Inicio por decir que no creo que esto sea un episodio menospreciable y que haya sido una muchachada, como podemos caer en la tentación de definir. Muchachada es decorar el colegio con papel tualé mojado o meterse todos los alumnos en un armario para que cuando el profesor de Latín llegue encuentre el aula vacía. Muchachada es algo inocuo, que puede quizás irritar un poco, pero nada más. Este no es el caso. Entonces cabe hacerse preguntas y plantearse reflexiones.
Por profesión (o deformación profesional) veo puntos a evaluar: 1. Los hechos. 2. Reacción y no reacción en el momento. 3. Reacción de los públicos al enterarse de lo ocurrido. 4. Reacciones a las reacciones de los públicos. 5. Lo que se pudo evitar. 6. Lo que puede/debe pasar en el post. 7. El aprendizaje social.
Hablemos de cada punto. Con franqueza pero con respeto y sensatez.
Un estudiante de cuarto año de bachillerato, con ocasión del Halloween, se trajea de Hilter y baja por una escalera. Abajo en el patio del colegio donde tiene lugar toda la escena, una veintena de jóvenes o acaso un poco más levantan el brazo, en lo que es universalmente conocido como un código corporal de aprobación y anuencia a Adolf Hitler y sus planteamientos del Nazismo. Ese código corporal ha inundado las retinas del planeta desde la aparición en escena de Hitler en el tercer decenio del siglo XX, no sólo por obra de su propia propaganda sino por la nutrida filmografía que ha tratado el tema desde entonces hasta nuestros días. El Sieg Heil es tan poderoso como la svástica. De hecho, ambos son de las representaciones políticas visuales más difundidas e implantadas en el consciente, subconsciente e inconsciente que ha producido la Humanidad. El estudiante baja por la escalerilla, los estudiantes hacen el Seig Heil, él atraviesa el patio. FIn.
¿Sátira? ¿Parodia? ¿”Performance”? Pongamos como hipótesis que esa fue la intención del estudiante. Más aún, que su propósito era procurar un experimento socio teatral para, quizás, poner de relieve el peligro de una sociedad a la que un caudillismo muy perverso guió para cometer atrocidades sin fin. Lo compro. Compro que tal vez su gesto estuvo inspirado por la mejor de las intenciones. Y entonces cabe preguntarme y preguntar. ¿Este muchacho no sabe de historia, no sabe de teatro, no sabe de ciencias sociales, no ve televisión, no ve películas, no ha leído las grandes obras que se han escrito sobre la Segunda Guerra Mundial? ¿En 4to año de bachillerato, a nada de entrar en la universidad? Me pregunto si este estudiante y quienes alzaron su brazo en Sieg Heil pasarían un examen de conocimientos sobre Hitler. Me pregunto también si el sistema educativo no tiene como función primordial no sólo la transmisión de conocimientos sino también el enseñar a los jóvenes el pensamiento integral. Dirán algunos que exagero, que esto no fue sino una echadera de broma en el espíritu de Halloween. Hay asuntos que no toleran ni resisten eso que llaman “echar broma”. Me pregunto: ¿se les ha enseñado a estos jóvenes en qué consiste la tradición de Halloween, sus orígenes y razón de ser? ¿Acaso Halloween es vendida como acto trivial y fecha libre para decir y hacer lo que a uno le dé la gana? Los cerebros de estos jóvenes, ¿tienen meridiano que todo tiene causa y consecuencia? ¿Se paseó el estudiante trajeado de Hitler en las implicaciones psicológicas y sociológicas de su “montaje” y que podría ser interpretado como banalización de algo espantoso que ocurrió en el siglo XX y cuyas repercusiones aún pesan sobre las espaldas de la Humanidad? ¿Hay acaso que festejar la espontaneidad y además enmarcarla dentro de un (equivocado) concepto de libertad de expresión?
Alguno de los presentes grabó el “episodio” y lo distribuyó por las redes. Sí, esas redes que hoy sabemos son incontrolables, tierra de nadie. No sabemos si lo hizo con intenciones de denunciar (porque le pareció reprochable) o si lo estimó como algo muy bueno que merecía ser difundido a los cuatro vientos. No sabemos tan siquiera si antes de difundirlo, hizo algo relativamente fácil y que no duele: pensar.
