Publicado en Alnavio
Este relato indica que se está ante un fraude continuado que comenzó con las bases comiciales, la escogencia de candidaturas, la falta de auditorías al proceso, y las dudas sobre el resultado. Porque el problema no es que sea un millón o más la diferencia de votos. Es que el pecado capital de la manipulación de la data se produjo, es una realidad confirmada por Smartmatic, lo cual a su vez confirma el fraude. Y es de ese fraude que ha tomado nota la comunidad internacional que ha rechazado, que no ha reconocido la Asamblea Nacional Constituyente.
El fraude de la Asamblea Nacional Constituyente promovida por Nicolás Maduro se gestó en varias etapas. Todo comienza desde que el mandatario –hoy dictador– se “arrogó sobre sí mismo la soberanía nacional”, sustituyendo la voluntad del pueblo, según ha ratificado la fiscal Luisa Ortega Díaz en un último comunicado. No hubo referendo consultivo. Las bases comiciales fueron un traje a la medida. Los comicios se convirtieron en un acto interno del partido de gobierno, PSUV, y aún así, los resultados arrojaron que se manipuló la data, que es lo que ha revelado la empresa encargada de los comicios, Smartmatic.
Sobre el fraude se sigue indagando. De hecho, lo hace una comisión especial de la Asamblea Nacional -de mayoría opositora- que preside el diputado Ángel Medina, y lo hacía el Ministerio Público, hasta que la Asamblea Nacional Constituyente removió del cargo a Ortega Díaz, sustituyéndola por el defensor del Pueblo, Tarek William Saab. La semana pasada, el portal El Pitazo, con firma de su director, César Batiz, informó que el Consejo Nacional Electoral, CNE, impidió que técnicos de Smartmatic observaran la transmisión de todas las actas y que al momento de retirarse, con el 92% transmitido, la cifra de votos alcanzaba 6,65 millones, lo cual arrojaba una proyección de hasta 6,9 millones con el 100%.
La autoridad electoral, más tarde, anunció un total de poco más de ocho millones de votos, cifra que Smartmatic, en principio, rebana a siete millones, si se toma en cuenta la expresión del CEO de la empresa, Antonio Mugica, de que hay una diferencia de por lo menos un millón de votos entre lo que dicen las máquinas y lo que se anunció. Fuentes de Smartmatic confirmaron a ALnavío lo avanzado por El Pitazo, que había atribuido la información a fuentes del CNE. O sea, que en ambos lados, en fuentes de la empresa y la autoridad electoral, las cifras tienen soporte.
Lo que pasa es que la información es parcial. La auditoría es parcial. Ya lo adelantó también ALnavío. Si se llegara a realizar la auditoría 100%, el resultado puede cambiar todavía más, desfavoreciendo al CNE y al régimen. Maduro, en un intento de despejar dudas, solicitó la auditoría 100%, pero no hay indicios de que ello esté ocurriendo. En Caracas no hay técnicos de Smartmatic. Todos salieron del país, temiendo represalias una vez que hicieran pública la manipulación de la data. De hecho, Mugica ofreció las declaraciones desde Londres. Así que la oferta de Maduro no avanzará, como no avanzó tampoco la propuesta de abrir todas las urnas electorales cuando se alzó con la Presidencia de la República frente a Henrique Capriles Randonski.
Las complejidades del fraude
El fraude es mucho más complejo. Sobre las cifras, las evidencias empiezan cuando la agencia Reuters informa de un corte de 3,7 millones de electores. Eran las 5 y 30 de la tarde. La opositora Mesa de la Unidad Democrática, MUD, manejaba otro resultado, según datos filtrados del organismo electoral y de la Fuerza Armada, 2,48 millones de electores. La empresa Torino Capital, de las pocas que realizó el domingo 30 de julio exit polls, colocó el pico de votos en 4,1 millones.
En Smartmatic siguen analizando lo sucedido. Han cruzado información. Han evaluado lo que detectaron. Smartmatic no es una empresa cualquiera. Es una multinacional venezolana. Y es la que ha asistido los procesos electorales desde 2004 en Venezuela. De modo que conoce la realidad electoral del país. Son los técnicos de la compañía los que ahora admiten que era seguro que votara un máximo del 25% del padrón electoral, lo cual aseguraba de entrada un pico de más de cuatro millones de votos, volumen que coincide con Torino Capital e inclusive al que se acerca Reuters, si se proyectara el corte al que tuvo acceso la agencia. Esto apunta a que tres fuentes coinciden, mientras que la MUD y el CNE se quedan en el terreno de lo improbable. O sea, ni fueron 2,48 millones de votos ni tampoco 8,089 millones.
