Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
Es evidente que el llamado “mantra” en 2019 –cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres– logró movilizar a los venezolanos e insuflar ánimos a una oposición decaída a finales del 2018, pero no logró su objetivo de poner fin a este régimen de oprobio. Se erige entonces para 2020 una posición que plantea y privilegia la vía electoral.
Pero no todos los que apostamos a esta vía nos referimos a lo mismo cuando hablamos de la vía electoral. Algunos están dispuestos a aceptar unas elecciones de lo que sea; por ejemplo: únicamente elecciones parlamentarias –que corresponde hacerlas este año, por lo que no se trata de una concesión del régimen– y descartan cualquier intento por luchar y lograr una elección presidencial, que corrija la ilegal elección de 2018, origen del gobierno de usurpación.
Están dispuestos además a aceptar esas elecciones en los términos que sea; y eso implica que están dispuestos además a aceptar que se hagan con cualquier CNE; por ejemplo, uno designado por el régimen a través del TSJ, de la irrita AN de Parra y su pandilla de diputados corruptos, incluso uno designado por la ANC. Es más, le han puesto en bandeja de plata al régimen que así se haga, al solicitar al TSJ que se pronuncie acerca de cuál directiva de la AN es la “legal” –como si eso fuera dudoso o discutible– y solicitando que el TSJ declare la omisión legislativa y proceda de una vez a designar el CNE. (Si quedaba alguna duda del carácter pro régimen de la llamada “mesita de diálogo”, con su actitud ante lo ocurrido el 5 de enero y esas dos propuestas, se les ha caído la máscara. Está clara la intención, sus curules los esperan. Está claro también que no los podemos considerar opositores).
No es esa la vía electoral que otros hemos venido planteando. Desde luego que aspiramos a un CNE imparcial y unas elecciones libres, observadas por la comunidad internacional, entre otras cosas; pero conscientes de las limitaciones y fuerzas que tenemos, de darse esa lucha y no lograrse el objetivo, lo que plantemos es que, de todas maneras, hay que enfrentar al régimen en todos los terrenos, incluso el electoral.
Por supuesto, planteamos también unas condiciones mínimas para esta vía electoral; pero se trata de una sola condición mínima, que no es precisamente electoral: la unidad. La vía electoral que planteamos es una estrategia unitaria, única, de consenso y esto –la unidad política– es una condición fundamental, básica, que no puede ser sustituida ni mediatizada; es más, quien no esté de acuerdo con mantener esa posición una vez que se adopte como estrategia, debe ser dejado de lado.
Llega a tal extremo la idea de unidad que, aun cuando sería un grave error, si unitariamente se decidiera no acudir al proceso electoral, la vía electoral hasta se podría sacrificar, abandonar, en pro de la unidad.
La unidad es lo que permitirá, entre otras cosas, que la vía electoral que planteamos sea una que utilice al proceso electoral como una forma de organizar al pueblo, de una manera eficiente y segura, para enfrentar a la opresión; y desde luego, que sirva también de base para reorganizar y modernizar a los partidos políticos, hoy diezmados por la persecución del régimen a sus dirigentes, la inhabilitación y la falta de recursos.
Pero hay otros, a los que si consideramos del campo opositor, que dicen que tal elección no es posible con el actual régimen, sin un cambio completo del CNE electo por la AN y sin suficientes garantías de elecciones libres e imparciales supervisadas por la comunidad internacional. ¡Claro que todos queremos eso! Pero estas afirmaciones generan algunas interrogantes.
Las preguntas, entonces, son: Sí estamos bajo un régimen dictatorial, tiránico y despótico, que tiene toda la fuerza de las armas y los cuerpos represivos a su favor, ¿Es factible pensar que tal régimen va a ceder en su poder y aceptar un CNE imparcial, que va a dar garantías electorales y permitir una observación internacional independiente? Y si eso no se logra, ¿entonces qué? ¿No acudimos al proceso electoral, que el régimen de todas maneras va a realizar y con participación de una “oposición” dócil, comprada y favorable a sus intereses? ¿Lograremos con esa conducta abstencionista algo distinto a lo que no se pudo lograr en 2005 o cuando nos abstuvimos de participar en elecciones locales y regionales? Y la eterna pregunta, y perdonen los muchos que no les gusta que se formule: ¿Cuál es la vía, entonces?
Con estos interrogantes no pretendo cambiar la posición de quienes están en contra de la vía electoral y plantean otras opciones, sin que esté muy claro cuales, excepto la abstención frente a cualquier proceso electoral. Estas preguntas, son para la reflexión del ciudadano común, ese que está confundido, desalentado, por años de predica constante contra la vía electoral y en contra del voto como instrumento, pero que no se quiere entregar ni rendir ante el régimen, que quiere participar con alguna opción que le permita manifestarse y a la vez continuar su vida, que no la tiene nada fácil.
El ciudadano común es el blanco, además, de la estrategia del régimen de negar el valor del voto y sembrar dudas frente a los procesos electorales, para propiciar la abstención, la falta de participación, que le permita a la dictadura apoderarse sin resistencia de la AN, que es su objetivo fundamental en este momento, para mantenerse en el poder y que la AN le sirva de trampolín frente a la comunidad internacional y sobre todo frente a sus “aliados internacionales” –Rusia, China, Cuba, Irán, Turquía, y otros– algunos de los cuales “aspiran” a una AN que legalice, bendiga y apruebe sus inversiones y contratos en petróleo, oro, minerales, etc. y sus “negocios” en general con el régimen.
Pongamos la discusión de la vía electoral en sus justos términos y sobre todo seamos sinceros y realistas al plantear alternativas diferentes, las fantasías y las alternativas utópicas, irrealistas, no nos han ayudado a salir del régimen; esa labor de hormiga de arrebatarle al régimen espacios –gobernaciones, alcaldías, AN–, sí.
En todo caso, de manera abierta o soterrada se intensifica la discusión sobre las opciones políticas que tiene la oposición para enfrentar el régimen. Lastimosa y paradójicamente, en buena medida es una discusión inútil. Sobre esta inutilidad desarrollaré mi próximo artículo.
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