El sonido del silencio – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

En Venezuela se ha generado una nueva variedad de políticos, mas bien una nueva orden de oficiantes que pagan el tributo de su silencio, de mantener las ideas comprimidas en el cerebro, sin dejarlas escapar transformadas en palabras sujetas a las reglas del idioma. Se diría que emulan a Siddhartha, centrados en su ser interior, impasibles frente a la caravana de estímulos que les ofrece el mundanal ruido del quehacer político.

A ver, no es que no emitan sonido, sí que lo hacen, pero son detonaciones esporádicas, fogonazos de ruido ajustados por una fonética particular distinta a la que ciñe el discurso humano. No, de ninguna manera son ruidos animales, muy por el contrario, son emanaciones del espíritu, incomprensibles para el vulgar oído del bípedo pensante que los escucha. El acompasado ritmo de su respiración remarca la negación del régimen, su deslegitimación frente al mundo, su quiebre eminente, su no existencia. No hace falta, moverse de lugar, conversar, discutir, convencer. La inacción como forma sublimada de la acción política.

El país sufre el peor gobierno de su historia, sus habitantes huyen por miles, la hiperinflación lo devora todo, pero según una encuesta el primer mandatario habría subido en el afecto de sus gobernados. Eso, en cualquier país del mundo, con una oposición medio despierta, habría enloquecido las alarmas, convocado a las direcciones de los partidos políticos, a los líderes más representativos, para tratar de explicarse tan peculiar fenómeno político. Pero, sobretodo, para darle una respuesta a la sociedad que contra viento y marea los ha acompañado todos estos años de resistencia democrática. Pero…

Pareciera que no hay disposición para la lucha política conjunta, ni solitaria, ni medio acompañada, ni a escondidas, ni a media luz. No hay quien convoque, quien desarrolle un discurso coherente -no una colcha de retazos negativos- para intentar de nuevo encender los ánimos, la imaginación (sí, es verdad, suena muy sesentaochero), las ganas y la voluntad necesaria para volver a ganar. Se ha regado por el país un desaliento viscoso, un descreimiento en nuestra propia fuerza, un sálvese quien pueda, alimentado por la huelga de política caída de una parte mayoritaria de la oposición democrática.

Extrañamente, en un país tan bullanguero como el nuestro, nos vamos acostumbrando a escuchar tan solo la voz del gobierno -esa sí concertadita-, mientras el silencio opositor si acaso se ve perturbado por la pamplina de un gobierno en el exilio, o la búsqueda infantil del soldado Ryan. Cuando más se requiere una plataforma política, con un discurso coherente para recuperar la democracia, tenemos unos líderes incapaces de entenderse entre sí para conseguir un acuerdo que permita superar democráticamente el actual estado de cosas. Y para colmo afónicos.

Quién sabe, a lo mejor una astucia universal los mantiene callados, con las ideas a buen resguardo para el momento llegado. Nos darán la gran sorpresa, y solo entonces comprenderemos tan sorprendente estrategia. Mientras tanto, solo escucharemos el sonido de su silencio y la voz del gobierno.

@jeanmaninat

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.