Técnicos de Smartmatic tienen otra explicación para lo sucedido. El problema no está en las máquinas. El problema no estuvo en el sistema, el mismo que Hugo Chávez y Nicolás Maduro han vendido como el mejor y más transparente del mundo. Ese sistema establece que la huella dactilar de cada elector esté “cargada” en una mesa electoral, por lo que el votante debe ejercer el voto en esa mesa específica de un centro específico para que la máquina lo pueda reconocer. Pero el CNE previamente había movido centros electorales. Y el día del acto en el CNE hizo algo más: “levantó la bandera”. Levantar la bandera es un argot que usan los técnicos electorales. Lo usan en Smartmatic y lo usan en el CNE. Se traduce como que el elector desde ese momento puede votar en cualquier centro, en cualquier mesa. Solo el CNE tiene la potestad de lanzar esa línea, esa orden. Esta es una irregularidad -aparte de otras adicionales- denunciada en su momento por el rector Luis Emilio Rondón, el único representante -de un grupo de cinco- con que cuenta la oposición en el organismo electoral. Ahora la ratifica una fuente técnica de Smartmatic.
En un comunicado del movimiento chavista Marea Socialista, crítico al régimen, también se lee que “El único mecanismo de seguridad que podría limitar el voto múltiple sería el captahuella, pero la posibilidad de cotejar con el registro físico se convierte en un proceso sumamente complejo e impreciso generando así una vulnerabilidad importante en el proceso”.
Como la elección de la Constituyente se había transformado en un acto interno del partido de gobierno, pues no participaba la oposición y por lo tanto no disponía de testigos, la consecuencia inmediata de “levantar la bandera” fue, por un lado, la movilización “libre” de electores por parte de la maquinaria oficialista, incluyendo la Fuerza Armada. Como se trata de una operación complicada, que requiere la suma de grandes esfuerzos y recursos logísticos, se calcula que medio millón de electores fueron trasladados, algunos bajo presión.
Si se parte de que el pico a las seis de la tarde era de cuatro, a lo sumo, 4,5 millones de votos, con el medio millón de traslados la cifra se montaba en cinco millones. Entonces, ya se estaba cerca de los 6,65 millones de votos transmitidos al momento en que los técnicos de Samartmatic son desalojados del centro de totalización. ¿De dónde sale esta primera diferencia de un millón y medio de votos? ¿Existen los votos?
Pues resulta que la segunda consecuencia de levantar la bandera es la de los votantes invisibles y fantasmas. Si no hay testigos de la contraparte, hasta los muertos pueden ejercer el voto. Y esto puede explicar el triunfo de Maduro frente a Capriles en abril de 2013. Entonces, la MUD, la oposición, no contaba con la maquinaria de testigos de la que dispuso en las parlamentarias del 2015, con lo que se garantizó el arrollador triunfo frente al chavismo. Técnicos de la MUD descubrieron con el paso de las semanas, un nivel inusitado de votantes en mesas y centros donde el promedio histórico indicaba lo contrario. Allí se estableció la diferencia, mínima, por la que “ganó” Maduro. No es el sistema ni la máquina el problema sino el ventajismo. La máquina registra y transmite el voto que luego se totaliza. Por ello es que Mugica, en la rueda de prensa, señaló que Smartmatic había avalado el triunfo de Maduro. Fue lo que dijeron las máquinas.
De modo que para la fuente técnica de la empresa cabe también esta posibilidad. Marea Socialista observa en el comunicado lo siguiente: “Si asumimos como ciertos los números anunciados por el CNE, también se debe asumir que la gran mayoría de los votos ‘recuperados’ por el madurismo votaron por la Plancha 1 (nomenclatura psuvista), lo cual es un contrasentido completo”. Como se ve, un resultado nada confiable. ¿Cuántos votos ingresaron por esta vía al sistema? Es una incógnita.
