Todo ser humano que vive en Venezuela lo sabe: estamos rodeados. Por todos los puntos cardinales de nuestra cotidianidad. No hay una sola rendija de país que se salve. Somos una gigantesca zona roja. La delincuencia ha izado su bandera de triunfo. Finalmente nos gobierna. ¿Cómo eludir tamaña verdad? Busque usted un punto de la patria grande de Chávez, el redentor, donde estemos protegidos del hampa y no lo encontrará. Quizás los que ocupan Miraflores estén a salvo. Tigre no come tigre, dirán algunos.
No hablemos de los crímenes mediáticos. De esos que se pelean la primera página de la crónica roja. Sino de aquellos que forman parte de la violencia cotidiana pero invisible para los grandes medios. De los que van horadando la resistencia de cada venezolano. De esa delincuencia que gotea su herida todos los días. En todas partes.
Hace poco fue noticia un atraco masivo ocurrido en la clínica Leopoldo Aguerrevere. Un grupo de delincuentes armados hasta los dientes desvalijó las pertenencias y el ánimo de todos los allí presentes. Gente que fue a visitar a algún familiar ya golpeada por la desventura de una enfermedad o accidente y terminó perdiendo sus computadoras portátiles, celulares, relojes y carteras. Pero quizás más significativo es lo que una escritora reseñó recientemente en su facebook, ocurrido en una clínica del interior del país: “La enfermera visitó la habitación de mi sobrino a las seis de la mañana y encontró que mi cuñado estaba profundamente dormido. «Señor, le recomiendo que después de que yo salga, cierre la puerta con seguro si va a seguir durmiendo, mire que los familiares de otros pacientes están robando lo que se consiguen mal puesto por ahí».
Estamos rodeados.
El domingo pasado una amiga me narró cómo dos malandros armados se subieron al transporte escolar de su hija y robaron los morrales, celulares y el poco dinero en efectivo que pueden cargar unos niños en sus bolsillos. El hampa diciéndole buenos días a nuestra infancia, con su estela de trauma y desazón.
Hay más.
En numerosos chats vecinales ha circulado la noticia de cómo una corredora inmobiliaria y la dueña de un apartamento fueron atracadas por dos supuestos clientes interesados en comprar el inmueble. Ya adentro del apartamento fueron amarradas y asaltadas. La corredora inmobiliaria cuenta que no mostró mayor recelo ante la estampa de los personajes porque ya le ha tocado vender inmuebles de alto valor a gente que simplemente está fungiendo como testaferro de algún boliburgués o funcionario chavista que prefiere quedar oculto en la trastienda. La observación alude a otro crimen común en estos tiempos: el lavado de dinero.
En otros chats se ha anunciado el dato de cómo algunos delincuentes se hacen pasar por empleados de alguna cablera de televisión y con la propuesta de hacer un cambio de equipos para mejorar su señal terminan incursionando con facilidad en las viviendas. Lo que viene luego es pánico y lágrimas.
Días atrás una joven profesional me contó cómo la niñera que le cuidaba a sus hijos menores (empleada de confianza y al tanto de todos los movimientos de su vida) terminó expulsándola del país. Había un detalle que no conocía. El novio de la niñera estaba en prisión y su especialidad era la extorsión. Decidieron entonces, niñera y novio, extorsionar a la pareja. Fue de tal magnitud el acoso y el saqueo de dinero que no tuvieron más remedio que irse del país. Años de confianza no bastaron. Los tiempos se han puesto sórdidos y ya son muchos los que lanzan a la basura su equipaje moral para estrenarse en el negocio más rentable del momento: el crimen.
A los famosos también los asaltan entrando a sus casas en el tremedal de la madrugada. Soledad Bravo ha sido el caso más reciente. La punta del iceberg.
Hurtan en las iglesias, asaltan y matan en los transportes públicos, saquean instituciones que deberían ser sagradas para todos los venezolanos como el Palacio de las Academias (un monumento histórico nacional) o el Instituto de Medicina Tropical de la UCV que ha sido asaltado veinticuatro veces (!!!) y donde se perdieron veinte años de investigación científica.
Pudiera seguir enumerando historias mínimas de violencia durante páginas y páginas.
Conclusión: no estás a salvo en una clínica, en un transporte escolar, en una iglesia o cine, en tu carro o en tu propia casa. No importa tu edad, condición social o posición ideológica. No lo olvides: estás en la Venezuela Potencia. Potencia Criminal.
Entrégate. Estás rodeado.
Leonardo Padrón
POR: CARAOTADIGITAL – MARZO 30, 2017