El país como enemigo – Luis Pedro España

Por: Luis Pedro España

Si no estamos en presencia del fin de esta gestión, se parece bastante. El gobierno parece estar enfrentando a todos, images (1)incluso a aquellos que alguna vez fueron sus amigos. Lucen permanentemente entre molestos o inventando. Los traspiés limítrofes y las bravuconadas concomitantes no son más que esa estrategia de convertir todo y a todos en el enemigo.

Dicen estar rodeados de enemigos, embaucados en guerras y las únicas victorias que tienen son las de otros. Por más que busquen en ajenos triunfos propios, no hay forma de demostrar que algo bueno son capaces de hacer. El referéndum en Grecia, la encíclica sobre el medio ambiente, hasta el aniversario de la muerte de José Gregorio Hernández, todo tratan de convertirlo en logro propio.

Pero en verdad no hay mucho que celebrar de una Grecia que se precipita a un oscuro e incierto destino si abandona la zona del euro; el papa vino a nuestro continente, pero en ningún caso iba a pisar un suelo donde existen presos de conciencia; y sobre el Venerable, es más lo que quita que lo que pone esta interesada devoción revolucionaria.

Con igual intensidad como buscan indulgencia con escapularios ajenos, también convierten en enemigos a todo el que le sirva de excusa para ocultar sus errores. Su adicción por los enemigos externos es tan extrema que son capaces de llevarnos a la guerra. Desde el país del Norte hasta la hermana Colombia, pasando por España y ahora lo reciente con Guyana, en todos ellos, por puro interés político involucra algún agente interno.

Por ese camino, con o sin la excusa internacional, poco a poco todos ya somos enemigos del gobierno. Empresarios, universidades, iglesias, gremios de todo tipo, sindicatos que reivindiquen derechos, en una palabra todo el que pretenda comportarse con independencia y sin ser apéndice de alguna agencia del Estado, será considerado no sólo sospechoso, sino un claro enemigo que pretende la conspirativa idea de que dejen de ser gobierno por la voluntad de una nueva y contundente mayoría.

Que nos crean sus enemigos, que se pretendan dueños de las victorias ajenas o que se sigan comportando como recién llegados al poder, no es propiamente el problema. La inviabilidad en la que nos han metido, este largo trance de sentir que no vamos a ningún sitio salvo uno más abajo y más atrás, es parte de las angustias diarias.

Supongamos que se salgan con la suya. Imaginemos que la pesadilla continúa, que se mantienen incólumes en el poder. ¿Qué sigue? Alguien puede suponer que inflación, desabastecimiento, recesión y violencia podrán superarse si estos siguen disfrutando del control absoluto de todos los poderes. De truquito en truquito se avanza por un corto plazo que acumula para el mediano y largo. Nada garantiza que la profundización de lo malo conduce a algún horizonte bueno. El cambio se construye y en eso andamos.

Por eso el gobierno nos hace un gran favor al convertirnos a todos en su enemigo. Nos une, nos identifica como víctima de un solo verdugo. Quien nos pretende su enemigo es en verdad el enemigo de todos.

 

 

 

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