El milagro de Lucero

Por: Sergio Dahbar

En días pasados conocí a una joven invidente mexicana, Lucero Márquez, en la ciudad de Cartagena de Indias. Ocurría allí uno de los acontecimientos culturales que le dan vida a esa ciudad durante todo el año, Hay Festival. Fueron horas de actividad frenética.

Había que escoger entre oir a los gladiadores contemporáneos de las letras, conversar con editores que visitaban la ciudad por tres días, aprovechar las actividades en librerías, bibliotecas y universidades, y compartir con los amigos de Cartagena en desayunos, almuerzos y cenas.

Algún día habrá que reconocer que Hay Festival renovó los encuentros internacionales con escritores. Abandonó para siempre el fastidioso modelo académico de la lectura de textos previamente elaborados para audiencias que se aburren y se duermen. E impuso la conversación inteligente y fresca como aproximación a la literatura y a la cultura en general.

Lucero Márquez llegó a Colombia el 23 de enero de 2013, un día antes del inicio de actividades del Hay Festival. Su lazarillo, una perra bellísima llamada ABA, se golpeó una pata al pisar suelo colombiano. En Cartagena la esperaba un veterinario que le inyectó algo para el dolor. Un agotador viaje con escalas, una contusión y un remedio potente descompensaron a ABA.

Se puso tan mal el lazarillo que lo internaron en una clínica veterinaria. Y no menos traumático fue este proceso para Lucero Márquez, para quien ABA representan sus ojos y su corazón.

Lo que resultó impresionante fue que Lucero Márquez no se echó a morir por los malestares que aquejaban a a su perra. Nunca flaqueó. Supo siempre que había venido a Hay Festival a trasmitir su mensaje entre niños de zonas necesidadas de Cartagena y entre los participantes de los conversatorios.

En cada escenario expuso la historia de su vida, que no ha sido sencilla ni fácil. Firme y digna, relató sus dificultades a lo largo de una vida en la que nunca pudo ver. Sus estudios de computación. Su graduación como locutora profesional. Sus trabajos en bancos, compañías de comunicación y ventas de diamantes.

En algún momento su historia encuentra una diagonal que la hace crecer. Es el día en que conoce a la escritora venezolana Menena Cottin en Ciudad de México, en la presentación de El Libro Negro de los Colores, escrito por Cottin e ilustrado por Rosana Faria. Allí se produce un punto de inflexión, que a la larga cambiará su vida.

De ese encuentro que duró apenas 57 segundos (entre una escritora admirada y una entusiasta) surgió una amistad que nació y creció con los libros. De un lado Menena Cottin le contaba sus viajes por zonas remotas (donde practica trekking) y del otro Lucero Márquez comenzaba a entender todo lo que nunca había podido ver: montañas, cordilleras, bosques, desiertos…

Un día Lucero Márquez recibió un correo electrónico (con un programa oye sus correos): era una invitación a participar de una experiencia que permitiría superar sus límites.

Le entusiasmó la idea y se embarcó en una expedición junto a diez discapacitados. Comenzaron a caminar en la ladera oeste del Pico de Orizaba, en Puebla, con la idea de llegar a la meta, la playa de Chachalacas, en Veracruz. Un trayecto de 170 kilómetros.

Los desafíos eran enormes. Uno de ellos escribió en su diario de viaje que el mayor peligro para los once participantes no era que los objetivios fueran muy altos y pudieran alcanzarlos, sino que fueran demasiado bajos y lo lograran.

Once personas con capacidades diferentes alcanzaron la meta de este proyecto que organizó la Fundación Teletón de México. Pasaron por momentos críticos y el miedo fue un estímulo que hizo posible el éxito. Incluso descendieron por el cause de ríos (rafting) a velocidades inimaginables.

Según plantea Nassim Taleb en Antifragil,  la evolución es un sistema que convierte mutaciones al azar en ventajas duraderas. Las adversidades contienen información útil. Taleb piensa que el mayor error es evadir los problemas.

Lucero Márquez entendió en Cartagena que la enfermedad de su perro era un desafío doloroso que debía superar. Lo logró. Por eso nunca podrá olvidar, como aquel coronel de Gabriel García Márquez que fue a conocer la nieve, el día en que descubrió a una escritora venezolana que abrió sus ojos para siempre.

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