Por: Luis Pedro España
No solo no lo está, sino que además nunca lo está. Pregúntele a los peronistas, si necesitamos un ejemplo reciente, o a muchas de las sorpresas electorales del pasado. En la últimas elecciones parlamentarias de 2010 las encuestas no daban medio a favor de la oposición. Lo cierto fue que no solamente el oficialismo no alcanzó ninguna de las mayorías calificadas previstas en la Constitución, sino sus adversarios casi doblaron el número de escaños que presagiaban las encuestas.
Hoy la cosa parece ser muy distintas. Esas mismas encuestas están dando una intención de voto clara y de aparente irreversible mayoría a la oposición. Pero recalcan “intención de voto”, lo que es muy diferente a escaños y puede que también a votos. La intención no empreña.
¿Cuál es la situación a menos 40 días de las elecciones? Primero, ciertamente hay una intención de voto entre la oposición y el oficialismo que favorece al primero entre 14 y 17 puntos, según la encuesta que consulte. Segundo, los que a estas alturas se declaran indecisos no superan 12% y en su mayoría seguramente terminaran inclinándose por la oposición. Tercero, y este es el punto importante, puede que más de un tercio del electorado decida no ir a votar y, por primera vez, esta población abstencionista es en su mayoría “es o ex” chavista.
La clave del oficialismo es clave, mover a sus compañeros desilusionados. No les será fácil, pero ese es el factor para lograr parapetar los resultados que hoy les resultan claramente adversos.
Como tanto se ha dicho, hay que tener en cuenta que esta elección es por circuitos. De lo que se trata es de ganar escaños que, como sabemos, no necesariamente son igual a votos en la suma nacional.
Las encuestas (no muchas) que se han hecho por circuitos dan ventajas estrechas en aquellos de tendencias electorales históricamente no definidas, con lo cual el control sobre el escamoteo de votos, ese que ocurre en las incomprensibles prorrogas que da el CNE, parece ser vital para la oposición en estas elecciones. Además de pelear por mayores restricciones al voto asistido o el activado sin las captahuellas. En resumen, frente a un chavismo que no parece estar motivado a votar, hay que cuidar que esos “espacios en blanco” no sean llenados entre gallos y medianoche.
¿Qué debería hacer la oposición? Seguir lanzando puentes al país descontento que alguna vez fue partidario del gobierno. Ellos tienen muchas razones para no apoyar a los herederos de lo que creyeron, pero aún les falta muchas para creer en algo nuevo.
El partido de gobierno pretende apoyarse en el pasado, la imagen y recuerdo ad nauseam del líder como garante de los beneficios que reciben o alguna vez recibieron. El chantaje de que la oposición lo que quiere es el control político y no los beneficios para el pueblo se reafirma cada vez que la oposición habla de política y no de los problemas de la gente. Por fortuna, eso ha cambiado, eso tiene a la oposición arriba y con chance, pero no es suficiente.
Se necesita un remate, un nuevo impulso, una nueva razón para que el desesperanzado o desilusionado de lo que fue pueda creer en que sí es posible un nuevo futuro. De eso dependerá que el próximo 6-D sea el comienzo del cambio que necesita el país.