Publicado en: Termómetro Nacional
Por: Diana Arismendi
“Fernando Rodríguez es una referencia en nuestro país: filósofo, profesor universitario, político en sus años juveniles devenido en analista político con conocimiento de causa de por vida, hombre de cultura, escritor, poeta en años recientes…”
Llega el lunes y me entero que Fernando Rodríguez está de cumpleaños. No es uno cualquiera, sino el octogésimo. Inmediatamente me uno a la celebración. Un grupo de amigos comienza los saludos del caso, cada cual envía los mejores deseos que puede, y, si es posible, mejora la felicitación anterior. ¿Cómo recibe un filósofo tal caudal de afecto, de emotividad? ¿Se emociona más o menos que un simple mortal? Porque ante los filósofos todos los demás somos simples mortales.
Fernando Rodríguez es una referencia en nuestro país: filósofo, profesor universitario, político en sus años juveniles devenido en analista político con conocimiento de causa de por vida, hombre de cultura, escritor, poeta en años recientes…
A raíz de la publicación de su poemario “Opera prima”, Rodríguez en la entrevista que le hiciera Luana Cabrera de León en 2014, se confiesa: la obra surgió de la recopilación de poemas que fuera escribiendo en el transcurso de su vida y de las ansias que siempre tuvo de escribir un libro. “Lo que no pude hacer en la filosofía lo hice con la poesía”.
Cierto: uno revisa su vida y extraña no encontrar algún libro sobre filosofía. Su quehacer lo llevó por otros caminos. Fue profesor de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central “toda la vida”, entre 1970 y 2001. ¡Cuántas vidas habrá tocado en su cátedra! Fernando ha ido desplegando sus cuestiones filosóficas a lo largo de su existencia: ¿Actuamos libremente? ¿Las personas crean su propio destino? ¿Qué es lo real?
Las preguntas que mueven a un joven a la escuela de filosofía le han servido para ir construyendo su vida en campos diversos, para responderlas, para hacérselas a otros, para planteárselas a su entorno. Su entorno es nuestro país: ¿Cómo construimos la política? ¿Existe la objetividad? ¿De dónde proceden nuestras obligaciones morales?
Fernando “ama y trabaja las ideas, que … almacena, pule y luego suelta, una vez saboreadas en el interior de su existencia”. Así lo define Alberto Hernández, en sus “Crónicas del olvido”. Como filósofo escucha las preguntas que surgen en su entorno y entonces se hace más
preguntas para que quien tiene dudas saque las conclusiones por sí mismo.
“La filosofía no salva ni serena, decía mi querido Federico Riu, casi nunca, a mí solo me demostró que la vida humana es un artefacto sumamente absurdo”, revela en su artículo escrito en 2019 en el diario Tal Cual: Mi Facultad de Humanidades. Lo conocí en el entorno de Federico Riu, padre de mi amiga de toda la vida Elena, gran pianista. Desde entonces lo recuerdo con admiración.
“Federico decía / acariciando su copa de alcohol: / en todo eso -el Ser, el Universo- / hay una trampa, / algo que no sabremos nunca, / pero escribió también una conclusión / de su escepticismo radical y su ateísmo consecuente: / “amar, amar el testimonio humano”. Esa mínima metafísica / motivaba la fraternidad de su sonrisa / y la tristeza de sus ojos. / Lo hacía un hombre de bien.”
*“¿La cinemateca existe o algún museo tiene actividad? Le juro que no sé. Y mi vida toda transcurrió por esos lados de la Plaza de los Museos, hasta presidí por cinco años la Cinemateca”, *escribe en octubre de 2021*. *Lo seguí de cerca en sus años como presidente de la Cinemateca Nacional de Venezuela (1994-99), formando parte de una corta lista de ilustres personalidades como Margot Benacerraf, Rodolfo Izaguirre, Jacobo Penzo.
¿Existe el alma humana? ¿Qué es la belleza? ¿Qué es lo real? Buenas preguntas a la hora de hacer cine.
Director de opinión y editorialista del diario Tal Cual junto a su amigo Teodoro Petkoff por cerca de una década, hasta 2010. *”Lo hacíamos todo juntos”, *recuerda. Columnista del diario El Nacional desde 2017 donde continúa haciendo las preguntas de rigor, en temas de todos los días que aborda con la agudeza y la profundidad, siempre, del filósofo en un lenguaje sin pretensiones. La vida me lo acerca de nuevo, lo leo, lo oigo, aprendo, lo admiro.
Reviso sus artículos en los que no cesa de hacerse preguntas desde sus títulos: ¿Qué es la igualdad? ¿Qué está pasando? ¿Elecciones? ¿Y la desigualdad? ¿Qué puede pasar? ¿Patria, socialismo o muerte? ¿Pesimismo? El autor toma distancia de la realidad, conjetura, y nos invita a pensar qué puede hacer uno, cómo puede ejercer su libertad y responsabilidad.
Su pluma nos indica un camino, sus preguntas se vuelven nuestras. “Dudar es sano”. “Lógica y diálogo”. “Diálogo y tiempo”. ¿Es usted dialoguista? son otros de sus títulos. Para Platón y para Fernando, el diálogo constituye la herramienta más adecuada para hacer avanzar el conocimiento.
¿Qué hiciste por tu país en las horas más oscuras? Se pregunta, y nos responde: “Es una frase hermosamente conminativa. Y puede ser terrible para muchos que no tienen respuesta alguna para dar”. Él sí tiene, ha dado mucho a su país, que es el nuestro. Nos ha guiado a pensar, que es muy diferente a imponer una manera de pensar.
“El futuro, ¿El futuro?”, “¿Y qué hacemos?” Se pregunta.
“Compañeros / Creo que no nos queda / a esta avanzada edad / otra opción que jugar a los héroes.”
Fernando Rodríguez, siempre, ahora octogenario.