Paulina Gamus, una mujer venezolana de indiscutible altura moral e intelectual, reacciona desde la grandeza, desde la comprensión de su dolor personal (Paulina es judía) pero también desde la preocupación de alguien que bien sabe el gravísimo daño que el nazismo hizo a la Humanidad y no sólo a los judíos. Es decir, reaccionó con presteza, como un ser humano atento a los errores peligrosos que si no son descubiertos, alertados y atendidos a tiempo pueden tener consecuencias impredecibles. La respuesta del colegio fue un comunicado que se limitó a expresar disculpas desde el punto de vista (enorme pero limitado) de la cuestión judía. Es decir, ¿Paulina Gamus entendió la totalidad de lo ocurrido y el colegio apenas vio la mitad?
Vuelvo a ver el vídeo. Los muchachos que levantaron el brazo en Sieg Heil, ¿fueron parte del montaje? ¿O fueron animosos aplaudidores inconscientes a quienes el asunto les pareció divertido? El joven que hizo de Hitler, tiene 16 años y está en 4to año de bachillerato. Los que estaban en el patio, más o menos de la misma edad. Si a esa edad y en ese nivel de la educación formal no se puede medir lo grave/ofensivo/conflictivo que es “vestirse” de Hitler, hay falla grave. Falla de la sociedad educadora, falla del sistema de chequeos y balances. Un segundo comunicado, esta vez suscrito por el joven, ofrece disculpas. Pero sus explicaciones resultan insatisfactorias. Luce más como una reacción a las reacciones en las redes (algunas de ellas bastante desagradables, insolentes, inapropiadas e inútiles).
Paulina, en su enorme calidad moral, acepta las disculpas.
Evaluemos. En toda comunicación hay una premisa básica: no es lo que yo digo, es lo que la gente hace con ello. ¿Le estamos enseñando eso a los jóvenes? Se llama Etica de la Comunicación. Y en esta sociedad de redes eso no puede ser materia de estudio reservada a los Licenciados en Comunicación. La libertad de pensamiento y expresión supone un alto nivel de responsabilidad. El comunicador se hace responsable de lo que comunica. Las sociedades que progresan no son las que tienen menos normas; son las que se hacen de buenas normas y las respetan. Uno se hace preguntas: ¿dónde queda el “eso no se hace, eso no se dice”? ¿Será que confundimos libertad con anarquía? Todas las estructuras del mundo tienen normas. Los medios tienen manual de estilo. Si yo lo violo, no es censura. Si quiso ser crítico, bien. Pero ¿consultó? ¿O se creyó el papa de los helados? Si los que somos profesionales y tenemos muchos años de experiencia igual consultamos, ¿será que no le estamos enseñando a los jóvenes que consultar no es una muestra de debilidad sino más bien de inteligente fortaleza? ¿Les enseñamos a los muchachos que las palabras y los gestos deben ser cuidadosos, pues traen consecuencias? Este joven, ¿acaso no sabe que un “performance” tiene principio y cierre. Si no, no es un “performance”. Y no, no tiene que ver con corrección política o con libertad de expresión. Tiene que ver con algo fundamental que quizás no enfatizamos lo suficiente: el ser humano tiene un cerebro diseñado para la reflexión previa y cuando no la usa la posibilidad de error y daño crece exponencialmente.
Darle base por bola y suponer que es suficiente un par de cartas de disculpas es no entender la gravedad de lo que nos pasa como sociedad. Podemos como sociedad darle base por bola a esto. Con lo cual será un episodio que se suma a los muchos dolores, errores y daños sociales . Lo peor que uno puede hacer con un error es no corregirlo. La teoría del “dejarlo así” aumenta el error.
Hago modestamente algunas recomendaciones. Vendría muy bien hacer una serie de charlas sobre el tema de la Segunda Guerra Mundial. Crear un concurso de ensayos. Que los estudiantes lean, indaguen, estudien, analicen, escriban. Hacer un ciclo de cine foros con películas y series que han ahondado en el tema de Hitler y el nazismo. Hay muchas y muy buenas. Agrego, dado que parece que algunos jóvenes muestran interés por las tablas (lo cual festejo), vendría muy bien un seminario sobre las diferentes formas del teatro. Y para completar, sugiero un seminario sobre la nueva comunicación en el mundo de las redes. En Venezuela abundan los expertos en todas esas áreas que estoy segura se sentirían más que dispuestos a colaborar incluso sin cobrar para cubrir estos temas en un ambiente de altura intelectual y moral.
Termino dándole gracias a Paulina. O a la vida, por habernos dado el privilegio de tenerla.