Además, está el origen de otro caudal de votos, incalculable por decir lo menos. Y es que es un voto presionado, chantajeado, obligado por el peso del poder, cuyas manifestaciones prácticas son las bolsas de comida de los Clap (Comités Locales de Abastecimiento y Producción), el registro de los llamados carnets de la patria, y la dependencia de un puesto de trabajo en la administración estatal. Y aún así, la votación apenas alcanzó los siete millones de votos, aunque luego se anunciaran más de ocho millones.
Fraude continuado
La cifra no tiene lógica. El comunicado de Marea Socialista apunta: “Al compararse con los resultados del 6 de diciembre de 2015 (elecciones parlamentarias que ganó la oposición) surge la pregunta ¿cómo se explica una recuperación de más de 2 millones de votos en una elección no presidencial, con tantas irregularidades y tan apresurada? Todos los actos electorales de carácter nacional reflejan parcialmente la realidad del país y el ánimo de la sociedad. Al votar, a favor o en contra, los ciudadanos lo hacen a partir de una evaluación de gestión y su situación de vida, y en esta elección la gran mayoría de los candidatos estaban a favor de la gestión. Si se toma en cuenta el duro golpe que recibió el gobierno el 6-D de 2015 y que desde aquel momento la situación ha empeorado progresivamente (con un aumento de la pobreza, desigualdad social y mortalidad materna e infantil) producto de la caída de los precios del petróleo y una pésima gestión económica del gobierno a favor del capital financiero internacional, dicha recuperación no tiene ningún tipo de asidero en la realidad”.
Todo lo anterior hace decir al excandidato presidencial Henrique Capriles que la Constituyente nació sin mayoría, nació muerta, y el mensaje más importante de ese día fue la abstención. De allí la soledad en los centros de votación. ¿Pero por qué anunciar ocho millones de votos? En Smartmatic coinciden con la explicación que han vertido otros sectores. Que la orden del Gobierno consistió en que el volumen de votos no podía quedar por debajo de los 7,6 millones que había obtenido la MUD en el evento celebrado el 16 de julio en rechazo de la Constituyente.
En el portal KonZapata, ya se decía el miércoles 2 de agosto que “la verdad es que el voto duro del chavismo, en su máxima expresión, podía aspirar a conseguir hasta un tercio del padrón electoral, si se extrapola el respaldo a esta tendencia política en cuanto a identificación social. Esto lo coloca en un margen que en el mejor de los casos, a toda su capacidad de movilización y respaldo, habría podido superar si acaso cinco millones de votos (similar a lo obtenido en diciembre de 2015 para las elecciones parlamentarias), descartando dentro de toda lógica a partir de las tendencias electorales y las mediciones de opinión pública que se haya podido obtener un resultado ni aún cercano a los ocho millones. La última medición de respaldo de gestión a Nicolás Maduro en apenas 17% (Datanálisis) también da cuenta del escaso poder de movilización que el mandatario tiene, ya que en una campaña muy gris, caracterizada también por la amenaza, hizo de este proyecto su bandera. Esto último también hace incoherente el resultado que se ha intentado mostrar”.
Este relato indica que se está ante un fraude continuado que comenzó con las bases comiciales, la escogencia de candidaturas, la falta de auditorías al proceso, y las dudas sobre el resultado. Porque el problema no es que sea un millón o más la diferencia de votos. Es que el pecado capital de la manipulación de la data se produjo, es una realidad confirmada por Smartmatic, lo cual a su vez confirma el fraude. Y es de ese fraude que ha tomado nota la comunidad internacional que ha rechazado, que no ha reconocido la Asamblea Nacional Constituyente. Tampoco reconocerá los actos emanados de ella. Ortega Díaz agregaba ayer en un comunicado que “la cantidad de países e instituciones que desconocen a estas autoridades inconstitucionales y fraudulentas se hace cada vez más grande, es proporcional al aislamiento y la pérdida de legitimidad de quienes pretenden hacer del país un cuartel”. De hecho, ayer, 12 países de América Latina, reunidos en Lima, admitieron el quiebre de la democracia en Venezuela. De modo que no les queda duda: En Venezuela se estableció una dictadura. Gobierna un dictador. Y la Asamblea Nacional Constituyente es la plataforma que terminará de definir los alcances del gobierno de facto. Lo está haciendo.