Por: Carlos Raúl Hernández
El levantamiento popular de 2011 que culminó con la salida de Mubarak del poder por la intervención militar, se produce contra la tradición autoritaria desde Nasser y Sadat y podría verse como un golpe de Estado, pero se le calificó de “primavera”. Su propósito era conquistar la libertad. Hoy en julio de 2013 el país y los militares actúan de nuevo, esta vez para impedir el retroceso a la Edad Media que pretende el partido del defenestrado Morsi, los Hermanos Musulmanes. Su “constitución” consagraba que … “El Islam es la religión del Estado… y los principios de la sharia son la principal fuente de legislación” particularmente en el caso de los derechos de la mujer. La libertad de expresión se define como “supervisada” y se “prohíben ofensas a las personas y al profeta”. Pero analistas y medios internacionales decidieron esta vez una línea editorial que cierra oportunidades a la realidad, con la calificación taxativa y connotada de “golpe de Estado”.
Tampoco a Morsi lo removió en 2013 “la fuerza del pueblo en las calles” como a veces se cree, en una especie de romanticismo heroico, más de Víctor Hugo que de realidad. Las Fuerzas Armadas concretaron lo que a algunos parecía inminente hace meses para que Egipto no se convirtiera en un nuevo Irán de los ayatolas. Como varios dictadorzuelos avispados, de inteligencias “reptil”, el fugaz presidente aprovechó la euforia popular pos dictadura, la luna de miel, para imponer a los grupos modernos de Egipto una seudoconstitución inficionada por el gusano de la teocracia y el fascismo islámico. Su desastroso gobierno, además, sumergió al país en una debacle económica.
¿Primavera o golpe de Estado?
El derrocamiento de Morsi fue un “golpe”, tanto como las acciones de éste para imponer una teocracia, violando su compromiso con los electores ¿No tienen las instituciones que preservarse e impedir que mandatarios de origen electoral se conviertan en dictadores? Era previsible que un gobierno ejercido por los Hermanos tuviera un final desgraciado, en uno u otro sentido. Ese partido, su fundador en 1928, Hassan Al Banna, y su principal ideólogo, Yassif Qutub se ajustan al concepto de “fascismo islámico”. Son también padres o inspiradores del “islamismo”, que convirtió la religión de Alá, tolerante con la sensualidad, la belleza y el conocimiento, de Las Mil y una noches, Las Rubaitas de Omar Kayyán y las bailarinas sicalípticas, en una doctrina infernal.
Dieron ideología al terrorismo religioso reciente en el mundo árabe y en Irán, entre sunitas como chiítas, Hamas, Al Qaeda, Yihad Islámica, Al Gama Al Islamiya, y decenas de otros grupos existentes o desaparecidos. Al Banna decía a los jóvenes que “el apego a este mundo y el miedo a la muerte solo producen deshonor y degradación”. “Prepárense para la Guerra Santa y solo amen la muerte”. Los expertos saben que los Hermanos han sido inspiradores de los magnicidios y atentados ocurridos en Egipto durante el siglo XX contra Nasser, Sadat, y varios otros, aunque lo hicieron con astucia a través de terceros y supieron preservarse.
Fascismo islámico
Sus pensadores crearon la tesis del renacimiento del Imperio Otomano y el Califato, el regreso a “la fe” de todos los países que alguna vez fueron parte de ella y la conquista del resto del mundo para imponerla a los infieles y destruirlos a través de la Yihad. Las mujeres y los infieles no pueden tener presencia en la vida pública. El Corán y la Sunna son el “único punto de referencia para… ordenar la vida de la familia musulmana, el individuo, la comunidad y el Estado…”. Según Al Banna el objetivo es construir una sociedad disciplinada, en calma, basada en la obediencia a los gobernantes, en la que el Estado abolirá la individualidad y las diferencias humanas.
Para ello se requerían “duras penas para las ofensas morales… reconocimiento de que la fornicación, en cualquier circunstancia, es un delito detestable… la prohibición de bailar y entregarse a otros pasatiempos… canciones… confiscar libros provocativos”. El islamismo no es otra cosa que la forma que toma en esa cultura uno de los rasgos peligrosos de la humanidad: el fascismo-comunismo, la barbarie pre-política. Los Hermanos aprendieron muchos artilugios y camuflarse con habilidad, pero son una versión extrema del fascismo-comunismo islámico.
Si bien Nasser era un socialista pro soviético, los Hermanos pueden cargar en el bolsillo un equivalente de Mao o Pol Pot, “si nos dejan”, cosa que los militares tenían muy clara. Luego de la disidencia salafista esta semana -otro grupo islámico radical- el gobierno interino llamó a nuevas elecciones en corto plazo y a un entendimiento nacional. No parecen hasta ahora querer entronizarse.
Post Scriptum. Babilonias (Caracas, 2013) es el nuevo libro del investigador y profesor universitario Carlos Colina, quien se ha caracterizado por su densidad, coraje intelectual y moral para desafiar adversidades. Es una exposición directa de sus experiencias como homosexual (que me perdone Mario Mieli, el más importante pensador de las minorías sexuales del siglo XX, que no aceptaba el término, sino el de transexual). Es un libro importante cuando en el país, a través de movilizaciones, películas, presencias públicas, se afianza la cultura gay como elemento de la modernización.