Por: Jean Maninat
A la final, José Luis Rodríguez Zapatero, ha jugado un papel mucho más determinante que el que muchos le atribuyeron en un principio. Quienes juraron por el Santo Grial que el expresidente español nada tenía que ver con la medida de casa por cárcel otorgada a Leopoldo López, luego escondieron su ridículo tras un silencio de no estoy en casa. El preso más famoso del mundo –como algunos lo denominan– regresó a los suyos de la mano del dirigente socialista, suponemos que para tranquilidad de la militancia de Voluntad Popular (VP) y sus muchos seguidores.
Hace unos días regresó de nuevo Zapatero a Caracas, las alarmas se prendieron, el aire se llenó de un perfume de flor de cuchillo y sobre el personaje cayeron las más terrible maldiciones gitanas y las cuchufletas más corrosivas del inventario local. Para una parte importante de la oposición el personaje está bajo permanente sospecha, haga lo que haga, dado el secretismo que la naturaleza de sus tareas impone. La ya célebre reunión de factores de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en la casa por cárcel de López se dice fue precedida por una visita de Zapatero de la cual hay mil versiones diferentes, todas salpimentadas de suspicias y resquemores.
El fiasco del intento de diálogo de 2016 al cual la MUD asistió sin convencimiento alguno, más bien vergonzantemente, contribuyó a rayar cualquier aproximación a una conversa, plática, encuentro, y ni que decir negociación alguna con el gobierno. Tal animadversión ha sido aprovechada por un reducido –pero estridente– grupo de la oposición para contrabandear la trampa de que negociar es traicionar.
Afortunadamente, ha primado el sentido común y con sus bemoles, sus acotaciones, sus precauciones, se abre paso el convencimiento de que la salida a la crisis política, económica y social que vive el país tiene que ser negociada. Así ha sido recomendado por todos los gobiernos que de buena fe se han manifestado sobre el “caso venezolano”, y ese exhorto acompañará cualquier declaración firmada o intervención divina que se lleve a cabo en el futuro cercano.
Quienes en la MUD confiamos, guardamos la esperanza de que sus líderes estén preparándose para conformar un equipo negociador altamente calificado, políticamente sagaz y asesorado por expertos internacionales en la materia. Pero, sobre todo, con el convencimiento suficiente para no dejarse amedrentar por la bulla narcisista de la primera fila.
Pase lo que pase el domingo, cualquiera que sea el resultado de las acciones de protesta planificadas por la oposición en los días que corren, la crisis no se resolverá en un instante y es muy probable que, por el contrario, se agrave cada vez más. Si el gobierno insiste –todo indica que lo hará– en poner en marcha su particular Constituyente sólo logrará profundizar el rechazo mayoritario que hoy tiene en el país. Un paso más hacia el abismo.
Si, por el contrario, el gobierno estuviese preparado para negociar –tal como algunos informes sugieren– habría que preparar la mesa, escuchar y consultar a todos los factores de la oposición, (incluso al narcisismo irredento de la primera fila. Noblesse oblige) y sentarse, con la vejiga vacía, a negociar una salida democrática a la crisis. Hacia ese escenario –ideal, ciertamente– habría que llevar al gobierno, así sea amarrado y pataleando.
Es probable que no sea más que un sueño de una noche de verano, pero si se diese, es un decir, habrá valido la pena el paso de un gachupín por Caracas.