Por: Carlos Raúl Hernández
Luego de la Navidad, procede el regreso al planeta donde lacerantes navajas vuelan inexorables. Las reuniones con amigos queridos y familiares, distrajeron por un rato la conciencia del peligro que socava las bases de la residencia. Es criterio casi sin duda entre economistas venezolanos, extranjeros y calificadoras de riesgo, que la economía entró en barrena. No se trata de que el país va hacia una crisis, para usar mejor el lenguaje, sino que está en ella. El asunto no es ya cómo evitarla sino cómo salir y eludir el crackdown. Sartre decía que el discurso político solía anunciar terribles conmociones, para dar al cabo el bálsamo emocional: “todo esto ocurrirá, a menos que… ” y venía la receta salvadora que, naturalmente, era la que proponía el interlocutor.
Las mujeres en religiones antiguas son “malas” y siempre las crean adventicias. Dice Hesíodo que Zeus hizo de barro a Pandora, la primera mujer, bella y seductora, pero puso en su equipaje todas las desgracias de la Humanidad. Ella para cumplir su designio las deja salir del ánfora, en cuyo fondo se encontraba la Esperanza, lo que hace difícil saber si era uno de los males, o la fuerza para enfrentarlos. No es futurología, sino que los indicadores dibujan que la dramática tarea de hoy es tomar medidas ante la inminente explosión, el colapso, una especie de Viernes Negro pintado en la pared. No podía ser de otra manera. El esquema económico revolucionario copia todas las experiencias fracasadas del continente y del mundo (sin ninguna vergüenza invocan hasta a Mao), ha sido siempre inviable y sobrevive sólo a cambio de la destrucción de la actividad productiva nacional, las importaciones, convertir Pdvsa en un coleto y reducir la gente a la mendicidad.
Medidas aisladas son lo peor
Las demenciales elucubraciones del Galáctico desbarataron al país que tuvo la oportunidad de convertirse en el nuevo Dubai, y derrocharon una fortuna incalculable, malbarataron un milagro enviado para la felicidad de sus ciudadanos. Hoy Venezuela es la vergüenza de América Latina, como Cuba y Haití. Precisamente en noviembre, mes de los saqueos controlados y la imposición de precios, la inflación fue de 4.8%, el doble de varios países latinoamericanos en todo el año, y 54% la acumulada en 2013, la primera o segunda del mundo en el mismo periodo, mientras el déficit fiscal pasa de 20%. Eso ocurre en los 15 años de mayores ingresos en la historia “patria” y posiblemente de Latinoamérica en términos relativos. Giordani ha logrado una devastación sin precedentes, del libro Guinness.
Sin decoro ni responsabilidad hablan aun de “guerra económica” y demás desatinos, -que los demás gobernantes socialistas latinoamericanos ven con sorna- mientras corren noticias de devaluación, aumento de precios y tarifas, entre ellas la gasolina. La perspectiva es espeluznante porque tales acciones serán un desgraciado intento de apagar el fuego con kerosene, si no corresponden a un programa global de estabilización y reforma que someta la inflación y la devaluación, racionalice el despilfarro y la corrupción del gasto público, y ponga el país a crecer con capitales nacionales y extranjeros. Nunca se será suficientemente enfático en esto: si el gobierno pretende tomar medidas sueltas, es mejor que no haga nada, porque el efecto será peor. Durante la década de los 80, Latinoamérica despertó de la pesadilla de los desequilibrios macroeconómicos.
“Peor que nada”
Hoy sólo perviven en semejante avatar este desventurado sketch revolucionario, y Argentina, fracasada desde que Perón desgració la que estaba entre las tres economías más poderosas del mundo a comienzos de los cincuenta ¿Hasta dónde correrá Venezuela la senda de esa desgracia? ¿Hasta cuándo el demonio de las ideologías derogadas, los fantasmas familiares, la estulticia, la barbarie, la incapacidad para ejercer el poder en beneficio y no para infortunio de la gente, tendrán dominio del gobierno? El perjuicio que Perón hizo a Argentina le impidió en seis décadas sacarse de la sangre la espiroqueta pálida del populismo, aunque Brasil, Chile, Panamá, Uruguay, Colombia, Perú y casi todos los demás lo lograron y hoy son sociedades que superan la pobreza, enterraron la inflación y la devaluación en el cementerio de los olvidos ¿Cuál será camino que escogerá el gobierno?
¿Podrá el país superar el drama creado por un irresponsable que lo envenenó, o la ponzoña quedará encarnada y se transmitirá a las siguientes generaciones de líderes? Se podrá superar la sífilis ideológica populista que llevó a la elite dirigente a incubar “el huevo de la serpiente” en la ofensiva contra el programa de reformas de Carlos Andrés Pérez (89-93), su descarrilamiento por Caldera (94-99) y luego la entronización del Galáctico (99-13). Luego de sus decepciones, a los bienintencionados se les oyó decir, a cordón de zapato argumental, que “la revolución no se le puede negar que puso en agenda el tema de la pobreza”, lo que resulta aún más ingenuo que el apoyo que le dieron. La experiencia histórica demuestra que cada vez que se produce una emergencia populista caudillista, es para, al final, envilecer la vida de los pobres al extremo. Precisamente llevarlos al infierno a nombre de su “redención”. Ojalá el gobierno y la oposición puedan acordarse en que ofrecer paraísos a bajo precio, lo que proporciona es un impagable infierno.