Por: Sergio Dahbar
Oliver Sacks, neurólogo y divulgador notable de los trastornos de la mente humana, siempre quiso conocer donde vivían sus pacientes. Cómo era su entorno familiar. Incluso, si en las paredes de la casa había mucha información o estaban desnudas.
La familia es una radiografía para entender a una persona. Lo refería José Andrés Rojo, en un excelente artículo publicado en Babelia / El País: “La guerra sucede fuera, pero el conflicto que te desgarra tiene lugar en el salón, en la habitación, en el patio, en el jardín de casa. Es lo que cuentan los clásicos griegos en sus tragedias, que siempre hay un lío familiar detrás de cada asunto de envergadura’’. Luminoso.
Ahí está Steve Jobs para establecer un hilo continuo, desde los arquetipos griegos hasta la contemporaneidad. A Jobs no lo pudieron criar sus padres biológicos y lo entregaron. La nueva familia aceptó el compromiso de recibirlo con la condición de que estudiara, aún cuando en esa imposición se jugara su ruina económica.
Fue Jobs quien liberó a sus nuevos padres de ese compromiso, para salvarlos a ellos de ser más pobres de lo que eran y desafiar la orden de quienes no lo quisieron.
De todas maneras pudo ser genial y crear un imperio, pero no se salvó de la carga que traía como un legado desgarrador. Se fue temprano y atormentado. Creía en la belleza, pero el pasado lo torturaba.
He tenido presente todo esto a lo largo de 475 páginas de un libro perturbador. Open se llama, y lo ha escrito una superestrella moderna, que tiene mucho de dios griego: André Agassi, uno de los mayores tenistas de la historia. Para desembocar en un libro que valiera la pena, buscó al premio Pulitzer J. R. Mochringer, con quien trabajó tres años.
El italiano Alessandro Baricco (Seda) ha confesado que “es el mejor libro que ha leído en la última década’’. Y el escritor español Juan José Millás reconoció que era un libro apasionante “que no ha podido dejar de leer’’.
Hay algo devastador en Open. Algo que no se consigue en otro libro fácilmente. Porque no hay demasiados tenistas, ni personas en general, dispuestas a salir de su zona de confort para confesar una vida infernal, y una carrera en ascenso hacia la Gloria tan plagada de infelicidades.
Otro lector podría preguntar aquí para qué leer una vida miserable, si existen tantas que son hermosas y se desconocen. La respuesta es obvia: los seres humanos que atraviesan adversidades y son honestos cuando narran lo que han vivido, dejan una huella profunda en quien se acerca a su historia.
Agassi tuvo un padre, deportista y neurótico, que lo obligó a convertirse en uno de los mejores tenistas del mundo. No le importó que su hijo odiara el tenis. Para alcanzar semejante meta, lo obligaba a devolver tres mil golpes diarios, un millón al año. Una máquina llamada Dragón escupía pelotas y él debía golpearlas con su raqueta como entrenamiento infinito.
Open es un libro descarnado, doloroso, valiente, para descubrir a un ser humano que subió al Olimpo a pesar de que odiaba lo que hacía. Su padre fue su adversario más letal, su condena y el motivo de su desesperación.
Resulta difícil explicar por qué este ídolo decidió confesar que llevaba ridículas pelucas cuando se enfrentaba a otras leyendas; que consumía metanfetaminas; que odiaba a muchos de quienes lo rodeaban en los días de oro.
Su padre conducía con un arma en la guantera; amenazaba con un hacha a otros conductores; y estuvo a punto de ahogarse. Se salvó gracias a una desconocida con la que más tarde comenzó a hablar en sueños. Recordemos: “siempre hay un lío familiar detrás de cada asunto de envergadura’’. Que lo diga Agassi.