Publicado en ALnavío
Por: Pedro Benítez
El embargo comercial que la administración del presidente estadounidense Dwight Eisenhower le impuso a Cuba en 1960, y sostenido por sus sucesores durante más de medio siglo, nunca fue secundado por ninguno de sus aliados de Europa Occidental. Este es un detalle que los historiadores de la Guerra Fría suelen pasar por alto y que explica en buena medida la sobrevivencia de la dictadura comunista en la isla.
Ni Alemania Occidental, ni Francia, ni siquiera el Reino Unido (el socio más cercano de Washington en el viejo continente), ni ninguno de los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ni un aliado tan anticomunista como la España de Francisco Franco, suspendieron sus relaciones comerciales con Cuba en ningún momento. Cuba decretó duelo oficial por la muerte del dictador español en 1975, pero no así por la de Mao Tse Tung al año siguiente.
Este es un hecho histórico sorprendente. Fidel Castro se las arregló para mantener sus relaciones abiertas, cultivando cierto prestigio y obteniendo comprensión por parte de las democracias burguesas europeas. Allí, por supuesto, jugaron variables de política interna como dar una señal de independencia ante Estados Unidos, particularmente en Francia; la política de acercamiento de Alemania Occidental a su par del Este; la relación especial de España con Cuba; y la fuerza electoral de los partidos comunistas y socialistas europeos, para los cuales defender y justificar el régimen castrista se convirtió en cuestión de honor.
A Cuba nunca se le impuso un bloqueo económico. En realidad podía, y así lo hizo, sostener relaciones comerciales con la mayoría de los países del mundo (socialistas y capitalistas).
Tenía relaciones con todos los aliados europeos de Estados Unidos, mientras contaba con todo el respaldo diplomático, militar y económico del denominado campo socialista, que hasta los años 90 del siglo pasado era la mitad del mundo. Sólo el subsidio petrolero de la Unión Soviética a Cuba alcanzó los 8.000 millones de dólares anuales durante tres décadas.
A lo anterior se suma que Canadá y México sostuvieron relaciones diplomáticas y comerciales normales con la isla durante todos estos años, así como la mayoría de los países del continente americano. Incluso las dictaduras del Cono Sur mantuvieron relaciones comerciales normales aunque algunas rompieran las relaciones diplomáticas formales.
Es reveladora la conducta de la última junta militar (1976-1983) en Argentina, que no llegó a votar contra Cuba en el Comité de Derechos Humanos de la ONU, y Castro le devolvió el favor actuando de idéntica manera.
Por consiguiente, la dictadura cubana nunca llegó a estar aislada internacionalmente, ni siquiera en los peores momentos del Periodo Especial (1991-1999).
El gobierno de Maduro es vulnerable a las presiones económicas
Muy por el contrario, y pese a la asesoría de La Habana, el gobierno de Nicolás Maduro se ha colocado en una situación muy distinta. Se las ha arreglado para ganarse el repudio de naciones que por su historia, relaciones humanas y económicas son claves para Venezuela. En esto, por supuesto, la labor de activismo político de la oposición venezolana en el exterior ha rendido sus frutos.
Pero además, y este dato es muy significativo, el Gobierno venezolano no ha podido replicar la gira realizada la semana pasada por las principales capitales europeas por el presidente y el vicepresidente del Parlamento venezolano, Julio Borges y Freddy Guevara. Los dirigentes opositores se reunieron se reunieron con el presidente de Francia, Emmanuel Macron; de España, Mariano Rajoy; la canciller de Alemania, Angela Merkel; y la primera ministra de Reino Unido, Theresa May. Maduro, por su parte, visitó Argelia y Kazajistán.
A su fragilidad internacional manifiesta se le suma la actitud absolutamente crítica de todos los grandes países americanos, incluyendo Colombia, su vecino más importante.
Maduro y su ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Arreaza, han recibido información directa por parte de las cancillerías de Francia y España de la determinación de Europa de sumar sus sanciones a las ya aplicadas por Estados Unidos si no se sienta con la oposición en un proceso de negociación política con resultados concretos en breve.
Ha sido la actuación diplomática de Estados Unidos y Europa, por medio del presidente de la República Dominicana, Danilo Medina, la que le ha dado una última oportunidad a Maduro antes de escalar sanciones económicas.
Pero en un estilo que le es propio, el mandatario venezolano ha actuado en las últimas horas como si no fuera consciente de lo que se le viene al utilizar el intento de diálogo como pretexto para cuestionar a la oposición entre sus propias bases, con lo que se pone en alto riesgo él mismo.
Las próximas dos semanas serán clave para saber si Maduro cede a las presiones o intenta usar el denominado diálogo como un mecanismo para alimentar la abstención opositora en las próximas elecciones de gobernadores del 15 de octubre y así reforzar su posición negociadora.
Sin embargo, esas tácticas no pueden compensar el hecho de que el gobierno de Maduro es vulnerable a esas presiones económicas por su propia ineptitud. Recordemos que después de todo los países socialistas colapsaron entre 1989 y 1991 porque sus regímenes estaban económicamente quebrados.