La democracia no se basa tan sólo en elecciones, pero sin elecciones no hay democracia. El finado era adicto a la popularidad. En ella basaba su poder. Era su droga. Por eso usaba los procesos electores para gritarle a los venezolanos y al mundo un sonoro “me adoran”. Al contrario, Maduro detesta contarse. Heredero de los pensamientos de Fidel y el Che, siente que las elecciones son un ejercicio fútil y que no se corresponde con la revolución. Así, aplaude a Ortega, quien llega a su cuarto mandato, terceto consecutivo, luego de una maroma que sacó de la contienda a los opositores y se apoltronó en la butaca presidencial con su esposa como vicepresidente, en un ejercicio patético de nepotismo. A Maduro, ya es obvio, no puede importarle menos la “opinión pública”. Le sabe a casabe mojado en carato de chayota que la gente no lo quiera. Sus números de popularidad caen como peñona y el rechazo crece como el monte en invierno. Y a él ni le quita el sueño.
Maduro no quiere elecciones. De nada. Ni de gobernadores, legisladores regionales, alcaldes o concejales. Tampoco en las universidades, sindicatos y un largo etcétera. Eso está claro. Aceptará, a regañadientes, comicios regionales y quizás municipales, previo inhabilitar a muchos candidatos que no se le arrodillen. Van camino a tomar acciones “legales”, vía tribunales sumisos, para sacar del juego a esos que cuentan con números suficientes para convertir sus en realidad. La estratagema contra Capriles está cantada. Al gobernador de Amazonas se lo van a volar. Y Falcón está guindando de una hebra. El CNE, a última hora de un día X, en medio de algún asunto de esos que acaparan la atención, anunciará la fecha de las regionales. La estrategia es hacer que la población, en medio de inmensas calamidades y privaciones, piense que las elecciones son intrascendentes, que no sirven para aliviar los tremendos dolores que padece el pueblo. E insistirán, para completar la perversidad, que cualquier gobierno que no esté en el cogollo madurista será un cero a la izquierda. Que no tendrá ni recursos ni poder para atender las necesidades de su estado.
La presentación de la memoria y cuenta del ejercicio presidencial del año 2016, por ante el TSJ en un acto violatorio de la norma constitucional, antes de ser lo que debió ser, a saber un reporte detallado de lo ocurrido en el periodo, lució como un cuento mal echado de la biografía de Maduro. Hubo momentos en los que parecía la lectura de un auto obituario. Calixto Ortega, con su papada insolente, cabeceó varias veces. No hay por cierto modo alguno en que los magistrados puedan conocer y evaluar con ojo profesional lo que haya sido plasmado en las frondosas carpetas de la memoria. No se puede equiparar a las salas del máximo tribunal con las comisiones de la Asamblea Nacional las cuales, por diseño, tienen en su seno diputados y expertos asesores para realizar el apropiado análisis. ¿Cuál de los magistrados puede sustituir a José Guerra, por sólo poner un ejemplo? Así, hacer que el TSJ sea la instancia que conozca de lo hecho (o mal hecho o no hecho) por el Presidente en 2016 es como si yo fuera la designada para evaluar los aciertos, errores y procederes (y desastres) del jefe de la unidad de investigación en energía nuclear del IVIC. No entendería ni una palabra. Pero, además, más grave aún, Maduro presenta el reporte ante su propio cogollo. Es decir, se paga y se da el vuelto. Todo esto obviando algo absolutamente elemental: se trataba de la memoria y cuenta del ejercicio del año 2016 y la Asamblea Nacional dictaminó o declaró el abandono del cargo recién el 09 de enero de 2017. Es decir, esto es una estupidez con patas. Tanto como lo es que el TSJ determine que la AN está en desacato, con lo cual resulta que el pueblo que eligió a ese poder está en desacato. Es tal el disparate que en las escuelas de leyes del mundo entero creen simplemente que esto es “jugando”.
El juego está lejos de terminar. En Miraflores, otros palacios y cuarteles creen que tienen a Dios agarrado por las barbas. Pero la realidad, esa que chilla por las equinas de todo el territorio nacional, se los llevará por delante. Que somos idiotas, pero no tanto.
@solmorillob