23 ex jefes de Estado y de Gobierno, en el marco de Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA) se han pronunciado desde México sobre el golpe de Estado sistemático que ocurre en Venezuela. Que muestra carácter terminal, según lo indican dichos ex gobernantes, luego de la convocatoria de una asamblea constituyente inconstitucional por Nicolás Maduro para ponerle punto final al voto universal, directo y secreto, única fuente y puerta de entrada a la experiencia de la democracia.
El punto de no retorno es el 30 de julio. Es la fecha en la que, según el Poder Electoral controlado por el propio Maduro, tendría lugar la selección “a dedo” y bajo su control de “sus” constituyentes. Desde entonces y de ello ocurrir, se instalará con fuerza totalitaria otra narco-dictadura en la región, sobre el calco de la experiencia cubana matizada. Así se lo han hecho saber a Papa Francisco, también, los miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana.
Los ex gobernantes, en su declaración que dirigen a los gobernantes de los Estados miembros de la OEA, reunidos desde el 19 de junio en Cancún, les intiman con seriedad, sin cortapisas: “Todos los gobiernos de la región están llamados a asumir un comportamiento consistente con su adhesión a la Carta Democrática y con los más esenciales sentimientos de solidaridad y humanidad. Nadie, en este aciago momento para Venezuela, puede ser indiferente al grito de protesta de la gente en la calle, al dolor infligido a quienes pacíficamente desafían las acciones represivas, al llanto de las madres por sus hijos asesinados, a las escenas de hambre que golpea a los niños, a la plegaria de quienes en las cárceles siguen resistiendo la injusticia de su detención aferrados a la esperanza de que la comunidad internacional finalmente les escuche”.
El texto de la declaración, que recuerda las 72 víctimas fatales provocadas por el narco- régimen venezolano en su ola represora de los dos últimos meses, precisa al término que “nadie puede ser indiferente al sufrimiento de Venezuela; mucho menos los máximos representantes de los pueblos de nuestro hemisferio quienes miran con indignación y estupor la inexplicable inacción de algunos de sus gobiernos”.
Cabe, pues, refrescar la historia olvidada y señalar el carácter agonal que tendrán ambas reuniones de la OEA – la de Consulta de Cancilleres y la Asamblea General – ya que pueden marcar un antes y un después, para ella y para las Américas.
Puede o no cerrarse allí un capítulo ominoso, todavía atado – aun cuando parezca increíble – a los odios de la izquierda irredenta que no alcanzan despejarse con la caída del Muro de Berlín y el fin de la bipolaridad a finales del pasado siglo. En el caso de América Latina, alude a las frustraciones incubadas por dicha izquierda luego de fracasar su insurgencia armada de los años ’60, en un maridaje morganático de algunos venezolanos con la Cuba de los Castro.
El Socialismo del siglo XXI, que luego se cuece como experimento en la Caracas de Hugo Chávez y se expande hacia la región polarizando sociedades, haciendo renacer la perversidad del populismo: la banalización del sufrimiento, no es, a ciencia cierta y como hoy se demuestra, otra cosa que un parque jurásico con facturas por cobrar, pero adornado con la ingeniería del siglo XXI narciso y distraccionista.
En 1964, a raíz de varios hechos puntuales previos y sucesivos – la ruptura entre Rómulo Betancourt y Fidel Castro, pues éste le pide al primero, sin lograrlo, petróleo venezolano gratuito, en 1959; la protesta de Betancourt contra Castro por sus fusilamientos y la condena de la OEA a Cuba, en 1960; la expulsión de Cuba en Punta del Este, en 1962, a pedido de Colombia, por sus injerencias en la región; la emergencia del movimiento guerrillero en Venezuela, apoyado con armamento cubano, y la otra condena a Cuba, en 1964; y finalmente, la invasión armada frustrada de Cuba al territorio venezolano, en 1967 – le hacen decir al presidente Betancourt, con talante premonitorio de lo actual, lo siguiente:
“Fácil resulta explicar y comprender por qué Venezuela ha sido escogida como objetivo primordial por los gobernantes de La Habana para la experimentación de su política de crimen exportado. Venezuela es el principal proveedor del Occidente no comunista de la materia prima indispensable para los modernos países industrializados, en tiempos de paz y en tiempos de guerra: el petróleo… Resulta así explicable cómo dentro de sus esquemas de expansión latinoamericana, el régimen de La Habana conceptuara que su primero y más preciado botín era Venezuela, para establecer aquí otra cabecera de puente comunista en el primer país exportador de petróleo del mundo”.
A partir de 1999, de manos del soldado felón a quien sucede como causahabiente un colombiano trucado de venezolano y formado por los Castro, Cuba logra su objetivo. Hace del andamiaje público venezolano – explotando la coyuntura y usando de los votos que luego desprecia al perderlos – su holding para el negocio del narcotráfico; ese que luego expande a Bolivia, Argentina, Nicaragua, Ecuador, y tiene como socio principal a las FARC de Colombia. Esa es la cuestión que hoy tiene entre sus manos la OEA y mortifica a los expresidentes.
No es un asunto ideológico – como reza el texto que leyera el arzobispo Diego Padrón ante el Santo Padre – entre izquierdas y derechas. Es algo más penoso y diabólico, mutación de la Cuba comunista del siglo XX, apoyada en la realidad global, a saber, el dominio en la política del relativismo moral. El secuestro por el narco-terrorismo y sus cárteles de los poderes de un Estado para oprimir a las mayorías que les rechazan y lograr con ello se les acate. Se les respete bajo las leyes del miedo y el chantaje a los gobernantes.
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