Por: Jean Maninat
Hay una sensación de vacío, de estar deslizándose a toda velocidad por un profundo pozo sin fondo, en medio de un desbarajuste que todo lo agrieta. En unos pocos meses el gobierno ha logrado imponer un clima de zozobra permanente que empieza a ser evidente aún para aquellos que tienen todavía su confianza y sus cuentas bancarias en el extranjero, empeñadas en su solidaridad con la gestión gubernamental.
Una cascada de pifias, superadas tan sólo por la inmensa capacidad de quien está en la cúspide de la pirámide roja para el dislate y el chasco, han ido alejando al poschavismo de sus aliados internacionales, cada día más inquietos con el destino de sus inversiones y prestamos los unos; y con las dádivas de las que literalmente viven los otros. El ALBA es hoy una sigla sin vida a la cual nadie parece interesado en reanimar. La solidaridad inmediata de los socios sólo se manifiesta cuando el avión presidencial, rentado y vetusto, es detenido en algún aeropuerto por la mano invisible del imperialismo yankee, según la versión oficial, o por la mano torpe de algún alto funcionario incapaz de rellenar un formulario como es debido para surcar el espacio aéreo de otro país o cargar gasolina en un aeropuerto foráneo, como sucede en la realidad.
Fiasco tras fiasco el gobierno marcha a trompicones, con una sonrisa abobada como si de una gracia se tratase, o con un desplante pendenciero, según el humor del día, mientras los informes de las embajadas y los reportajes de la prensa internacional rinden cuenta de un país en calamitoso estado de veloz deterioro.
El reciente cambio de fichas en el área económica sólo sirvió para aumentar el desconcierto y la falta de confianza en el rumbo que tomarán las cosas. (La confusa Gaceta Oficial que lo anunció es un fiel reflejo del apresuramiento y la improvisación que arropó la medida). Los informes de las más variadas agencias económicas o financieras de prestigio que se vienen publicando son un inmenso signo de interrogación, un gesto multilingüe de asombro y perplejidad ante tanta inepcia.
¿Se puede ser tan amateur? ¿Se puede ser tan torpe tantas y repetidas veces? ¿Será parte de un plan maestro de distracción? Llega uno a preguntarse como cuando ve una reposición del Superagente 86 o de la Pantera Rosa. Una mezcla letal y destructiva de Maxwell Smart con el Inspector Closeau se encuentra aposentada en Miraflores, sólo que ésta no es una fantasía si no un torrente de impericia e irresponsabilidad desguazando un país. Y ciertamente no dan ganas de reír.
Las medidas que tendría que tomar la administración roja son más que conocidas y han sido planteadas numerosas veces por economistas de autoridad. No deberían tener nada de extraño para quienes cada dos por tres se inflan reafirmando su condición supuestamente revolucionaria. Son las mismas que inició hace más de veinte años un viejo revolucionario llamado Den Xiaoping para lanzar a China por la ruta de convertirse en una potencia económica mundial. O las que asumió Vietnam, el pequeño país que derrotó política y militarmente a dos potencias occidentales seguidas, y que ahora es una economía pujante del Sudeste Asiático. O sin ir más lejos, las que tímidamente se anuncian en La Habana al ritmo de rumba: un paso adelante y dos para atrás. Se trata, simplemente, de abrir las puertas al proceso de globalización económica imperante en el mundo moderno, es decir abrazar, así sea con un pañuelo rojo en la nariz, al viejo y denostado modo de producción capitalista, como seguramente todavía lo denomina algún ministro fosilizado.
Pero no, el elenco en el poder persiste en su equivocación, tozudos en su determinación de no informarse, pensar un poco, consultar un mínimo. Aferrados a una visión manipuladora de la política creen que espantarán con consignas y tretas a los nada fantasmagóricos emisarios de la corrupción, el desabastecimiento, la inflación, la inseguridad, el caos vial y eléctrico, que tanto asombran al mundo cuando constatan que todo sucede en un país petrolero y que ya empiezan a hartar incluso a quienes todavía los apoyan.
No conformes con todas las atribuciones que han confiscado a la sociedad, ahora quieren una Ley Habilitante con poderes especiales, para continuar en el empeño de desguazar lo poco que han ido dejando en pie. No se dan cuenta que el terrible vacío que han ido creando terminará por tragárselos con la fuerza de una agujero negro. Es cuestión de tiempo y votos.
@jeanmaninat
Ciertamente, es cuestión de tiempo y votos. Creo que lo mejor que pueden hacer es 1.- renunciar, 2.- entregar el cargo a quien este en disposicion de tomar las medidas requeridas, y 3.- desde el puesto en el que queden prestar el mejor apoyo posible para salir de este hueco. Lo hecho, hecho está