El fútbol según Albert Camus – Ibsen Martínez

Por: Ibsen Martínez

“ Todo lo que sé sobre moralidad y sobre las obligaciones entreimages (8) los hombres se lo debo al fútbol…” (Albert Camus, 1913-1960.)

1.-

La primera imagen que hoy propongo es la de Albert Camus, el premio Nobel  de Literatura 1957 dispensando [aquí] una entrevista para un noticiario de cine. Está sentado en las gradería de algún estadio parisino y, por una vez, sus temas no son los habituales en él, ni las habituales en la prensa de entonces ( la guerra de Argelia, la polémica con los estalinistas franceses o con Jean Paul Sartre), sino el fúbtol: el reportero le pide un pronóstico del partido.  La escena puede verse en el promiscuo y memorioso youtube.

El autor, emblema de lo que en un tiempo se llamó “literatura no metropolitana” , desgrana consideraciones de mucho peso, en favor de una de las dos oncenas que se aprestan al encuentro.  Se le ve relajado, muy dueño de sus expresiones y muy a gusto en su segunda piel: ¡ah!, y con una gabardina à la Humphrey Bogart.

No imposta la voz ni elucubra razones por encima de las facultades del reportero; conversa con él mientras sostiene el inextinguible cigarrillo de la intelectualidad francesa de posguerra entre sus dedos. Tampoco se nos muestra  como un intelectual esnob que condesciende a un tema mundano y de poca monta. Aun a quien no comprenda el francés, el video entrega a un hombre excepcional que  vive con pasión, aunque sin aparente ansiedad, aquella época transida de preguntas existenciales y violencia poscolonial.

Hoy es natural hallar textos suyos en antologías de asunto futbolístico, aunque en la época de su estrella más alta, su notoriedad  emanó del teatro de ideas, de sus ensayos de filosofía moral y de su insobornable articulismo militante.

2.-

Sin embargo, como periodista que fue toda la vida, Camus reseñó en su juventud el fútbol de su natal Argelia con la propiedad de quien también  practicó el deporte de los patadones.

Se dice que no lo hacía nada mal, que en un tiempo el futuro autor de La peste  y El Extranjero cifró en el fútbol la esperanza de salir de la pobreza colonial en que se hizo hombre y que estuvo a punto de ser fichado por un equipo francés.

Me importa poco, en realidad,  elucubrar cuál podría haber sido la vida de Camus en la Francia del Saint-Ètienne, del Lille o del Bordeux. Más relevante, me parece,  poner de bulto que la afición al fútbol no era para  Camus tan sólo un respiradero de solaz y esparcimiento, sino algo íntimamente ligado a su concepción de una ética para vivir en este mundo.

Una frase suya servirá, memorablemente espero,  para fijar esta idea: “ Todo lo que sé sobre moralidad y sobre las obligaciones entre los hombres se lo debo al fútbol…”

3.-

Y ya que hablando de Camus y del fútbol he llegado a la media cancha de la filosofía moral, me parece hora de tirar a puerta.

Rescato de mi libro de notas  una provocadora afirmación atribuída al renombrado sociólogo y economista estadounidense Thorstein Veblen.

Su fama se debe a libros como ”La teoría de la clase ociosa” y ”La teoría de la empresa económica”, en los que critica de forma apasionada la evolución de la sociedad y la economía de su país. Su familia fue muy exitosa, y en el seno de ella se ponía mucho énfasis en la educación y el trabajo duro, lo que quizá contribuiría al desdén de Velblen por lo que posteriormente llamaría ”consumo ostensible”.

Veblen tampoco fue amigo de los deportes  y sentía un aborrecimiento especial por el llamado “deporte-espectáculo”.

Su afirmación más tajante fue: “ La adicción a los deportes  indica un muy peculiar grado de atraso en el desarrollode la naturaleza humana”.

Cabe imaginar el escándalo académico e intelectual que sus pareceres a este respecto causaron en el país del Super Bowl, de los abiertos de tennis y la Serie Mundial.

Camus y Veblen, cada cual a su manera, representan los extremos entre cuya tensión se sitúa la cuestión  del deporte y el carácter moral.

Creo que, por hoy, en la antesala de  la final Alemania-Argentina, con esos tienen mis lectores suficiente.

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