un propósito de vida y trabajarlo.
Los primeros años de la emigración suelen ser los más duros, ya que la prioridad es el sustento económico. Garantizar una entrada para no comerse los ahorros (si es que existen) es más urgente que dedicarse a las cosas que más interesan. En ese período de ajustes el sacrificio es grande y, si hay un descuido, la rueda de la vida se traga los sueños que existieron antes de partir.
Sin embargo, esto no tiene que ser así. Abandonar aquello que nos inspira, que nos emociona, que les da sentido y profundidad a nuestras vidas, no tiene por qué ser el único destino posible.
Mantener viva esa chispa inyecta una dosis de energía en el nuevo mundo que habitamos y, si las condiciones presentes retardan el momento de encender esa llama, conviene recordar que todo cambia y toda acción comienza con un pensamiento. Hacer una nueva vida no significa enterrar tu esencia. Mantén tu atención en ese sueño y abre espacios para que se manifieste.
Por más de quince años he sido testigo de historias extraordinarias. Gente que emigró con un proyecto de vida y lo ha concretado. Un denominador común ha sido que jamás se rindieron (porque emigrar es a su manera una batalla, sobre todo interna) y supieron ver las oportunidades que se presentaban en el camino. Además, tuvieron constancia, paciencia y convicción en sus fortalezas. Como verás, son los ingredientes claves de toda persona exitosa, y hablo del éxito como la satisfacción de vivir alineados con nuestro objetivo. La plenitud que trae convertir los sueños en una realidad de vida.
¿Momentos de dudas? Por supuesto, pero ahí es cuando la inspiración se convierte en una fuerza vital y un GPS para no perderse en el camino aquí, allá o en cualquier lugar.