Por: Jean Maninat
Hay mandas terribles, promesas que uno no ha hecho pero tiene que cumplir, amistades pasajeras que exigen más que las que han perdurado en el tiempo, como un bolero tatuado en vinilo.
Creí haberme zafado de François Gauloise para siempre, desde que su número de teléfono parisino dejó de irrumpir titilando insistentemente en la pantalla de mi fiel y humilde Nokia del siglo pasado. Pero no, cuando repicó el aparato, François Gauloise, Director del diario parisino El cochino desmelenado, seguía allí como el dinosaurio de Monterroso convertido en vampiro.
“Hermano, compañero”, me dijo en el galo-español que acorraló a inicios de los años 70, mientras engatusaba a burguesas y desgreñadas latinoamericanas susurrando Le Métèque y presumiendo improbables encuentros con Sartre y la Beauvoir en el café Les Deux Magots, allá por el bulevar Saint German. “Hermano, no te escondas, tenemos la entrevista del año, olvídate de todo, mete la pinche Lambretta en el garage y te vas para Caracas, estamos hablando de entrevistar nada menos y nada más que a Abstinator, el opositor más temido por el gobierno venezolano. Paga tú los gastos y me mandás la factura”.
No me pregunte cómo, o por qué, terminé en un restaurante italiano de La Castellana, donde en la penumbra de un salón, rodeado de rostros severos, me esperaba Abstinator el terrible, azote de colaboradores, verdugo de blandengues, el scalp hunter dispuesto a limpiar a la oposición de posturas acomodaticias frente al régimen.
“Buenas, vengo de parte de François, para la entrevista…”
“Ya lo sé, pregunte rápido, la situación no amerita perder tiempo”. “Por cierto, esto va a ser publicado en Paris, entiendo, y lo leerá Macron, supongo.”
“Sin duda. ¿Por qué razón ha llamado usted a la abstención en las elecciones regionales?”
“Es muy sencillo: votar es una manera de legitimar al gobierno. No hay que perder tiempo, hay que nombrar inmediatamente, ponga oídos, i-n-m-e-d-i-a-t-a-m-e-n-t-e, a un gobierno de transición. Yo estoy redactando el decreto a petición de mis dos aliados en esta empresa salvadora.”
“Pero, perdone, usted ha dicho que está enfrentando a una dictadura. ¿Usted declara un gobierno de transición y Miraflores se vacía?”
“Y las calles se llenan de gente. En el momento de anunciarlo, usted verá la avalancha de gente apoyando el gobierno de transición.”
“¿Y… cuándo van hacer el anuncio?”
“La sorpresa, amigo, la sorpresa… cuando nadie se lo espere. ¡Pum! Y ya entramos en transición.”
“Entonces definitivamente, no apoya votar por los candidatos de la oposición democrática a las gobernaciones.”
“¡De ninguna manera! Esos son unos vendidos al régimen, lo que quieren es puestos, dádivas del gobierno, enchufarse. Vea a los gobernadores que tenemos. ¿Qué han hecho?”
“Bueno han trabajado en circunstancias muy difíciles para mejorar la calidad de vida de la gente en sus estados…”
“Perdone, no es la calidad de vida de nadie, lo que importa es salir ya, entienda, yaaaaa, del gobierno. Todos esos candidatos de la MUD son unos vendidos, unos traidoooores. ¿Me entiende?”
“Pero están haciendo un gran esfuerzo por…”
“Nada, dictadura no sale con votos, lucha y más lucha, no jo… La hora cero, no tiene segundero, es nuestra próxima consigna.”
“Una última pregunta: ¿estaría usted dispuesto a ser el presidente o jefe del gobierno de transición?”
“Bueno, agradezco la pregunta pues veo que ha pensado en mí. El momento llegado, tendría que consultar con mis dos aliados. Pero si el pueblo me lo exige:¿Cómo, negarme?”
Ya de salida hacia la maravillosa luz de Caracas -incluso cuando está encapotada – noto a mi diestra a una criatura en cuclillas, encorvada sobre un laptop. Sus dedos son largos y afiliados como un lápiz infantil. Picotean el teclado con ansia. El rostro está embozado en sí mismo, es impreciso, como alguien que se quedó en el trans sin arribar al género. Maúlla terribles maldiciones mientras escribe.
Abstinator el terrible, muda de rostros.
@jeanmaninat