Por: Jean Maninat
Sin duda, el hasta hace nada indetenible partido político español, Podemos, merece ser seguido con detenimiento para intentar descubrir la clave de la ola de opciones políticas alternativas que ha surgido en tiempos recientes. (Para Venezuela tiene un especial atractivo, si se tiene en cuenta la huella dactilar ideológica que el socialismo del siglo XXI le dejó impresa en el ADN).
La historia es conocida. Se trata de un partido concebido, in vitro, por un grupo de profesores, politólogos en su mayoría, de la Universidad Complutense de Madrid. La fórmula era multicolor -como Lucy in the sky with diamonds-, una pizca de movimiento indignado y promesas populistas por aquí, una cucharadita de ambientalismo por allá, un puñito alzado y vivas a la revolución cubana más acá, un asesoramiento en euros constantes y sonantes a los gobiernos del Alba calladitos al voltear, y muchas, pero muchas loas para el comandante eterno por todos lados. Ah… y un par de Converse.
Pero la política suele trastornar a sus oficiantes -pregúntele a Shakespeare-, tiene sus modos, usos y costumbres. No es un oficio de laboratorio y los buenos deseos solo preñan a medias. Antes de lo que espabila un indignado loco, los fundadores de Podemos ya estaban echando por la borda todo lo que les hiciera ruido demoscópico, negando tres veces, y las que hiciera falta, su culto al comandante eterno, no era Cuba el faro, ahora sus referencias estaban en la socialdemocracia escandinava. En el camino, tiraron -con el sonido de un puñado de duros caídos rodando por el suelo- al altivo Juan Carlos Monedero.
Hace un par de días el diario El País de España, resaltaba el destierro al que había sometido Pablo Iglesias algunas ideas populistas con las que había logrado un tremendo envión en las parlamentarias europeas. La renta básica universal y los impagos de la deuda -dos de sus ideas bandera- desaparecieron del programa que presentó para las elecciones autonómicas del 24-M. Según el diario español estaría “buscando como contentar a la mayoría moderada sin decepcionar a sus bases”.
No es una ruta novedosa para un equipo político con ansias de recambiar lo existente, ni a la izquierda ni a la derecha. En Grecia, Alexis Tsipras, primer ministro y líder del partido izquierdista Syriza, una vez en el poder, ha topado con una dura realidad menos condescendiente con su programa original que los votantes griegos. La primera víctima fue el díscolo ministro de finanzas Yanis Varoufakis llamado a capítulo por su jefe para tratar de calmar los ánimos de los socios comunitarios. En Francia, el Frente Nacional (FN), cabeza visible de la xenofobia derechista, viene de sacrificar políticamente a su emblemático, pero corrosivo, líder fundador Jean Marie Le Pen. La encargada de apartarlo del partido fue su hija, Marine, presidenta de la organización. ¿Qué hay detrás del parricidio? Moverse hacia el centro del tablero.
Es difícil determinar con certitud sí tales movidas responden a un deseo sincero de rectificación política o se trata de maquillaje preelectoral para ganar voluntades. La historia está llena de políticos y organizaciones que han sabido rectificar y gobernar en consecuencia y otros que no. Lo que pareciera ser cierto, es que el populismo puede encantar al elector, pero a la larga es una tragedia para el ciudadano, ya de regreso a la realidad una vez pasada la euforia del triunfo pasajero.
Ojalá y el tránsito de Podemos hacia posiciones más responsables sea cierto, ojalá lo dejado en el camino se quede en el camino y le permita madurar como opción política sin renunciar a lo elemental: la defensa de la ciudadanía y la democracia. Con un poco de suerte, los nuestros se enterarían y saldrían de su destructivo ensimismamiento.
@jeanmaninat