Hay un cambio fundamental en la correlación de fuerzas del país: la mayoría en la Asamblea Nacional obtenida en 2015 exhibió ante el mundo que las fuerzas democráticas representaban al país real. Un triunfo apoteósico que se hizo posible porque los candidatos y los partidos tuvieron el coraje de jugarse el físico para buscar los votos y defenderlos. Esa mayoría ganada en medio de tensiones y desafíos, gracias a la participación en el proceso electoral contra todo chantaje, es lo que hoy crea la esperanza. La MUD merece un caluroso reconocimiento por ello. Durante mucho tiempo, la revolución se encubrió en el argumento, compartido por la comunidad internacional, de que se trataba de un gobierno popular, que trabajaba por las reivindicaciones de las mayorías. Por eso su líder, un moreno que “venía de abajo”, se enfrentaba con valor a un bloque reaccionario de blanquitos y pudientes.
Ese bloque reaccionario, apaleado electoralmente o abstencionista, se resistía por la violencia a abandonar privilegios y para eso intentaba sucesivas modalidades de golpe de Estado. Tal tendencia de opinión en el mundo –tuve que discutirla en una ocasión nada menos que con un alto funcionario de la Embajada norteamericana– se confirmaba con diversos hechos de fuerza que no vale la pena repetir, pero que cerraron con broche de oro con el retiro de las candidaturas parlamentarias en 2005. “¿Quién les va a creer que son demócratas si tienen miedo de enfrentarse a la evaluación electoral?… ¿Qué clase de democracia es la que Uds. practican?”, me espetó una vez una conocida periodista italiana. Por eso la ruda batalla contra el abstencionismo y todas sus tontas derivaciones tenía una importancia estratégica esencial y era necesario ganar, independientemente de los abusos del gobierno y del CNE.
Virtuosamente terca
Se ganó agónicamente, por un pelo, en 2007, 2008 y en 2010, pero en 2015, ocurrió el deslave, gracias a la constancia y la terquedad de una oposición que no se arredró ante los insultos y calumnias de la guerrilla off-shore. Hoy la existencia de esa mayoría parlamentaria ha creado una crisis política como nunca había existido y el gobierno se propuso desmontar la Asamblea Nacional, reducirla, cosa que intensificó la crisis y encendió las alarmas en la comunidad internacional, porque el Legislativo es la esencia de la democracia. Gracias a eso hoy el Vaticano, la OEA, Mercosur, la Unión Europea, los expresidentes iberoamericanos, los parlamentos, los gobiernos, saben que la amenaza totalitaria no es un cuento de escuálidos resentidos, sino una realidad que la sociedad venezolana resiste.
Y que no se quiere una solución militar, sino democrática, electoral, constitucional, pacífica. Gracias a la existencia de la MUD y los partidos políticos, tan odiados por la oposición de la oposición, el malestar social se traduce en votos y las acciones de los treinta partidos que la conforman no son obra de la inspiración de ningún genio del teclado. Ellos hacen posibles eventos como las movilizaciones del 26-O y el 1-S, que dejan sin piso social al grupo dominante. El gobierno son ocho personas que no gobiernan, porque no enfrentan la megadevaluación, la hiperinflación, la toma del país por grupos irregulares, la escasez, y su única iniciativa es la violencia contra la gente que reclama una vida decente. La Unidad ha recuperado la iniciativa, está a la ofensiva y juega duro con las dos decisiones que ha tomado para lo inmediato.
Negociar y acordar
Al mismo tiempo, los dirigentes han hablado de conjugar diversas expresiones de lucha cívica y pacífica. Un paro nacional limitado de doce horas, será una nueva demostración de fuerza, y después una concentración frente a la sede del Poder Ejecutivo, pero antes de eso existe la posibilidad de iniciar negociaciones sobre el conflicto, opción con la que están comprometidas realidades políticas como la Unión Europea, el Papa y el gobierno norteamericano. Lo deseable sería que antes del 3 de noviembre las partes puedan establecer el comienzo del proceso de restitución de la mayoría calificada de la Asamblea, la escogen-cia de un nuevo CNE, la libertad delos presos políticos, la elección de go-bernadores y adecentar el TSJ, y hacirculado la propuesta de elecciones generales. No tiene racionalidad que se quieran plantear como condiciones previas las que a toda iluminación deberían ser producto del entendimiento entre las partes.
Se sabe lo que significa la presión de las gradas, que suelen defender posiciones inflexibles. Desde la eternidad, ni en la política ni en la vida se puede conceder todo el tiempo ni presionar todo el tiempo y es necesario conjugar ambas cosas. Hay que hacer puentes con los chavistas que manifiestan su relación crítica con la cúpula y al tiempo despejar las vías para que el gobierno tenga opciones en el marco de la ley, porque de no ser así, se abre la espita para emergencias de fuerza que podrían complicar en vez de resolver la situación. El control debe estar en manos de la política y no de los fusiles y debe producirse una pacificación, sin terrorismo judicial, con un nuevo gobierno que se dedique a resolver problemas, que son demasiados. Con mano izquierda hay grandes posibilidades de anotar y ganar el juego.
@CarlosRaulHer