Efecto Coyote

Por: Carlos Raúl Hernández

“… el Correcaminos es mi ideal, pero el Coyote es mi realidad”. ChuckCarlos Raúl Hernández Jones (creador)

El Coyote personifica la ineptitud. Todo le sale al revés porque su malhumor por el bip-bip del Correcaminos le atrofia el sentido y no ve los barrancos en los que cae de cabeza, sino cuando viene en picada. De nada le sirven los insólitos equipos marca ACME, que no tienen nada que envidiar a los de Bond. Es rapidísimo y desprecia o ignora al Coyote, pero el tema central de tal pulp fiction es la impericia de éste. Algún académico le dio categoría analítica y habló del efecto coyote para ilustrar un problema teórico fundamental planteado por Maquiavelo en El Príncipe, los llamados efectos perversos: como tanto se ha dicho, acciones de resultados exactamente opuestos a su objetivo. El pobre Coyote queda maltrecho y en ridículo.

Cinco siglos después la teoría de la decisión, un gajo de la estadística fundamental para las compañías de seguros, calcula el valor esperado -lo que se espera ganar- como producto de la decisión racional, y el riesgo de consecuencias contrarias, imprevistos, contingencias. Más allá de las disciplinas actuariales, también dio origen a una rama muy densa de la sociología política, la llamada “consecuencias no previstas de la acción social”, sobre la que trabajan pensadores como Raymond Boudon, Anthony Giddens, Patrick Baert, Schelling y otros. El problema es el siguiente: los políticos toman sistemáticamente decisiones en la lucha por el poder o en el gobierno, pero las faltas de experticia, claridad de objetivos o serenidad conducen a muchos a su propia destrucción, la de quienes los siguen o la de los países que gobiernan.

El caso Schwarzeneger

La gigantesca inteligencia de Maquiavelo no descuidaba el papel de la suerte- la fortuna- en cualquier desenlace humano, como el veneno que truncó el camino de César Borgia, pero el Príncipe era precisamente quien tenía la capacidad de intuir las debilidades y fortalezas de una decisión y concebir lo que hoy llamarían “planes de contingencia”. El que carece de este atributo, según Maquiavelo, no puede ser príncipe porque la complejidad del mundo -o su propia escasez de criterio- no se lo permiten y se queda en el camino. Se deja llevar por las emociones, las apariencias o lo malos consejeros. Por eso también en Italia de comienzos del siglo XX surgió la teoría de que en las decisiones hay que consultar principalmente a los que están en desacuerdo, porque iluminan ángulos ocultos para el convencido. La clasificación de los tipos de efecto perverso varía con la amplitud de los daños, dice la teoría actual. Agredir físicamente un cinta negra en kárate, un affaire con la señora de servicio que concluye en catástrofe conyugal estilo Schwarzeneger, un mal matrimonio o golpear al jefe, perjudican únicamente al decisor y su entorno, ocurren por millones pero su trascendencia es privada.

Equivocaciones de efectos más amplios pueden desmoronar un partido, coalición, gobierno o liquidar el aparato productivo de un país. Y al final la tormenta perfecta, la Capilla Sixtina de la imbecilidad política, el tsunami que arrasa todo. Un caso fue la destitución de Carlos Andrés Pérez en 1993, decisión tomada por los 25 sujetos más poderosos del sistema, que se los llevó a todos junto con el sistema. También el paro petrolero (2002-2003) que acabó con sus autores, con “el sistema de la oposición” del momento y consolidó la revolución. Menores pero venenosos, “las guarimbas” y la comedia de “plazaltamira” y los militares. Pero estudiar la historia no sirve para nada y el hombre comete siempre los mismos errores.

¿Callejón sin salida?

Se deben analizar las consecuencias de la salida y aprender de ellas. Desde su aparición como propuesta, irrumpieron los oposi-trolles en twiter que insultaban a los colaboracionistas, la muda, el traidor-de-Capriles, los tarifados y demás, una estrafalaria división sembrada por diletantes desempleados o brujos de feria a miles de Kms. El doloroso balance de la reacción fascista del gobierno es de seis personas muertas, centenares de heridos y detenidos, bloqueada la señal de NTC24, una de las pocas ventanas, y dos dirigentes perseguidos. Ante el sarcasmo de “¿pretenden esperar hasta 2019?” … vale inquirirlos: ¿habrá que esperar menos ahora? ¿Van rápido las cosas por la calle? ¿Hay más gente hoy del lado democrático? ¿O se cumplió el efecto coyote y el adversario ganó ventajas internas? ¿A dónde va este intento? Muchos jóvenes asistentes a la marcha del 12F pensaban que ese día habría un nuevo gobierno. Y si la salida no era esa, ¿vendrán excusas y harán responsables a otros? La memoria de quienes murieron espera respuestas.

Ante los desmanes de paramilitares fascistas contra estudiantes y ciudadanos valerosos, heroicos, no vale invocar que el gobierno es malévolo, porque ese es el punto de partida, y equivaldría a la sorpresa del señor Jourdain al descubrir que hablaba en prosa. Enfrentar una dictadura obliga que los líderes políticos usen más la inteligencia y menos el populismo emocional, y es inquietante la inocencia en mayores de 21 años que no entienden con quién se encaran y arriesgan las cosas alegremente, como niños con la ilusión de juguetes rápidos y fáciles. Movimientos que desafiaron otros gobiernos fascistoides o protocomunistas, lucharon pacíficamente para ensanchar la participación, tener derecho a manifestar, y no para jugar el resto en apuestas que ponen en peligro lo que con esfuerzos se ha conquistado. La violencia es del gobierno

@carlosraulher

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