Por: Carlos Raúl Hernández
La paradójica guerra a los factores modernos y productivos que forjaron sociedades decentes
En la poderosa Sao Paulo, barrio de Barra Funda, se encuentra el Memorial de América Latina un gran auditorium para varias decenas de miles de personas, diseñado por el genial arquitecto Oscar Niemeyer. Al frente de la entrada al Metro, la escultura de una mano gigante, con un manchón de sangre en la palma. La mancha roja dibuja el mapa de Latinoamérica, que asemeja una herida. Las venas abiertas de América Latina (1971) de Eduardo Galeano encarna una sublime y desencaminada interpretación de la historia, pero seductoramente escrita. Su autor la forjó de metales baratos: equivocaciones, mitos, fanatismo, resentimientos históricos y distorsiones de la realidad. El verdadero manual del perfecto idiota latinoamericano -con el perdón de Montaner- porque es una guía para la acción que ya lleva casi medio siglo de sembrar indigencia intelectual en grupos dirigentes locales.
Contiene la narrativa que repiten muchísimos profesores, estudiantes, sindicalistas, políticos, empresarios e intelectuales. No por casualidad el galáctico, en un acto surrealista, se lo regaló a Obama en la V Cumbre. Pablo Iglesias dijo que Galeano “le había dado voz a Latinoamérica”. Es la versión de consumo masivo de la teoría de la dependencia que en los setenta replantea los problemas de América Latina en términos de comunismo duro, para descubrir que la felicidad vendría luego de la “ruptura de la relación neocolonial” con el “capitalismo” internacional y la reproducción del modelo de Fidel Castro. Galeano no es exactamente un teórico sino un divulgador brillante y excelente prosista (como poeta vale decir que después de los ripios de Benedetti, se aceptan sospechas sobre ciertos bardos uruguayos). En tres principales centros de irradiación, universidades de México, Brasil y el Cono Sur se conforma esa ideología coherentemente absurda.
Odio a la modernización
Esa teoría defendida por Darcy Ribeiro, Theotonio dos Santos, F.H. Cardoso, Enzo Faletto, Ruy Mauro Marini, Octavio Ianni, Tomás Vasconi, André Gunder-Frank, Carlos Lesa, Aníbal Quijano, Vania Vambirra, Martha Harnecker, junto algunos tradicionales, Oswaldo Sunkel, Celso Furtado y Alonso Aguilar Monteverde. Según la tesis, España, Inglaterra, EEUU son los causantes del atraso. El intercambio comercial mundial explica la pobreza y el subdesarrollo. Según Galeano la Revolución industrial se hizo con el saqueo de la periferia, la exacción de los productos de las Indias. En una primera etapa fue el colonialismo. Los procesos de independencia fueron cambios de forma que no afectaron la médula de la explotación y vistieron a los países de falsas repúblicas autónomas ahora subordinadas a centros neocoloniales, primero Inglaterra y luego EEUU.
Al parecer al continente le hubiera ido mejor si nadie lo hubiera conocido nunca, como algunas tribus del Amazonas o de Australia que viven aún en la Edad de Piedra. Lejos de ser una lucha contra el atraso, la miseria, las enfermedades, “la vida corta y brutal”, es contra la sociedad abierta, para cerrarlo al estilo soviético o africano. El enemigo es la economía moderna urbana, tanto como el latifundio o el capital imperialista. La “democracia burguesa”, el mercado internacional, la economía abierta, la libertad de expresión, los parlamentos solo “sirven a la dominación”. Es la paradójica guerra a los factores modernos y productivos que forjaron sociedades decentes, visto lo ocurrido con el comunismo de Galeano: los socialismos cubano, coreano o africano. El atractivo para el mundo académico-político es que lo libraba de responsabilidades por las desgracias, y las trasladaba a los desarrollados.
El modelo era Cuba
En esa metafísica ha vivido la izquierda radical latinoamericana, aunque la revolución convirtió a Cuba en una nación harapienta, infeliz, totalitaria, monoproductora, dependiente al extremo, primero de la URSS y luego de la Venezuela bolivariana. Muchos líderes latinoamericanos rechazaron el pensamiento democrático, constitucional y de apertura, salvo V.R. Haya de la Torre y Rómulo Betancourt. A la entrada de los ochenta, varios países habían llegado a extremos niveles de pobreza, deudas y se intentaba aún culpar a las naciones desarrolladas, pero cada vez resultaba más difícil, pues mientras más hostil había sido la actitud hacia ellas, peor era su situación. Nicaragua con el primer gobierno sandinista provocó una inflación de cuarenta mil por ciento (40.000%) y perdió las elecciones con Violeta Chamorro.
Alan García declaró hostilidades al Fondo Monetario Internacional desde el célebre balcón de la casa de gobierno y al final salió del poder en medio del caos. Pero ocurrieron dos grandes sacudimientos que fracturarán más tarde la teoría social y la vida política en todas partes: el socialismo de mercado en China de Deng Xiaoping y el desplome de las economías estatizadas en todo el mundo, que marcaron un nuevo rumbo. El galeanismo nunca pudo responder por qué EEUU hoy primera potencia mundial fue una simple colonia, y el siempre dependiente Canadá, registra la mayor calidad de vida. Tampoco por qué si el “saqueo” de las materias primas es la fuente del mal, Venezuela se hunde en medio de los mayores precios históricos del petróleo y a Argentina la devora la improductividad, la corrupción y la pobreza. La historia no contada por Galeano.
@CarlosRaulHer