Editorial publicado en Analítica
En los años de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez la resistencia fue, principalmente, la lucha de dos organizaciones políticas Acción Democrática y el Partido Comunista. Ambos sufrieron muertes, prisiones, y sus principales dirigentes tuvieron que irse al exilio.
A la caída de la dictadura en 1958, Rómulo Betancourt comprendió que la transición hacia la democracia tenía que pasar, necesariamente, por un entendimiento entre las tres fuerzas políticas más importantes de la época: AD, URD y Copei, y por ello, los tres líderes fundamentales de esos partidos firmaron el Pacto de Punto Fijo, que permitió, con todos sus avatares, que la era democrática se iniciara con buen pie.
Hoy, vivimos una situación tal vez peor, aunque cueste decirlo, que la que se experimentó durante la época de Pérez Jiménez, porque hoy, después de 20 años, no hay muestra de una obra construida, pero sí de todo lo que se ha destruido, tanto en lo moral, como en lo ético y, por supuesto, en lo físico.
La pregunta que la gran mayoría de los venezolanos conscientes se hacen es ¿dónde están los líderes? ¿Por qué no han presentado al país una hoja de ruta para salir de esta oprobiosa dictadura? ¿Qué hacen en la oscuridad y por qué no salen a la luz, unidos, con un proyecto de país, que permita acabar con la pobreza, con la huida de nuestros habitantes hacia cualquier destino, que ponga las bases para la construcción de una nueva Venezuela, solidaria, inclusiva y generadora de trabajo y empleos para todos?.
El camino para lograr la libertad y la recuperación de la democracia es escarpado y lleno de obstáculos, pero solo podrá alcanzarse la meta si los líderes, en unidad, marchan al frente, sin pretensiones personalistas de sacar provechos de la liberación de nuestro país del atraso, la codicia, la violencia, la intolerancia, la discriminación y, sobre todo, de la maldad.