Por: Carlos Raúl Hernández
Se caen los puentes de Cúpira y Urica. Asesinan 25 reclusos en Yare. El piloto del régimen revienta en Los Próceres el costoso F1 que paga Pdvsa, pero Amuay explota por falta de mantenimiento con número secreto de muertos. Convencionalmente lo dañino, pernicioso, es lo que produce detrimentos, mientras lo inútil, baldío, improductivo es aquello cuya existencia o inexistencia son anodinas.
Los españoles dicen tío para aludir un status de casi todo el mundo y que implica casi ninguna participación activa del titular. Pocas cosas requieren menos esfuerzos que ser tío. Pero en una perspectiva más dinámica y reflexiva no es tan fácil distinguir pernicioso de inútil.
Durante los años 70, la izquierda gringa hablaba de la quinta rueda para marcar lo necio de la Vicepresidencia, ya que filósofos calenturientos querían reforma constitucional tercermundista para comenzar la revolución en EEUU. Por fortuna lo inútil quedó así.
Algunos causan daños en terceros pero son útiles para la mayoría, tal como cuando la Policía impide un atraco o una violación, -como ocurre en muchos países aunque El Aissami no lo crea- perjudicando a los delincuentes en favor de la ciudadanía. Pero también se puede ser ambas cosas, inútil y dañino para todos, el peor de los mundos, cuando alguien o algo es una mera calamidad que arrastra desventuras por donde pasa.
Un gobernante eficiente y no tan pulcro se recuerda amablemente, pero uno incompetente y corrupto es un mamarracho, más si su ego enfermo figura por los desaguisados y el sufrimiento ajeno que crea. El arquetipo es Eróstrato, que como se sabe quemó una de las más exquisitas obras humanas, el Templo de Diana, sólo para que su nombre pasara a la Historia, cosa que logró.
En su pequeño trabajo sobre Nemesio Mogrobejo, Dante diserta sobre el Erostracismo y lo concibe como deseo de destacarse entre los demás. Pero igual que Unamuno confunde la simple y ridícula vanidad con la decisión de hacer daño para satisfacer el timo, como decían los griegos. El deseo de superarse, destacarse, obtener reconocimiento tiene efectos positivos para la sociedad y promueve la innovación. Hizo posibles a Dante y Unamuno.
Pero es más fácil para figurar quemar un templo que construirlo. Hacer pataletas en reuniones internacionales en vez de hacer intervenciones que iluminen. La carencia de ideas y aptitudes se sustituye por escándalos. Las revoluciones del siglo XX comenzaron como destrucciones creativas. Fracasaron y se desplomaron en un cataclismo histórico y los modelos colectivistas fueron la sucursal del infierno, una de las mayores etapas de suplicio humano.
¿Por qué alguien entonces quiere repetir la tragedia y someter un país a semejante desgracia? En estos últimos 20 años la izquierda latinoamericana pareció amenazar seriamente la democracia y la economía abierta, esta vez por vía electoral y se temió un renacimiento del criptocomunismo, con Lula, Lagos, Tabaré, Torrijos, Funes, Mujica, Humala, etc. Pero nada de eso ocurrió y ellos continuaron los modelos económicos y políticos decentes.
¿Por qué alguien que ha presenciado esas dramáticas experiencias de recuperación del bienestar social poscomunistas, puede estatizar telecomunicaciones, empresas industriales o comerciales, imponer una autocracia y pretender un monopolio estatal? No hay otra explicación sino el erostratismo. Quiere ser único en la destrucción, llamar la atención del mundo aunque sea por descabellado.
No quiere pertenecer al gremio de los presidentes de traje azul, sino al de los comandantes, la estridencia, el circo costoso y terrible, el ridículo de hacer desplantes guevaristas en la sesiones de la ONU. Inútil para todo el que tiene que oír necias monsergas insubstanciales, vacuas, exabruptos cómicos y aburridos. El país debe exorcizar esta maldición que lo llevó a los últimos lugares en todos los indicadores de decencia política y administrativa.
Descenso hasta el fondo en educación, empleo, construcción de viviendas, energía eléctrica, producción de alimentos, y ascenso en corrupción, inseguridad jurídica, muertes violentas, pobreza, inseguridad ciudadana, libertad económica.
Los bolivarianos de relevo reciben su castración química. No habrá dirigentes importantes, interlocutores de envergadura en el PSUV, mientras ese tapón se mantenga. Pueden ser funcionarios, más bien empleados disponibles para que en un mitin los lancen a capricho y estrellen, de candidatos a gobernadores del Zulia, Miranda, Táchira, Monagas, Nueva Esparta, Carabobo. Siempre subalternos, nunca líderes.