Por: Laureano Márquez
Cuando este tiempo pase —porque pasará— y la historia de este momento sea escrita —porque lo será— no desde el ventajismo de la verdad oficial impuesta por el control de los medios, el miedo y la mentira, sino desde la distancia histórica, más serena y sopesada… Cuando Venezuela se construya sobre ideas de tolerancia y respeto, progreso y paz —porque será construida—; entonces, cuando ese momento llegue, se mostrará a plenitud la importancia de la lucha que el movimiento estudiantil libra en este doloroso tiempo y sus hijos se sentirán orgullosos de los que sus padres hicieron por la democracia y la libertad.
“Me gustan los estudiantes porque son la levadura del pan que saldrá del horno con toda su sabrosura”. Y me gustan por la honestidad de sus principios, por la tolerancia y el respeto de la lucha que libran. Me gustan por su ingenio, por su inteligencia para vislumbrar lo que ha de ser el país con una lucidez que —en sus escasos años— uno no espera. Me gustan los estudiantes porque hablan de un nosotros incluyente y respetuoso; por su compromiso con la paz y la no violencia. Me gustan los estudiantes porque están conscientes de que esta lucha es por la supervivencia del alma, por no transformarnos en aquello que nos indigna y nos oprime. Me gustan los estudiantes, porque más allá de los avatares del presente están ya diseñando en sus cabezas el futuro que esperan y merecen. Porque no se resignan; porque tragan gases y siguen adelante; porque tienen más ideas que palabras, más futuro que pasado.
Me gustan los estudiantes porque me recuerdan que nuestros hogares no fueron tan malos si produjeron gente tan hermosa y sensible como ellos; porque este país no fue tan absurdo si la idea de democracia ha logrado sobrevivir como una llama encendida en sus corazones. Me gustan los estudiantes porque cuando les quitan la ropa para deshonrarlos, uno no ve a un estudiante desnudo, sino a un emperador revestido con el traje de la dignidad y el decoro. Me gustan los estudiantes, porque padecen las iniquidades de la lucha política sin desmoralizarse, sin desanimarse; porque me recuerdan que yo fui como ellos, pero que ellos son mucho más que yo cuando era como ellos; y siento entonces que pasado y futuro no están tan distantes como parece. Me gustan los estudiantes porque me llenan de esperanza cuando el desánimo me vence; porque me reconcilian con el hombre en momentos de cinismo y maldad en acción; porque me iluminan el camino cuando siento que la noche es larga aún y tarda en amanecer; porque me hacen sentir el deseo de ser mejor persona. Me gustan los estudiantes porque los escucho hablar y se me dibuja otro país en el alma. Me gustan los estudiantes porque, parafraseando a Andrés Eloy Blanco: viviendo están los años más sucios de la historia, pero van a sobrevivir y será su tiempo “el tiempo de la virtud triunfante, de la justicia erguida, donde la voz alcance la libertad del sueño”.