Dios con prótesis

Por: Carlos Raúl Hernández

La educación en las naciones democráticas, experimenta hoy una hiper-revolución por los cambios tecnológicos y científicos. Aunque gran parte de las economías actuales son industriales o agrarias, otra se impone a toda marcha: el saber.

El conocimiento se transmite por la educación formal en la escuela y la universidad, y la socialización, el contacto con sus semejantes, la familia, los medios de comunicación y la vida cotidiana. Estamos rodeados de datos, un caos que parece carente de sentido (misiles de Norcorea, bombas en Irak, plataformas en el espacio, elecciones en Francia, hambrunas en África).

Por eso la educación avanzada quiere hacer individuos capaces para el ejercicio crítico y contextualizar los hechos, las relaciones entre los fenómenos. Los países rezagados conservan patrones tradicionales, memorísticos o acríticos, desactualizados. Y donde el cambio se detuvo, retroceden en el desastre.

Desde el siglo XXI es que se quebró la idea de que el mundo se comporta en todas sus manifestaciones con pautas previsibles. Ahora la intuición y la imaginación se usan cada vez más para investigar y educar donde fallan explicaciones racionales.

En la Universidad de Stanford, por ejemplo, mientras realizaban experimentos en aceleración de partículas a velocidades cercanas a la luz, se descubrieron unas extrañas que no tenían por qué estar ahí. Después de extenuantes cavilaciones sobre su origen, descubrieron que eran partículas de pensamiento de los mismos investigadores.

Para estupefacción de la comunidad científica resulta que posiblemente el pensamiento es materia lo que podría contribuir a explicar la comunicación telepática, que dos personas unidas afectivamente pero distantes puedan “presentir” lo que ocurre a alguna de ellas.

Surgen las llamadas “herramientas K”, confluencias de multimedia, Web, telefonía celular, microvideo, supercomputadoras y súper software, capaces de hacer la “biografía” de un garbanzo, seguir el desarrollo de sus estructuras internas desde que nace hasta que lo cocinan. Freud dijo que el hombre era “un dios con prótesis”, por obra de la tecnología.

Investigadores de los Países Bajos y Francia construyeron un microfoco de luz estroboscópica (como las de discotecas) sólo que sus oscilaciones lumínicas se realizan a la velocidad de doscientos attosegundos (fracción equivalente 250 mil millonésimas de una milmillonésima de segundo y eso todavía es lento para estudiar los electrones).

La tecnociencia forma las estructuras mentales de los jóvenes más “inteligentes”, más rápidas para el razonamiento y manejo de tecnologías. Por eso el conocimiento anticuado o tradicional los aburre y la escuela debe revolucionarse para promover la capacidad crítica y de contextualización del mundo petaflops, velocidad de la súper computadora Titán con capacidad billones de operaciones matemáticas por segundo.

Un Premio Nobel de Física dedicó varias obras a demostrar -entre ellas el Tao de la Física- que fuera del mundo de los “grandes cuerpos”, las leyes de la física racional de Newton no tienen validez y la razón es impotente para entender. Se han descubierto en túneles súper aceleradores de partículas que existen unas de vida tan efímera que desaparecen antes de haber aparecido, incomprensible para la mente humana.

El mundo subatómico es tan paradójico e irracional que sólo puede expresarse en lenguajes taoísta o poético, explicar por la intuición. Cuando Neruda escribe que… “pasan días iguales persiguiéndose… día que has sido niño inútil, que naciste desnudo, las leguas de tu marcha caminan sobre tus doce extremidades”, es mil veces más expresivo que una larga reláfica sobre un día tedioso.

Los cambios institucionales no pueden ser tan rápidos como los de la tecnociencia, y las escuelas y universidades tienden al anacronismo. La obsolescencia afecta la institución académica, (sin que ello lleve a conclusiones como “la muerte de la escuela” o de la universidad, exageradas y equivocadas).

Algunos países de África, Latinoamérica, Asia, van en la anticivilidad y la barbarie. En ciertas naciones islámicas, a más de doscientos años de la Declaración de los Derechos del Hombre, se les enseña a los niños en madrazas (escuelas) en que tienen que odiar y matar a otros por ser blancos, mestizos o no creer en Mahoma.

En Cuba o Corea del Norte la “educación” fomenta el culto a un tirano, el servilismo y la delación. En Irán una sicopatía que quiere borrar Israel de la faz de la tierra.

@carlosraulher

 

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