En simultaneo, a saber, todo arrejuntado, veo en tv las diversas participaciones del Papa en su visita a Estados Unidos, soporto estoicamente las entrevistas a Donald Trump y leo el comunicado exótico de Conatel y la elegante misiva de César Miguel Rondón. La contradicción se me encarama en el alma sin piedad ni conmiseración algunas.
Hasta dónde y cuándo se puede colar la necedad, la torpeza y la incapacidad intelectual y mezclarse impunemente con la franqueza, la altura moral y las neuronas usadas para algo más que mero adorno. Es una pregunta rara para que la que no consigo respuesta.
El Papa habla y la vida se me tiñe de esperanza. Escucho a Donald Trump y siento vergüenza de la especie humana. Leo el insolente comunicado de Conatel y la paciencia se me escurre por los orificios de mis bolsillos perforados por la inflación y el país escachapado. Leo la respuesta de César Miguel y me reconcilió con esta profesión de periodista y escritor que compartimos y a la que nos debemos por algo más que un título universitario refrendado y sellado. Esa respuesta me hace recuperar el aire que sentí perder con la lectura de las tan mal escritas líneas de Conatel.
No escribió César Miguel algo que ya yo no supiera de su vida personal, pero, caray, qué bueno fue leerlo de su puño y letra, con esa dulce elegancia que le caracteriza y que, sin embargo, muestra de cuerpo entero la reciedumbre de su carácter y la negativa a rendirse y vender su alma más venezolana que el araguaney.
Lo que algunos no entienden, porque no quieren y porque no pueden, es lo que significa César Miguel en la vida de millones de venezolanos anónimos. Me refiero a los millones de ciudadanos que en territorio tricolor o fuera de él escuchan y leen a César para informarse, para reflexionar, para intentar entender por qué duele tanto el cuerpo y el pais, y, también, para armar el rompecabezas de piezas rotas, para halar la cuerdita endeble de la que la que guinda lo poquito que nos va quedando de esperanza.
El ataque entonces no es contra César. Es contra esos millones que lo leen y escuchan. Esos millones de seres humanos diversos, multicolores, todavía esperanzados. Que buscan y no encuentran. Que no se dejan derrotar. El ataque es contra lo que esos millones representan para un régimen que reinventa todos los días nuevos modos de intolerancia.
El Papa habla. Junta, une, integra. La promesa básica de Donald Trump es destruir, construir la nueva sociedad de la nadería trajeada de capas de oro para disfrazarla y que parezca que tiene sentido y contenido. El comunicado de Conatel es la mera expresión del fanatismo de encumbrados poderosos. Nada que agregar al portafolio de pensamientos. Nada en ese texto es rescatable. Nada que justifique el gasto de tinta y papel. O que al menos permita comentarlo a los muchachos en las universidades como no sea para advertirles que mucho costó la democracia como para que sigamos permitiendo que la mancillen.
Y en mi cabeza retumba de la carta de César ese “Venezuela , Venezuela, Venezuela…”. Fue mi profe en la universidad. Y me sigue enseñando. Gracias, César.
@solmorillob